COMUNIDAD DE BUENA NUEVA.RCCE

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jueves, 21 de agosto de 2014

“Elección de coordinadora diocesana"



                     

           
     “Yo soy el buen pastor y conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mi" (Cf. Juan 10, ver 14).
     Hace algo más de un año, justo la fecha del cuatro de mayo del dos mil trece, fui discernida y elegida por mis hermanos, como miembro  de la coordinadora diocesana de la Renovación Carismática Católica en la isla de Tenerife. Aún puedo oír -y parece que fue ayer-, los latidos de mi corazón, un corazón de niña en el cuerpo de una mujer adulta. Incluso ahora al recordar ese momento, siento nuevamente sus latidos golpeándome el pecho con intensidad. Aquella bendita mañana del sábado, mi vida cambio, justo en el preciso momento en el que dando lectura a la votación oí pronunciar mi nombre pero no una vez, sino dos, pues necesite de unos segundos, para asimilar lo que estaba aconteciendo en mi vida justo en ese momento.
     Hoy, puedo comprender que todo lo sucedido durante este tiempo ha sido voluntad de Dios y si no lo creyera así, le estaría robando la gloria a Él que es quien la merece.
     A principio de febrero del 2013, siendo yo dirigente de la comunidad de Buena Nueva, comencé a experimentar en mi corazón una profunda  desilusión, había tocado fondo tras la asamblea regional del 2012 con la predicación del padre Jaime Kelly. Mi ánimo en el servicio mermó, había perdido mi fe en algunos hermanos aunque mi profundo amor por la Renovación Carismática permanecía intacto. Como decía, comencé a experimentar en mi corazón un profundo desaliento y caí en la tentación de creer que no valía la pena permanecer, tantos años de entrega y servicio para qué, no podía entender cómo esta Renovación a la que amo profundamente, había llegado a conformarse con la pobreza presente, una pobreza que no hacia justicia a la gloria de Dios, presente en nuestros cenáculos de oración y si, al desacierto de los hombres.

miércoles, 17 de octubre de 2012

"LA COMUNIDAD, EL AUTÉNTICO DON"






En la mañana del domingo, nuestro obispo Don Bernardo, en una reflexión profunda, animaba a todos los presentes en la XX Asamblea Regional de la Renovación Carismática Católica, a interiorizar y profundizar en las enseñanzas recibidas de la mano del padre Kelly; asimismo, con pausa y detenimiento, volvía a recalcar que lo importante sucede en nuestros grupos de la renovación, cada semana, cuando nos reunimos en nuestras comunidades para orar y para reflexionar, cuando alabamos juntos, cuando con nuestro testimonio animamos a otras personas a vivir una fe viva, siempre eso si, preservando nuestra identidad como corriente de gracia, porque este es el único modo que conocemos para revelar de una manera plena,  qué es la R.C.C.

Así lo vivimos y lo creemos en nuestra pequeña comunidad de Buena Nueva. Cómo muchos grupos tenemos grandes necesidades pero como servidores de Cristo, intentamos paliar estas necesidades con grandes dosis de confianza en el Espíritu Santo, viviendo nuestro compromiso como servidores a favor del otro, de nuestros hermanos, porque creemos que ellos son el auténtico don que Dios nos ha dado. Trabajando siempre en equipo. No sabemos qué nos depara el futuro, a veces nos sentimos cansados, desilusionados, perseguidos, pero una fuerza sobrehumana nos anima a seguir en este camino. En ocasiones tenemos miedo o incluso nos sentimos incapaces de sobrellevar una carga tan pesada, pero aquí estamos. Sabemos que nos somos los mejores, que tenemos muchos defectos que el Señor tendrá que cambiar, pero en todos y cada uno de esos momentos o situaciones adversas, en nuestro corazón, sentimos que Dios está a nuestro lado, y esta certeza nos conforta y nos alienta a seguir con la mirada puesta en Cristo.

Como comunidad de la Renovación Carismática Católica, intentamos hacer realidad un modelo de comunidad viva, en la que la gracia de los carismas este presente en medio de nuestra oración personal y comunitaria. Creemos que este es el mejor momento para arriesgarlo todo a favor del Espíritu, porque solo si estamos dispuestos ha hacer realidad un modelo de espiritualidad tan exigente y a la vez tan revelador, continuamente renovado por la gracia del Espíritu Santo, conducido y liderado por el propio Espíritu que la concibió, seremos capaces de vivir una fe limpia, sobre la que no tendrán ninguna autoridad las fuerzas del mal que nos rodean y que a diario, sirviéndose de nuestras preocupaciones e inseguridades, pretenden robarnos la vida nueva que Jesús ganó para cada uno de nosotros.

Fe. Eso es lo que necesitamos para actualizar cada día en nuestra vida la gracia del bautismo, siendo generosos con el hermano, viviendo entregada y comprometidamente el servicio de los demás, experimentando el poder liberador de la oración. Un modelo de Renovación con visión de futuro, con capacidad para discernir y para guiar, que no dependa de la improvisación de unos pocos o el buen hacer de otros, en la que todos seamos testigos de un Cristo vivo y resucitado, en la que se nos note la alegría de ser hijos de Dios, porque hoy, como nos decía el padre Kelly tenemos que levantar la cabeza, porque oímos en nuestro corazón el mandato de Dios.

-¡Somos carismáticos!- Pues que se nos note,  por eso necesitamos experimentar en nuestra vida el liderazgo del Espíritu Santo, su fuerza, su sabiduría, su conocimiento, necesitamos profetizar, orar por los enfermos, recibir y actualizar nuestro bautismo de gloria, reinflamando la llama del don recibido.(2ª Timoteo 1, ver 6) Debemos vivir  como auténticos carismáticos.

Porque somos iglesia, porque formamos parte de ella, porque en Cristo yo tengo poder (CF Hec. 9, ver 31 al 43). Porque mi corazón reboza al Espíritu Santo, porque mi corazón no desea  vivir según mis mandatos, porque no desea vivir según mis intereses, sino que desea vivir según Dios me dice. Un corazón lleno del Espíritu Santo. Porque hemos recibido el Espíritu Santo al abrazar la fe (Hch 19,2).

Porque la humanidad necesita hoy de los signos poderosos de Jesús, porque necesita ver para creer, porque necesita tocar y sentir para creer que Cristo vive y está a su lado. Y si es así, hermano,  ¿qué haces ahí parado?

