COMUNIDAD DE BUENA NUEVA.RCCE

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domingo, 12 de junio de 2011

Video presentación de Efusión del Espíritu.


  En el principio de la vida de la iglesia se bautizaba sólo a los convertidos, sin embargo hoy, en el momento presente, el desafío es aún mayor, debemos convertir a los ya bautizados.
En los albores de la era cristiana, la iglesia se volvió misionera y proclamaba la Buena Nueva de la salvación a todo el mundo conocido, sin embargo hoy, es la iglesia misma quien debe ser misionada y evangelizada desde el interior porque la iglesia ya no es la barca que pesca hombres, en el lago del mundo, sino el lago mismo dónde Jesús lanza sus redes para pescar a los que no creen. En la actualidad, cada uno de nosotros, como laicos comprometidos, tenemos que hacer frente a un gran desafío, el de la EVANGELIZACIÓN con mayúsculas. Así nos lo recuerda la iglesia cada día.

El mandato de Cristo resucitado a los suyos, de llegar hasta los confines de la tierra anunciando el Evangelio y bautizando a los convertidos, se ha transformado aquí y ahora en: ¡ID y evangelizad a los bautizados!
Desde la renovación carismática creemos, que lo que mas necesita la iglesia hoy, es una verdadera evangelización, un nuevo anuncio que lleve a los ya evangelizados, ó sea, a cada uno de nosotros, a tener una auténtica experiencia de salvación. Mientras que no se comience a evangelizar de esta manera, todo lo demás será construir sobre arena. Para ello, al presente, nos ayudamos de la persona de Jesús, a quien reconocemos en nuestra vida con tres grandes títulos: Salvador, Señor y Mesías.
Porque quién se ha encontrado con este Jesús experimenta las primicias de una autentica liberación y sanación interior.
Lo cierto es que muchos de nosotros hoy, como católicos, no reflejamos el gozo y la alegría profunda de sentirnos hijos de Dios, no será que aún, nos estamos cuestionando, si hemos encontrado el tesoro, “la perla preciosa”.
Lo cierto es que la vida cristiana es una interminable serie de experiencias de Dios por la fe, conocer a Dios, intimar con Él,  ha de ser para cada uno de nosotros una realidad de la que el mundo, ni la sociedad hoy debe privarnos y ha de ser así porque Dios mismo se nos revela cada día en el comienzo de nuestra vida.
A veces olvidamos que el Evangelio es una noticia y noticia buena. Es decir, el anuncio alegre y jubiloso de algo que ya sucedió y que continúa sucediendo hoy: porque Dios desea que tú te salves, íntegramente por el anuncio de la muerte, resurrección y glorificación de Cristo Jesús. Pero la auténtica noticia es que ¡JESUS YA NOS SALVÓ! Pero solo el Espíritu Santo nos hace pertenecer a Cristo. Él es el principio de la vida nueva que Cristo vino a darte a conocer a ti. Y si esta verdad que yo anuncio en medio de esta comunidad eclesial se cumple, ¿por qué? –Me pregunto- nuestras comunidades cristianas parecen más un cementerio que una manifestación de la vida en abundancia que Cristo vino a traer a este mundo, vida que Cristo ganó para ti.
Recibimos el bautismo y no vivimos como reyes, sacerdotes y profetas que es, a lo que nos da derecho nuestra herencia.
Nos hemos conformado con el pan duro de la tristeza, con el queso de la amargura y la monotonía, desaprovechando que Cristo ya pago por nosotros con su sangre preciosa. Y lo peor, eso es lo que damos a nuestra familia y a todos los que nos rodean, ignorando la lotería formidable que nos ha tocado y que egoístamente reservamos para nuestro interior.