Y porque creo que cada uno es tierra reseca que el Señor ha de empapar de su conocimiento, de su sabiduría, de su amor a través de los hermanos que cada año predican la palabra de Dios en nuestras asambleas, porque creo que cada asamblea debe cambiar nuestra vida como mínimo “hacerla girar unos grados” en sentido contrario al que vamos, porque creo que la oración de tantos obra misteriosamente sobre quienes nos imparten esas enseñanzas, de quienes nos anuncian a Cristo, de quienes a través de la Palabra de Dios han de marcar nuestros pasos en el camino futuro, consolidando en nuestro interior la vivencia de una fe auténticamente carismática. Pero volviendo la vista atrás, al pasado más inmediato, hacemos memoria de las palabras que hace tres años fray Nelson medina nos comunicaba con la sana intención de discernir sobre nuestra realidad más inmediata: decia fray Nelson, aludiendo a la vida de nuestros grupos, “nuestros grupos están chuchumidos”, o como el año pasado, con Saulo Hidalgo, nos sentíamos como barro en manos del alfarero, y este año, especialmente este año, debemos apostar por Cristo y vivir como auténticos carismáticos en el ejercicio de los carismas recibidos.

Ojala hermano-na., en el año de la fe que comenzamos recientemente, el Señor te conceda un corazón célibe para Dios, mantenga tu animo intacto y te conceda el valor suficiente para arremeter contra cualquier tipo de injusticia o presencia del mal, un corazón fiel para la misión a la que Dios te llama. Un corazón como el de Francisco de Asís, desnudo de las realidades del mundo para vivir la plenitud del  amor de Dios.

Porque hoy debemos abrir nuestros corazones cerrados para experimentar en nuestro interior el poder de la oración de alabanza, sin temor, sin ataduras, experimentando en nuestro yo la sanación de nuestras heridas. Descubriendo en el cenáculo la alegría de llamarnos hermanos, experimentando la verdadera libertad, testimoniando el poder de Cristo en nuestra vida. Descubrir el auténtico don, la comunidad, y experimentar junto a ella el gozo de ser católicos, la paz y la certeza de llevar a Cristo en nuestro interior, y también, como no, el “orgullo” de considerarnos hijos suyos.

A todos, que Dios os bendiga.



                                               Genoveva. COMUNIDAD DE BUENA NUEVA.


                                                      

martes, 9 de octubre de 2012

AMAR EL ESPÍRITU ES ENTRAR EN LA VIDA NUEVA. II


                                        
             AMAR EL ESPÍRITU ES ENTRAR EN LA VIDA NUEVA. II

1. Maestro de  la verdad

El libro de la Sabiduría dice: “El santo espíritu, que es maestro de los hombres, huye del  engaño, se aparta de los pensamientos insensatos, se ve rechazado cuando está presente la iniquidad)  (SAB 1, 5).

El camino que sigue a la experiencia de la oración para la efusión esta fundado, ante todo, sobre la decisión de acoger dentro de nosotros la verdad, si de veras deseamos dejarnos conducir por el Espíritu. El Espíritu huye de la ficción: pide autenticidad y quiere, él que es el maestro interior, "autentificar" nuestro corazón, nuestra llamada, nuestro servicio, dándonos la capacidad de amar y de hacer comunión, a la manera de Jesús. Estar en la verdad significa, entonces, poner nuestro corazón desnudo delante de Dios, para confesar que necesitamos una nueva sumisión al Espíritu y aceptar que nos conduzca realmente.

Esto comporta la necesidad de estigmatizar las costumbres atadas a la vida vieja, también y sobre todo las que la efusión del Espíritu no ha borrado todavía de nuestra vida.

San Pablo les habla a los Gálatas diciendo: “Vivid  según el Espíritu y no busquéis satisfacer los deseos de la carne, Gal 5, 16b,  y también: si ahora vivimos por el Espíritu, caminamos también según el Espíritu, Gal 5, 25. Pablo indica un camino interior, una relación de intimidad con el Espíritu, una confianza personal que nos mantenga fieles, al mismo tiempo, el compromiso solemne que se asume delante de la comunidad cuando, en el día de la oración de efusión, se compromete a dejarse conducir por el Espíritu.

2. El Espíritu pide oración

La primera etapa, a lo largo de la vida de santidad,  que el Espíritu ha preparado para cada uno y para toda la Renovación, es el camino de la oración, de la oración filial.

En este camino hace falta recurrir a la palabra de Dios que nos recuerda de luchar en la oración, por el amor del Espíritu, para que nuestro servicio sea agradable a la comunidad, Rm 15, 30. Reclutamos en la oración esta lucha, esta batalla interior contra nuestros enemigos espirituales, que falsifican y estropean nuestro servicio y que nos hacen perder el ritmo del Espíritu.

Oramos sin vergüenza de sabernos pecadores, sin miedo de sabernos limitados, sin resistencias al Espíritu. Sobretodo, por el amor del Espíritu, volvemos a la fuente de nuestro ministerio, a las aguas en que hemos sido reengendrados a través de un baño de purificación. Carne y espíritu siempre se oponen, así que no hacemos lo que querríamos, recuerda san Pablo,  Rm 8, 5-8. También cuando creemos  ser conducidos por el Espíritu, la carne está al acecho. Fácilmente, el espíritu del mundo apaga el aliento del Espíritu Santo sobre nuestros labios y en nuestras acciones.
Estemos  vigilantes frente el peligro para sentirnos emancipados del Espíritu, de saberlo todo, de haber experimentado todo, de sentirnos ya satisfechos, hasta el punto de no sentir estupor alguno por las novedades de Dios.

La presencia del Espíritu de Dios, que nosotros invocamos, se tiene que advertir en nuestro cuerpo, en nuestra mente, en nuestro espíritu. Tenemos que desear y esperar con fe, esta invasión del Espíritu en "nosotros", invasión de amor, de paz y de alegría, dones que toman el lugar de todo aquello que en nosotros es contrario al Espíritu.

¿Cómo podemos dejarnos conducir por él, si no experimentamos que está presente en nosotros? ¿Cómo podrá obrar dentro de nosotros, si no nos cercioramos antes su presencia?
Cada vez que lo invocamos, algo nuevo tiene que ocurrir, tenemos que desear y esperar, sin prisa, que algo ocurra y, entonces, algo ocurrirá.

Nuestros miedos, nuestras durezas, nuestros juicios sin amor, las tendencias y las costumbres al pecado, oponen resistencia al Espíritu. Podemos creer que el Espíritu nos está conduciendo, pero en realidad estamos parados, clavados. Transcurren los años y, sin embargo, todavía estamos espiritualmente atascados: aceleramos, ralentizamos, nos cansamos de seguir los continuos apremios del Espíritu, porque, echada el ancla, no nos hemos decidido a dejarle el poder de renovarnos completamente.

La Renovación es un acontecimiento, antes que un movimiento;  es un hecho interior, antes  que una organización exterior.

Para encontrar la guía cierta del Espíritu, entonces, tenemos que volver a orar, con más intensidad, con más abandono, percibir dentro de nosotros la presencia del Espíritu, gozar interiormente de su oración y de su canto en nosotros. Tenemos que volver a orar para relacionarnos con la fuerza que nos viene del Espíritu en todo el camino de crecimiento personal y de nuestros grupos.

La sabiduría es dada a los sencillos, a los humildes;  pero la unción del Espíritu tiene que estar acompañada por el ahondamiento, por el crecimiento, por la conversión permanente, por el discernimiento y la verificación continua.

3. El amor, don del Espíritu Santo

Pablo VI, en la apertura de la última sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II, el 14 de septiembre de 1965, así se dirigió a los Padres conciliares: Desde los tiempos en que la Iglesia naciente tenia un solo  corazón y una sola alma, jamás ha afirmado, vivido y experimentado con tanta fuerza, como durante la celebración de este concilio, la autentica y mística unidad, que proviene de Cristo. Jamás ha pedido y deseado con tanta fuerza, que le fuera concedida plenamente. Necesitamos sentir cada vez más, casi a modo de experiencia, la unidad entre todos nosotros, la familia de Dios, que nos hace formar parte del misterio: el Cuerpo místico de Cristo. Necesitamos encontrarnos,  sentirnos realmente hermanos,  intercambiarnos el beso de paz,  querernos como Cristo nos ha querido." En estas palabras se advierte un peso profético extraordinario, para la experiencia específica de la Renovación en el Espíritu y para la Iglesia toda del tercer milenio: es el anhelo de redescubrir lo que nos hace esencialmente Iglesia, lo que a partir del Pentecostés histórico de Jerusalén, la Iglesia de Jesús, conducida por el Espíritu, está llamada a testimoniar. ¿Cómo no advertir, en las palabras de Pablo VI, la respiración del amor, la verdadera respiración de  Pentecostés?

4. Estudiosos del Espíritu

Es esta una visión que puede realizarse en hombres y mujeres dispuestos a aprender del Espíritu Santo, es decir capaces de cultivar el amor del Espíritu para realizar una nueva "cultura espiritual" entre los hombres, la cultura de Pentecostés. Aunque, no hombres "cultos sobre Dios" sino "que rinden culto a Dios", testigos de un renovado "culto a Dios" del cual desciende una nueva cultura de amor. El mundo reivindica amor y para comprenderlo es suficiente fijarse en nuestras realidades locales: o tienen reserva de amor que ofrecer, o perdón de incidencia. Es indispensable llenar de amor las bodegas de los grupos, de las comunidades, de las parroquias. Los hermanos que llaman a nuestras puertas piden amor y solo en el amor es posible servirlos;  nos piden  amor con la mirada, con las palabras, enseñándonos las manos y los corazones llagados: nos piden ser fieles en el "culto de amor" a Dios, para que este mismo amor lo usemos en servirlos.

• ¿Por qué hoy la fe  es escasa? Porque no es reengendrada en el amor.
• ¿Por qué se encuentra a menudo un intelectualismo teológico, un racionalismo dominante cuándo se habla de fe? Porque no hay inspiración de amor.
• ¿Por qué muchas homilías ya no hacen vibrar el corazón de los fieles? Porque no vibran de amor.
• ¿Por qué son las culturas cada vez más frágiles y decadentes? Porque no son fecundadas por el amor.

He aquí la "cultura" del Espíritu de la que la Iglesia tiene cada vez más necesidad: tenemos que poner más amor en la liturgia, más amor en la familia, más amor en el acompañar a los jóvenes, más amor en la oración, más amor en la intercesión por los que sufren, más amor en testimoniar en cada entorno que Jesús está realmente vivo, más amor en llevar a Cristo a través de la evangelización. He aquí el verdadero rostro que el Espíritu Santo quiere dar a la Renovación, a partir de  Pentecostés, a partir de la experiencia básica de la oración para la efusión del Espíritu: ¡una generación de personas que rinden culto al amor! Pentecostés, antes que ninguna otra cosa, es manifestación de amor.

5. A los manantiales del amor

Tenemos que desear que nuestros grupos, nuestras comunidades, sean lugares de fiesta donde nos introducimos en los manantiales del amor. Si hay este amor, la Iglesia que nace unida en Pentecostés, se vuelve a encontrar unidad aun después de 2000 años. La Iglesia nace y siempre estará unida.

La primera comunidad cristiana, a la que nosotros aspiramos, no fue un fenómeno momentáneo y ocasional así como la manifestación de los carismas en su interior. En ella tenemos explícita su modo de ser permanente, de como siempre está llamada a ser. Fijémonos  en la Renovación: ella siempre tiende a “lo que debe ser” y es solo en esta “tensión” que es posible comprender el desafió hacia la madurez eclesial, que Juan Pablo II ha deseado para para la Renovación. Si no hay esta propensión, si no hay esta audacia de amor, se corre el riesgo de sólo tender a un "existir." Esto es lo que divide las aguas: o se tiende hacia un deber ser, hacia un crecimiento, hacia un progreso en el amor, o se acaba solamente en un existir y en muchos casos esta existencia puede manifestarse como sinónimo de supervivencia. 

Una cosa muy importante que el Espíritu está pidiéndole a la Renovación, y que en nosotros madura siempre con mayor conciencia, es de querer a la Iglesia de manera nueva. En el 1983, Salvador Cultrera, teólogo, entre los primeros promotores de la Renovación, dijo así: “¿Por qué ha suscitado el Espíritu la  Renovación? Para que haya alguien que esté dispuesto a amar a la Iglesia, y a enseñar a otros a amarla." Éste es el verdadero carisma alegre del Espíritu Santo: amar a la Iglesia. ¿A que la Iglesia debemos amar? Una Iglesia enferma e imperfecta en los hombres, nunca lo olvidemos. Paciente e imperfecta por los hombres que la componen, no lo olvidemos nunca. Enferma e imperfecta por los hombres, en los niveles de mediación, en los niveles pastorales, en los despachos y en los ministerios que caracterizan nuestros testimonios. Nosotros deseamos que la Iglesia, los movimientos, la Renovación tengan un rostro más fraterno, pero tenemos que hacer fraterno el corazón del hombre para que sea sonriente el rostro de los hombres. A menudo muchos malestares y sufrimientos interiores provienen de "sueños improbables", como el desear comunidades, ministerios, situaciones ideales que nos impiden amar a la Comunidad como realmente  es, imperfecta y enferma. Muchas comunidades están pagando un pasado de grandes laceraciones cuando provienen de sueños no han sido fundamentados en la realidad;  de aquí el pesimismo, las tensiones, las peregrinas imitaciones que apagan el amor del Espíritu. 