Hoy día, más que nunca, la iglesia está precisando un nuevo Pentecostés,  Pentecostés que manifieste con claridad y poder la vida abundante que Cristo vino a traer a este mundo. Naturalmente hablamos del kerigma, o sea del anuncio de la muerte, resurrección y glorificación de Cristo Jesús, nuestra tarea es presentar este anuncio en primer lugar a los que han sido bautizados, también a quienes no han tenido un encuentro personal con Jesús, a quienes aún no han experimentado en sus corazones el gozo y la alegría de sentirse hijos de Dios; también a los que han sido confirmados pero que jamás han experimentado el poder del Espíritu Santo; a los que van a misa los domingos pero su vida no es una eucaristía que consagre el mundo a Dios; a los obispos y sacerdotes, religiosas y religiosos, para que experimenten en su vida lo que saben con su inteligencia y para que con su aptitud, nos ayuden a vivir la fe y no tengan que vivir de fe; a los catequistas para que desde su apostolado, con niños y jóvenes, sean ellos los primeros en vivir y experimentar en sus corazones la vivificante experiencia de la presencia del Espíritu, en fin, a todos los que reciben los sacramentos pero que todavía no han tenido la experiencia real y concreta de la salvación en Jesús.
Construir una comunidad viva con el poder del Espíritu Santo, comunidad en la que la justicia y el amor de unos por otros guíen nuestros pasos a la vida nueva traída por Jesús. ¿Pero como vivir esa clase de amor? si de algún modo, muchos de nosotros no hemos experimentado en nuestros corazones el amor de Dios, como fuente de la que saciar nuestros deseos de felicidad. Este Dios nuestro que nos amo primero y  derramo abundantemente en nuestros corazones ese mismo amor por el don de su Espíritu.
Muchos de nosotros, desde la experiencia de la RCCE podemos testimoniar porque hemos sido testigos, con nuestra vida cómo y de qué manera Dios nos ama, siempre fiel, sin limites, porque únicamente Dios es capaz de dar sentido a nuestra vida, a la nuestra y a la de todos aquellos que en Él creen.”Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” prometió Jesús en Juan10, 10. Nosotros no queremos cambiar tu forma de pensar aunque si, tu modo de vivir la vida, por eso te proponemos hacer el mejor viaje de tu vida, qué puedes perder, vive de diferente modo a cómo vive el resto de la gente, atrévete. Da un portazo a tu vida de siempre, abre las puertas de tu corazón a la verdadera existencia, experimenta la alegría de vivir, llena tu vida de una experiencia nueva, libérate del dolor que no te deja ser feliz, aparca tus preocupaciones, mira dentro de ti, verás la luz de una vida nueva, ven a conocerla, el Señor te da la oportunidad de levantarte, porque…. Tú, eres de los que se arriesgan o simplemente, te conformas.
Si tu corazón está sediento de amor. Si quieres descubrir el mapa de la mina, “la perla preciosa”, el tesoro que está escondido en el corazón de Dios y en el campo de la iglesia católica: la renovación carismática, si quieres dar el paso de las tinieblas a la luz, de la mentira de una vida vacía a la verdad de una vida nueva, si no quieres caminar solo, ven…ven y veras.
Dios es el único que puede cambiarlo todo, nuestra vida, tu vida, yo soy testigo de su poder. Lo único que Él te pide es: que abras tu corazón, cree en Él para que pueda actuar. Es Él quién lo hará porque nosotros solos no podemos.
Hoy se abre una puerta en tu vida, esta es tu gran oportunidad. No olvides que Cristo ya pagó para que tú tuvieras una vida nueva.
Atrévete a dar el paso porque el maravilloso plan de Jesús está hoy a tu alcance….
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miércoles, 8 de junio de 2011

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TESTIMONIOS

Yo les voy a decir públicamente que antes de entrar en la Renovación Carismática, yo no creía en ella, si hay alguno entre ustedes que han dudado de esta realidad que vive la Iglesia, yo confieso que yo también dudaba, yo no creía mucho en estos grupos de oración, era en el año 1973 se estaban reuniendo unos grupos de oración en la capital Dominicana, oía decir que algunos recibían el don de lenguas, yo me preguntaba como podía ser, si yo llevo años estudiando español y todavía tengo dificultad para hablarlo y ellos dicen que hablan en lenguas en una noche, eso no me convencía mucho, decían que otros recibían el don de profecía, de sanación y no me interesaba eso.