6. El dinamismo del amor

A partir de la oración para una nueva efusión del Espíritu, experiencia generadora de la gracia de la Renovación, hace falta reflexionar sobre nuestro modo de "doblar las rodillas" y de expresar la promesa de vida nueva, que acompaña siempre la experiencia de la efusión. No basta, en efecto, decir: “Te elijo Jesús como Dios y Salvador de mi vida"  si inmediatamente después  no manifiesto otro compromiso: “Te elijo  Espíritu Santo como mi guía y deseo ser dócil a tu amor. Hazme, así, capaz de amar al Padre y a mis hermanos y así ser, cada día  más, una manifestación de tu amor." He aquí, por fin, los verdaderos adoradores del Espíritu Santo. Es este nuestro "primer carisma" en la Iglesia: seremos creíbles si empapados en el amor, por lo tanto en la caridad y en la hermandad, que son manifestaciones explícitas del amor y garantes de la comunión. Pentecostés, prodigio de amor, es dinamismo del amor de Dios, no éxtasis contemplativo. Hay un mundo que salvar. Hay un mundo que tiene nostalgia del rostro de Jesús, una profunda y nunca satisfecha nostalgia de él. 

Algo más hace falta hacer, algo más nos espera: una conciencia nueva de nuestro papel. Una generación de creyentes renovados: 

Qué encienda el fuego del Espíritu, según los deseos de Jesús; 
Qué la oración cambie vidas;
Qué abrevie las separación entre fe y vida. 

Hay que desmitificar la idea de que los carismáticos son unos despreocupados, hostiles al mundo, casi separados y encerrados en nichos protectores. Apremia dar razón de la fuerza evangelizadora que  hay en los "adoradores del Espíritu”, que  emana en quien se esfuerza por amar a Dios con todo el corazón,  la mente, las fuerzas. La vida carismática es siempre preludio para la misión;  los carismas son "medios" para que se manifieste el amor de  Cristo Resucitado, medios que nos permiten  dar testimonio eficaz de su presencia viva en la Iglesia y en el mundo. 

Es palpable en este nuestro tiempo un vacío de ideas sólidas. Hay un mundo sembrado de mentiras;  los hombres parecen ser atraídos por propuestas de salvación que no están basadas en el evangelio, sino sobre dictámenes económicos, sociológicos, psicológicos. Es un mundo que nos desafía, que nos provoca en el amor. Es  ya tiempo de abrir, de abrir de par en par las puertas y, unidos en el Espíritu, dar respuestas a este mundo "insensato", que tiene necesidad de sentido. Nuestra fraternidad, el deseo de un camino basado en una comunión más profunda entre nosotros, es sólo " una forma" a través de la cual hacer más estrecha e incisiva la fuerza de la esperanza escondida en el Evangelio. Está el Espíritu Santo, por lo tanto no dudemos, hay esperanza. Para concluir, algunas actitudes que caracterizan la vida nueva en el Espíritu.

Tener los sentimientos de Jesús 

Hace falta tener confianza en que el Espíritu: hace surgir hijos de las piedras;  cambia en un instante la vida de sus más grandes enemigos transformándolos en sus mejores amigos. Nada son para Él  nuestras pequeñas dificultades personales, pastorales, organizativas, relaciónales. ¡Démosle autoridad sobre nuestras vidas, sobre nuestra historia, dejémonos plasmar por el Espíritu hasta  tener los mismos sentimientos de Jesús, (cf Fil 2, 5) siervo y buen pastor, y veremos, de vedad, prodigios!

Manos alzadas y corazones abiertos

Si nuestros corazones no se convierten al Espíritu, él no podrá conducirnos como nosotros quisiéramos. Nosotros valemos cuanto vale nuestro corazón: gritaban los jóvenes en Tor Vergara, esperando al Santo Padre, con ocasión del Día Mundial de la Juventud del 2000. Manos alzadas, pues, bien a la vista, en señal de abandono de nuestras vidas a Dios;  manos alzadas para ofrecer el corazón, que está ante todo, bien visible delante Dios. No confiemos al Espíritu solo la mente, el cuerpo, la voluntad: sin la transformación del corazón no será verdadera la renovación. El Espíritu siempre comienza, desde ahí, la verdadera obra de renovación. 

Bendecir a Dios 

Bendecimos a Dios, sin prejuicios ni lamentaciones, que tienen el aliento del antiguo Testamento, todavía no iluminado por la novedad sobrecogedora de Jesús. Ahora, nosotros tenemos a Jesús que ha vencido todas las cosas, y el Espíritu que nos lo está anunciando desde hace 2000 años. No hay nada que el Padre no nos conceda en Jesús, si nosotros disminuimos y dejamos que el Espíritu  crezca en nosotros.

Danzar de alegría

No nos lo tomemos demasiado en serio, como si de nosotros dependiera el futuro de la Renovación, de la Iglesia y el futuro de Jesús. ¿Que es entonces nuestra vida? ¡Un soplo! Un turno de vigilia en la noche, entre sacrificios y cruces, llevados  por amor a Él y, a veces, por nuestra necedad. Si sopla  el Espíritu entonces seremos utilizados por él, para ser llamados, al final de todo, sólo "siervos inútiles". Es decir, no habremos hecho nada especial, ya que es el Espíritu quien lo realiza todo, cuando nosotros se lo permitimos. Acojamos al Señor como la  Virgen, en la pureza de una danza alegre, con la sencillez de los niños, que tanto agradan a Jesús: caminemos danzando





"APRENDER A DISCERNIR"


PRENDER A DISCERNIR 

 

“¡Cuánto nos cuesta Señor, descubrir por dónde pasa tu voluntad en muchas ocasiones de nuestra vida!

¿Cómo ser fiel a tu Palabra, a tu práctica, a tu ejemplo? ¿Cómo actualizar hoy tu mensaje en las situaciones y frente a los problemas de nuestros días?

¿Cómo hacer real, viva y visible, una sociedad nueva y distinta? Aquí, en medio de las injusticias que nos rebelan a diario y que a veces nos hacen crujir la esperanza de la utopía del Reino. Ayúdanos Maestro a seguirte en tu cauce.


Ayúdanos a reflejar hoy, en nuestras vidas, lo que Vos nos mostraste con tu vida. Ayúdanos a creer contra toda incredulidad, ayúdanos a actuar frente a toda inmovilidad, ayúdanos a esperar siempre frente al escepticismo creciente, ayúdanos a dar la vida y perderla por el Evangelio frente al leif motiv de nuestra sociedad que nos grita: ¡salvase quien pueda!

 

Queremos Jesús seguir tus pasos. Poner a Dios en su lugar, arriba de todo. <<Dejar a Dios ser Dios>> y liberarlo de todos los prejuicios y preconceptos que le fuimos <<colgando>> hasta tapar su rostro verdadero.

 

Santificar su Nombre como a diario rezamos en el Padrenuestro.


Lo decimos y no nos ponemos a pensar cómo hacer Santo el nombre y la presencia de Dios en torno a un mundo que al condenar injustamente a la muerte en vida a grandes mayorías, profana ese nombre de Dios. Lo pisotea en cada niño hambriento, sin educación, ni salud, ni vida digna.

 

Colocar a Dios por encima de todo y colaborar en su reinado implica, como Vos, Jesús, gastar la vida en bien y beneficio del otro empezando por los más débiles y marginados de esta sociedad opulenta que ya ni migajas deja para la multitud de Lázaros que claman justicia y dignidad.

 

Queremos Jesús seguir tus pasos. Ayúdanos a descubrir al Dios que se hace menor, se empequeñece, se hace insignificante y revela su presencia entre los más pobres y afligidos.


Ayúdanos a no escandalizarnos por encontrarte no donde creíamos que estabas sino donde precariamente pasas la vida sufriendo y compartiendo los dolores de un pueblo que camina un largo Vía Crucis.


Ayúdanos a no darte vuelta la cara como hicieron el sacerdote y el levita en la parábola que tanto conocemos y tanto más nos cuesta vivir.


Ayúdanos a contemplarte y reconocerte tan vivo y presente en medio de los pobres, volviendo a armar el pesebre de esperanza y vida nueva prometida.

 

Queremos Jesús seguir tus pasos.

 

Queremos aprender cómo discernir la voluntad del Padre. Queremos aprender cómo tenemos que vivir para que nuestras palabras, nuestras acciones, nuestros compromisos, nuestras luchas y nuestras opciones muestren y revelen al mismo Dios que Vos serviste y por el cual diste la vida.

 

Discernir es, ante todo, cómo corresponder al Dios de la Vida, cómo actuar para que su presencia se haga explícita y renueve la sociedad. Discernir es estar dispuesto al conflicto que supone ser fiel a Dios en la construcción del Reino.


No es fácil ser discípulo  y Vos, Jesús, lo anunciaste muchas veces: <<Felices cuando los persigan en mi nombre…>>. Quien se toma en serio el Evangelio que se haga cargo de su cruz. La cruz del rechazo, de la incomprensión, de la mentira, de la persecución y hasta de la entrega de la propia vida.


Discernir es también estar dispuesto a pasar por las consecuencias de un buen discernimiento.

 

Queremos seguir tus pasos, Señor, ayúdanos a discernir según tu Espíritu para vivir de acuerdo con tu práctica liberadora y así ser fieles al Padre Bueno construyendo con gestos y hechos su voluntad del Reino”.


(Marcelo A. Murúa).

viernes, 5 de octubre de 2012

TALLER: Dones, carismas y fenómenos concomitantes.

TALLER: Dones, carismas y fenómenos concomitantes.
Me gustaría partir de una metáfora: la del banquete, de la mesa, de la comida. Formar es alimentar. Nosotros nos alimentamos en el cuerpo, y nos alimentamos en el alma también. La misma importancia que tienen los alimentos para el físico, tienen la formación para el espíritu. Por eso, me gustaría presentar este taller, como un banquete siendo ofrecido. No es con ninguna intención de imponer, sino de ofrecer una mejor formación para nuestra pastoral.
Trabajaremos fundamentalmente sobre la Primera Carta de San Pablo a los Corintios (Capítulo 12 al 14). “Con relación a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que ustedes vivan en la ignorancia” (1Cor. 12,1) (Leer: 1Cor. 12,1-26).
San Pablo, luego al principio del cap. 12 de la Carta a los Corintios manifiesta su preocupación con respeto al tema. Dedica una larga enseñanza sobre estas manifestaciones del Espíritu.
1.      Aclaración previa:
Importante hacer una aclaración: una cosa son los dones del Espíritu, que conocemos y son enumerados ya en el libro de Isaías, que son siete (sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios). Otra cosa son los carismas, estas gracias especiales de las cuáles nos habla San Pablo, y otra cosa son los frutos del Espíritu, que también nos enumera San Pablo, en Gal 5 (caridad, gozo, paz, paciencia, mansedumbre, bondad, benignidad, longanimidad, fe, modestia, templanza, castidad), como consecuencia de la acción del Espíritu en nosotros.
2.    Algunas definiciones importantes:
Es importante antes que nada definir lo que son estos tres términos,  a los cuáles se refiere San Pablo: ministerios, carismas y operaciones. Son correlativos, a semejanza de la Trinidad. Es decir están correlacionados entre sí.
a)    MINISTERIOS: son funciones o servicios que los distintos miembros del Cuerpo Místico de Cristo ejercen para prolongar la misión de Cristo el Servidor de Dios. Ejemplo: ministerio de música, de evangelización, de liturgia, etc… En todas estas funciones se manifiesta la prolongación de la misión de Cristo. Hablamos también del ministerio sacerdotal: la prolongación del ministerio de Cristo en la persona del sacerdote, el ministro ordenado.

b)   CARISMAS: son dones o capacidades que el Espíritu Santo derrama para que podamos ejercer los ministerios. En sentido estricto son las gracias que el Espíritu libremente nos va dando para ordenar al Cuerpo de Cristo nuestras aptitudes; en sentido más amplio incluye estas aptitudes. Ejemplo: no es suficiente saber tocar un instrumento musical, es necesario la ayuda de estas gracias para poder ejercer con mayor unción tal ministerio. Estas gracias, estas capacidades, que llamamos carismas, nos viene a tornar aptos para tal servicio.

c)    OPERACIONES: son actos producidos al ejercitar los ministerios. Como el Padre obra una continua creación, las operaciones son manifestaciones del poder del PADRE. El carisma en acción: profetizar, orar en lenguas, interpretar, etc…

Así como los ministerios están sometidos a la autoridad de los pastores, los carismas están sometidos a su discernimiento. Este discernimiento pasa por la persona, por los pastores, por la comunidad.
3.     La finalidad de los carismas:
-         Manifestar la acción de Dios; “es el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos”. (1Cor. 12,6.)
-         Realizar la Evangelización del mundo;
-         Edificar la Iglesia;
-         Perfeccionar a los cristianos;
-         Liberar de las opresiones y necesidades.

4.    Clasificación de los carismas:
            Los carismas y sus correspondientes operaciones son innumerables. Los clasificaremos según el triple ministerio de Cristo:
Sacerdote: cuya operación genérica es bendecir al pueblo en nombre de Dios y a Dios en nombre del pueblo.
Profeta: cuya operación genérica es transmitir el mensaje divino.
Rey: “servidor de todos”, cuya operación es organizar la comunidad.

            Vale resaltar que el sacramento del Bautismo nos hace: sacerdotes, profetas y reyes. Por el sacramento del Bautismo, nosotros somos sumergidos en Cristo, recibimos su vida, somos constituidos hijos de Dios (hijos en el Hijo).
            Profeta: Transmitir el mensaje

Carismas relacionados a este ministerio:
Apostolado: 1 Cor 12,28; Ef 2,20; 4,11.
Evangelización: Ef 4,11; Hch 21,8; 2 Tm 4,5.
Magisterio: 1 Cor 12,28; Ef 4,11; Rm 12,7.
Palabra de sabiduría: 1 Cor 2,6.7; 12,8; Ef 1,8.17; Col 1,9; 2,3; 3,16; St 1,5; 3,17; Mt 16,16.17; Hch 6,8-10.
Palabra de conocimiento: Rm 15,14; 1Cor 1,5; 8,1.7-11; 12,8; 13,2.8; 14,6; 2Cor 2,14; 4,6; 6,6; 8,7; 11,6.
Profecía: Hch 13,1-3; 21,10-14; Ef 2,20; 4,11; Rm 12,6; 2Pe 1,21.
Exhortación: Rm 12,8; 1Cor 14,3; 2Cor 1,4.
Revelación:  2Cor 12,1.7; Gal 1,12; Ef 1,17; 3,3; Ap 1,1.
Visión: Hch 2,17; 9,10; 10,3; 11,5; 16,9; 18,9; 26,19.
Sueño: Mt 1,20; 2,12;
Discernimiento: 1Cor 2,10-15; 12,10; 14,24-29; 1Jn 4,1-8; Mt 16,15-23; Jn 1,47; Hch 5,3-4; Gal 2,9.