 Yo trabajaba mucho en la República Dominicana era superior de mi congregación, ya llevaba ocho años de superior, era provincial y me estaba matando trabajando para edificar seminarios de noviciado, escuela de evangelización, un centro de promoción humana y no me daba cuenta que me estaba agotando con mucho trabajo y caí enfermo, no fue el Señor quién me mando la enfermedad, fui yo, que con mis excesos de trabajo me enfermé, porque hay que ser mas prudentes, y yo no lo fui. Enfermé el 14 de Junio del año 1973, caí enfermo de tuberculosis pulmonar aguda, entré en el centro médico muriéndome, casi no podía respirar, pasé una noche bien difícil en el centro médico, porque me estaba asfixiando, la respiración se me hacia casi imposible, muchas veces en mi vida había meditado sobre la muerte, muchas veces había predicado sobre ella pero nunca había hecho el ensayo de la muerte, y aquella noche lo hice y se lo digo a ustedes “no me gustó , yo tenía la impresión que no iba a pasar la noche pero gracias a Dios que los médicos con el oxígeno, me ayudaron a pasar la noche y me examinaron, me dijeron que tenía tuberculosis pulmonar aguda, tuberculosis galopante porque era muy fuerte, los dos pulmones heridos. Cuando los médicos me dijeron esto, yo pedí regresar a mi país a Canadá donde vive mi familia, para ir a un hospital especializado para tuberculosos.

 Entonces tuve la experiencia de ese poder de la oración, en el hospital los médicos me examinaron, y me dijeron que tal vez con un año de tratamiento en el hospital yo iba a regresar a mi casa. Era la única esperanza que me daban, y antes de comenzar los médicos el tratamiento, recibí la visita de cinco laicos que eran miembros de la Renovación Carismática, tres hombres y dos mujeres, y cuando me dijeron que estaban en un grupo carismático a mi me daba risa interiormente, pero por respeto no dije nada; venían a visitarme, me dijeron: Hemos venido a orar por usted para pedir al Señor, que lo sane y usted vuelva a trabajar en su apostolado en Santo Domingo , yo acepté su oración, la verdad estaba tan enfermo que estaba dispuesto a aceptar cualquier cosa aún de los carismáticos, a pesar de que no creía mucho en ellos, pero ellos tenían mucha fe, y me dijeron: Vamos a imponerle las manos si usted permite, y vamos a orar para pedirle al Señor que lo sane , estaba sentado en mi silla al lado de la cama y me recuerdo como si fuera ahora, se acercaron y me pusieron las manos sobre la cabeza y sobre los hombros y comenzaron a orar, me encontraba tan ridículo debajo de ellos, que me estaban poniendo las manos, yo nunca había visto esto y mientras oraban me di cuenta que la puerta de la habitación estaba abierta y la gente que pasaba por el pasillo se quedaba mirando, me daba como apuro y dije: Si quieren vamos a cerrar la puerta , una señora dijo: Sí como no , salió y cerró la puerta de la habitación, pero ya Jesús había entrado, ellos siguieron orando y el Señor me sanó totalmente sin ninguna medicina, el Señor me sanó en el espacio de tres o cuatro días, mas o menos.

 Estaba ya perfectamente sanado y el médico no entendía lo que me pasaba, y yo todavía no estaba tan seguro de esta Renovación Carismática como para hacerle propaganda, no le dije al médico nada de los carismáticos, estaba esperando que me pasaría, pero me sentía bien, mi respiración iba bien, ya me volvió el apetito dormía bien, y el médico que quería comenzar los tratamientos, al ver lo que pasaba estaba muy sorprendido, y dijo de volver a examinarme de nuevo con una nueva radiografía, cuando observó la nueva radiografía descubrió que mis dos pulmones estaban perfectamente cicatrizados.