1.      Sacerdote: Expresar bendición
Carismas relacionados a este ministerio:
Fe carismática: Mt 9,22; 17,20; 21,21; 1Cor 12,9; 13,2; 2 Cor 4,13-18.
Prodigios (signos, milagros): 1Cor 12,10.28; Hch 19,11.12.
Transfiguración (resplandor, aura): Ex 34,29-35; 2Cor 3,7-18; Mt 17,2; Hch 6,15.
Estigmas: Gal 6,17; Flp 3,10 (metafóricamente)
Levitación: 2Re 2,3.5.10.11.16; Sir 44,16; Mc 16,19; Lc 24,51; Hch 1,9-11.
Bilocación: 1Cor 5,3s; Gal 12,2s; Col 2,5; Ap 1,10; 4,2; 17,3; 21,10.
Inmunidad: Mc 16,8; Mt 4,6; Lc 10,19; 1Cor 13,3.
Sanidades (interior o física): Mc 3,15; 5,30; 16,18; 1Cor 12,9.28.
Expulsar demonios: Mt 7,22; Mc 3,15; 16,17; Lc 9,1.49; Hch 19,12-19; St 4,7.
Derramar Espíritu: Hch 8,18-20; 9,17; 19,6; Rm 1,11; 1Tm 4,15.
Provocar descanso en el Espíritu: Mt 17,6; Lc 9,32s; Hch 9,4; 22,7; 26,14; Jn 18,6; Mt 28,4; 1Sam 19,19-24; Mc 9,26.
Bendecir: Lc 10,5s; Ef 4,29; Hb 11,20.21; Nm 6,27; 22-24; 2Cro 30,27.
Maldecir: 2Re 1,10; Lc 9,54; 1Cor 5,5.
Glosolalia (Orar en lenguas): 1Cor 12,10.28; 13,1.8; 14,2-40; Rm 8,15.26.27; Jdt 20; Hch 10,46.
Cantar en el Espíritu: 1Cor 14,15; Ef 5,19; Col 3,16.
Balbuceos, gemidos (lenguaje emocional): Rm 8,15.23.26; 1Cor 14,14.
Profetizar en lenguas: 1Cor 14,5.6.9.26.27; Hch 2,4.15-18; 19,6.
Interpretación: 1Cor 12,10.30; 14,5.13-17.26-28.
2.    Rey: organizar la comunidad
Carismas relacionados a este ministerio:
Presidir (pastorear, conducir): Ef 4,11; Rm 12,8; 1Cor 12,28; 1Tm 4,13-16.
Ayudar (servir): Rm 12,7; 1Cor 12,28; Hch 6,3.6.
Administrar: Rm 12,7; 1Cor 12,28.
Dar (distribuir): Rm 12,8.13; 1Cor 12,28; 13,3.
Hospedar: 1Pe 4,9.10; Rm 12,13.
Liberar: Lc 1,68-75; 4,18; Juec 2,16.18; 6,14-18; 15,14-20.
Virginidad (continencia): 1Cor 7,7-9.17.40; Mt 19,11.12.
Paternidad (matrimonio): 1Cor 7,3-17.
Martirio: Mt 10,16-20; Lc 12,11.12; 21,13-19; Jn 15,20-27; 2Cor 1,4-7; 4,7-12; 6,4-7; 1Pe 4,13.14.
Amor carismático: Jn 17,21; 15,26-27; 13,35; 1Pe 4,8-11; 1Cor 12,31 – 14,1.

5.     Fenómenos concomitantes:
Fenómeno: es el aspecto que las cosas ofrecen ante nuestros sentidos; o sea el primer contacto que tenemos con las cosas, lo que denominamos experiencia. Concomitante: que acompaña, colabora. En este caso, fenómeno concomitante, es lo que acompaña la gracia del Espíritu Santo. Una metáfora que nos puede ayudar a entenderlos: el vaso de agua. Esta agua puede estar tibio, caliente, frío… El agua seria la gracia. El fenómeno el estado de esta agua, como ella se presenta. En el caso de la acción del Espíritu: sentir escalofríos, calor en las manos u otra parte del cuerpo, el descanso, las lágrimas, la danza, el canto, sería el fenómeno.
Y lo principal son los frutos que estos dejan: amor, gozo, paz, paciencia, mansedumbre, bondad… (Gál 5,22-23).

6.     Algunos carismas en particular:
Don de lenguas

San Pablo nos dice: "Nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables”. (Rom 8,26).
Es conocido también como Glosolalia. Consiste en una especial unción que nos incita a expresar las maravillas de Dios, no en forma racional, sino como si estuviera embriagados (borrachos). (Hech 2,4; 2,13; 1 Cor 14,2.14.15).
Pablo nos recomienda no extinguir ese carisma. (1Cor 14,5.26). La epístola recalca que éste es un don que puede llegar también a principiantes y estimula a que busquen otros dones más importantes, en particular la interpretación y la profecía (12,31; 14,1.4.5.13).
Consiste en una expresión de una vivencia sobrenatural al nivel de espíritu. Supone, el experiencia interior.
Se da en un estado de abandono espiritual, el sentimiento de dependencia absoluta de toda la vida, para con el Ser divino.
Cuando nosotros oramos en entendimiento, por lo general nosotros pedimos por lo que queremos. Cuando oramos en lenguas, el Espíritu ora por lo que realmente nos hace falta. Dios conoce nuestras necesidades más profundas.
San Pablo, aunque nos dice que el carisma de lenguas es el más pequeño de entre todos los demás, aconseja que se ejercite. Dice: “Deseo que todos hablen en lenguas”. Después sigue: “No prohíban hablar en lenguas” y “no extingan el espíritu”.

Es bueno usar este carisma:
-         Cuando queremos levantar el nivel de nuestra oración;
-         Cuando no encontramos palabras para adorar a Dios, o para expresar todo lo que tenemos en el corazón;
-         Cuando estamos especialmente contentos, como efusión de nuestra vitalidad interior;
-         Cuando intercedemos por alguien, para que la oración sea según Dios, pues muchas veces no sabemos;
-         Cuando nos encontramos en tentación.
Descanso en el Espíritu

Presupone, por lo común, una experiencia de Dios, breve quizás pero bien lúcida. Esto provoca debilitamiento momentáneo de las fuerzas físicas, como si toda la atención quedara ocupada en disfrutar de una “presencia” suave y extraordinaria con una cierta impresión de pesadez. Lo importante es una unción penetrante de paz y dulzura. Se trata, pues, de un pequeñísimo toque místico, una gracia de tipo extático, que no supone ningún alto nivel espiritual ni antes y ni después. Pero, por cierto, suele provocar notables frutos: liberación, sanación, conversión, revelación de misterios o de problemas de infancia olvidados, luz para penetrar la Escritura y la fe cristiana, etc. Estos frutos son la piedra de toque para discernir esta manifestación del Paráclito.
“Cuando el sujeto se prepara para incorporarse de nuevo, sobreviene a veces una pesadez acentuada, muy de paso, como si el cuerpo estuviese pesado o entumecido. En efecto si el sujeto se propone de verdad levantarse, puede hacerlo sin mayor problema; pero de ordinario tendrá deseo de prolongar esta especie de quietud y pasividad”.

La danza en el Espíritu

La danza es un modo natural de celebrar algo y expresar emociones o ideas, viviéndolas con un grado de intensidad suma.
Es vivir la experiencia de David ante el arca (1Sam 6,5-21). La liturgia nos invita con los salmos: “Alabad su nombre con danzas” (Sl 149,3), “Alabadlo con tambores y danzas” (Sl 150,4). Los judíos aún hoy lo hacen: sus bailes populares suelen dar realce a los salmos o canciones religiosas.
La danza en el espíritu supone un nivel mucho más unitivo, con un poco de la embriaguez del Espíritu Santo (ef 5,18s). Esta embriaguez espiritual lleva a gestos desacostumbrados y diversos. Unos, en la abundancia de su felicidad, se derraman en cantos y alabanzas a Dios. Otros derraman lágrimas de gozo. Algunos sienten en sus miembros un deseo impaciente de movimiento; no pueden quedar en su sitio: les hace falta correr, brincar, patalear, batir las manos.
Encontramos referencias a ella en místicos de todos los tiempos. San Basilio, Ricardo de San Victor, Santa Teresa de Ávila, etc.
San Basilio, célebre doctor del s. IV, en su famoso libro sobre el Espíritu Santo, menciona la danza como una gracia mística o pneumática. Dice: “Y así como los cuerpos brillantes y diáfanos, cuando los alcanza un rayo de sol se vuelven muy radiantes y por reverberación hacen brillar otro resplandor, así las almas portadoras del Espíritu y que son iluminadas por el Espíritu, se vuelven espirituales e irradian la gracia en los demás. De aquí: precognición de cosas futuras, conocimiento de misterios, comprensión de cosas ocultas, distribuciones de carismas, ciudadanía celestial, danza, alegría interminable, permanencia en Dios, y el más altos de los anhelos, volverse a Dios” (De Spiritu Sancto, 9,23).
Santa Teresa de Ávila (1515-1582) tenía danza en espíritu. “La ternura y el gozo eran para Teresa manifestaciones tan puras del amor al prójimo y a Dios, que en las recreaciones la inflamaba a veces un ardor impetuoso y se ponía a bailar sin poder resistir el impulso del espíritu, dando vueltas y palmadas, como David ante el Arca de la Alianza; al verla, todas la imitaban, en un arranque de  gozo espiritual” (La vida de Santa Teresa de Jesús, de Marcelle Auclair).

La risa en el Espíritu:

Así como al canto en espíritu San Agustín lo llama jubilación, otras veces el júbilo sobrenatural puede desahogarse en risas u otras explosiones equivalentes. Es manifestación de gozo, fruto del Espíritu.
Es una risa diferente, que sale de dentro, como el canto en espíritu; tiene fuerza interior”.
Este tema podemos encontrarlo en muchos autores místicos.
-                        El Papa S. Gregorio Magno (muerto en el 604), comentando esta expresión de Job, nos describe el júbilo como gracia mística: “Se llama júbilo cuando es concebido por la mente un gozo inefable, que no puede esconderse ni expresarse con palabras y que – sin embargo – se manifiesta por ciertos movimientos aunque no se describa con propiedad” y más adelante repite lo mismo: “Se llama jubilación cuando la alegría del corazón no es plenamente expresada por la eficacia de las palabras, pero de algunos modos manifiesta un gozo de quien goza ni puede ocultar ni expresar totalmente” (Moralia in Job XXIV, XXVIII).
-                        Ricardo de San Victor (muerto en 1173): “el canto de jubilación, es semejante al balbuceo del ebrio, representa la elevación del alma a la bienaventuranza” (Sermons et opuscules inédtits).
La verdadera risa en el espíritu suele desembocar en alabanza ferviente o en adoración silenciosa. A veces vienen mensajes divinos expresando la ternura de Dios, que nos ama como un papá a sus hijitos.

El canto en el Espíritu

Viene a ser una modalidad de la oración en lenguas. Hay gente sin oído musical, que no se atreverían cantar en castellano, pero son embargo, entonan muy bien afinados esta salmodia pneumática.
Suele ser algo muy hermoso, que alienta quienes la viven y a quienes las oyen.
-         Se experimenta una infinita liberación interior y se deja suelta la imaginación e inventiva musical, que juega, salta y danza y se expansiona en ese lenguaje musical amoroso, sin mirar si lo observan, si hay personas delante, si lo juzgan… como un verdadero enamorado.
-         Se siente una seguridad grande de ser escuchado y comprendido por el mismo Dios que está inspirando su “espíritu de canción”.

Si uno nuevo escucha a otros que cantan en espíritu, se aconseja que cierre los ojos, deje la mente en blanco pero centrada en Dios, y se deje embargar por esa experiencia celestial.


El crecimiento de los carismas:
Los carismas están llamados a crecer con el ejercicio. “El plan de Dios es que todo crezca en nosotros. Cuando termina el crecimiento empieza a obrar la muerte. También los carismas deben crecer, mediante nuestra colaboración. Un carisma es siempre perfecto en sí, pero su mayor o menor manifestación dependerá de nuestra correspondencia”, afirma Mons. Alfonso Uribe Jaramillo, colombiano, que escribe con frecuencia sobre este tema.

7.     El discernimiento de los carismas

Discernir es, en cierto sentido, interpretar.
Discernimiento de espíritus: distingue qué es inspirado por el Espíritu Santo, por el enemigo o por la naturaleza.
Tal discernimiento se refiere a las inspiraciones que uno mismo recibe o también a las de otros.
Uno y otro pueden ser realizados en forma individual, cuando el interesado juzga por sí solo o con la ayuda de su director espiritual, y también en forma comunitaria, cuando cierto grupo examina las gracias que uno o todos han experimentado.
Importante: el discernimiento debe siempre estar sujeto al discernimiento doctrinal y ser confirmado por los frutos. Debe está de acuerdo con la sana doctrina de la Iglesia. Los frutos vienen a confirmar si este carisma es verdadero. Si este carisma lo hace crecer en oración, en compromiso con la comunidad, amabilidad, paciencia, tolerancia… y todos los demás que habla Gál. 5.
Cuando se dice discernir espíritus se alude a Dios, al demonio y a veces al psiquismo humano.
La doctrina sobre el discernimiento de los carismas que Pablo presenta en estos capítulos, la sintetizó Pablo VI en un discurso de clausura de un congreso mundial de la Renovación Carismática, el 1 de mayo de 1975.
Allí el Papa Pablo VI, nos recuerda esta triple primacía:
a) Primacía de la Verdad doctrinal (revelada en las Sagradas Escrituras y enseñada por la Tradición).
b) Primacía del bien común.
c) Primacía del amor.

El sacerdote jesuita, P. Alberto Ibáñez, nos habla de una preparación del que va a discernir:
-         Tener ortodoxia y solidez de doctrina dogmática, moral y mística.
-         Sentido común, prudencia, capacidad de conciliar lo místico con lo pragmático.
-         Libertad de esclavitudes: egoísmo, respeto humano, complejos, ansiedades, fanatismo…
-         Familiaridad en el trato con Dios.
-         Práctica en el ejercicio de discernimiento. Conviene aprender a describir lo que uno experimenta: apuntes espirituales, examen o evaluación personal, cuenta de conciencia, discernimiento comunitario…
-         La experiencia aumenta la capacidad de discernir. Hasta los Apóstoles tuvieron que adquirir la destreza para discernir la voz de Dios a costa de pruebas y errores.
-         Comprensión de los otros, con cierta capacidad, no sólo para entender, sino hasta para vivir lo que nos cuentan.
-         Lectura de místicos católicos (San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Ávila, Santa Catalina de Siena, Santa Teresita de Lisiux…).
-         Modestia: no siempre se logra certeza en la evaluación de las gracias ni en la interpretación de los mensajes

Criterios de discernimiento:
-         No suprime la conciencia.
-         Tiene un sello sagrado que lo distingue de lo meramente psicológico.
-         Tiende a fines sobrenaturales, no a saciar curiosidad o los deseos morbosos.
-         Se centra en Jesús y lo glorifica (1Cor 12,3; Jn 16,13s; Ap 19,10).
-         Está en conformidad con la revelación bíblica (Dt 13,2-6; Gal 1,8).
-         Coincide con el Magisterio eclesiástico.
-         Renueva el mensaje de Cristo que es, inseparablemente, muerte y resurrección.
-         No busca ventaja personal del que ejercita.
-         Hace crecer a la comunidad en fe y en amor (1Cor 14,4).
-         Produce libertad interior, consuela y anima, da vida.
-         Produce los frutos del Espíritu (Gál. 5,22ss).
-         Convierte a los pecadores (Jr 23,22; 1Cor 14,24s)
-         Despierta persecución por parte de los que no creen, los pecadores (Mt 13,57; 23,34s; 1Pe 4,14).
-         Es confirmado a veces por otros signos del poder divino.

Como discernir que carisma tengo?

a)    Deseo sobrenatural
Es el primer signo, o sea una vocación que a veces puede llegar a la conciencia de un llamado. Uno siente un deseo desinteresado (basado en la gloria de Dios o en una necesidad objetiva), prudente, moderado, ese deseo sobrenatural sí puede ser signo de una naciente vocación para tal o cual ministerio.

b)    Fe carismática
Acá es diferente de la fe teologal. Es el fundamento de otros carismas. Está relacionado a una CONVICCIÓN y UNCIÓN, de que el Espíritu viene en ayuda de mi espíritu. Es una convicción concreta, interior de que Dios quiere y puede ahora usarme para eso.

c)    Ejercicio adecuado
“Que cada uno ponga al servicio de los demás los carismas que ha recibido” (1Pe. 4,10).
Los carismas son facultades, capacidades, que tiene el Cuerpo de Cristo, es decir la Iglesia.

d)    Unción
Lo que diferencia una tarea humana de otra movida por el Espíritu es precisamente la unción, o sea, la experiencia del Espíritu a través de los frutos (Gál. 5,22ss).

e)    Gozo
Cuando uno se realiza en su vocación, experimenta una satisfacción que no es puramente humana, sino auténtico fruto.

f)     Edificación común
Las operaciones pneumáticas son manifestaciones de la acción divina para la edificación de la Iglesia.

g)    Discernimiento de otros
Aunque yo crea que se han dado todos los signos mencionados, será de gran provecho contar con el discernimiento de otros.
Después de la oración conviene realizar discernimiento comunitario, para que todos crezcan y reconozcan los ministerios que el Señor les está concediendo.

h)   Mandato
Cuando ejerzo un carisma, se convierte en operación, que debe ser discernida por otros, como hemos visto. Al repetirse, se convierte en ministerio, que requiere el mandato.
Este mandato parece tan obvio que San Pablo argumenta: “¿Cómo predicarán si no son enviados?”(Rom. 10,15).
Los que tienen carisma de liderazgo, por ejemplo, tiene que estar sometido también a un mandato.
Es lógico distinguir los ministerios confiados por ordenación o delegación, como el de catequista, lector o ministro de la eucaristía. El Concilio Vaticano II reconoce esta diferencia, (LG 4), pero también los segundos los subordina a la jerarquía.

8.    La preeminencia del amor (1Cor. 13)
El amor es el más importante de todos los carismas. A él es dedicado todo un capítulo (1Cor 13). El amor es quien posibilita la comunión entre los diferentes carismas.

BIBLIOGRAFIAS CONSULTADAS Y  SUGERIDAS PARA PROFUNDIZAR EN EL TEMA:
1.      EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS, La Biblia. San Pablo, 30º. Edición, Madrid, 2008.
2.    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA.
3.     UNIÓN CON DIOS POR LA ORACIÓN, Comunidad de Convivencias con Dios, Tomo I: oración ordinaria y carismática, editorial Convivencias con Dios, Buenos Aires, 2009.
4.    IBÁÑEZ, Alberto. LENGUAS I: QUÉ ENSEÑA SAN PABLO, Convivencias con Dios, 4ª. Edición, Buenos Aires, 2005.
5.     IBÁÑEZ, Alberto. LENGUAS III: PARA CRECIMIENTO PERSONAL, Convivencias con Dios, Buenos Aires, 2007.
6.     IBÁÑEZ, Alberto. LENGUAS IV: EXPLICACIÓN PSICOLÓGICA Y MÍSTICA, Editorial Lumen, Buenos Aires, 1996.
7.     FALVO, Serafino. EL DESPERTAR DE LOS CARISMAS, Comunidad María Mediadora, 2007.