 Las heridas que hizo la tuberculosis en mis pulmones, me había hecho sufrir mucho, los médicos tenían la primera radiografía con los dos pulmones muy heridos por la tuberculosis, y la nueva radiografía les enseñaba mis dos pulmones bien cicatrizados, el médico no sabía lo que pasaba y me dijo: Padre vuelva a su casa usted está muy bien, pero esto va en contra de todas nuestras teorías médicas, no sabemos lo que ha pasado .

 Entonces salí del hospital muy contento, sanado, y comencé a asistir a los grupos de oración carismática ya no tenía ese prejuicio de antes, yo quería saber que era esa renovación, la gente me pedía que diera mi testimonio, al principio no quería darlo, porque pensaba que podía volver a recaer, todavía estaba asustado.

 Pero ellos dijeron: Dé gracias por lo menos por lo que ha recibido, porque usted salió del hospital , y comencé a dar mi testimonio y de un grupo a otro me invitaron, y al final de la asamblea de oración me pedían orar por los enfermos, yo oraba por ellos y no pasaba nada. Pasaron los meses de Septiembre, Octubre, y fue el 18 de Noviembre del 1973 que por primera vez, vi a una persona recibir sanación mientras oraba por él, era un hombre que sufría mucho de artrosis, que casi no podía caminar y que me pidió que orara por él, yo hice una oración al Señor pidiéndole que le sanara, durante la oración el comenzó a sudar mucho y se emocionó y lloró, no sabia lo que le pasaba, pero cuando terminó de llorarse levantó y dio un brinco saltando de alegría, gritando y diciendo: ¡Ya no siento nada¡ , el Señor le había sanado su artrosis totalmente en el espacio de unos minutos. Era la primera vez en mi vida que veía a una persona recibir sanación durante la oración que hacía por él, yo había recibido mi sanación mientras otros oraban por mí, pero ya a partir de ese día, me animé a orar más por los enfermos al ver que el Señor responde a la oración, y poco a poco el Señor me ha ido dando ese carisma de sanación.

 Y les digo a ustedes que la oración tiene poder y que esta renovación no es un cuento, es una realidad, es un regalo del Espíritu Santo a la Iglesia de hoy para renovar la fe de la Iglesia para fortalecerla, para renovar la oración; el Espíritu Santo está renovando la evangelización y nos está dando carismas que son dones ministeriales, dones para servir, y dones que acompañan de una manera maravillosa a la evangelización. Poco a poco fui conociendo mejor la renovación, regresé a Santo Domingo un año después, habiendo estudiado la renovación carismática en Canadá y en Estados Unidos, después de haber participado en muchos retiros sacerdotales, y de seglares sobre la renovación, congresos etc. Regresé con el deseo de trabajar en esta línea pastoral de la Renovación, regresé el mes de Julio del 1974, ya había pasado un año en Canadá. Me nombraron párroco en una parroquia, donde comencé un grupo de oración, cada semana hacíamos una oración por los enfermos al final de la asamblea, y cada vez el Señor sanaba algún enfermo.

 Son signos donde Dios manifiesta su compasión, su poder, dice el Señor: Manifestaré mi santidad ante las naciones y verán que soy tu Dios, y es verdad que se está manifestando a través de muchos signos, signos de conversión, de liberación, de sanación física, de sanación interior, signos maravillosos para edificar la comunidad.

 Yo pensaba regresando a Santo Domingo, que los sacerdotes iban a decir: “si el Padre Tardif aceptó la renovación carismática tiene que ser una cosa seria, porque antes de ser carismático era un hombre serio, era provincial de mi congregación, y los tres últimos años era presidente de la conferencia religiosa en el país, entonces me tenía por un hombre serio, pero al llegar me di cuenta de que no se pueden convencer lo sacerdotes tan fácilmente.

 Algunos comenzaron a sospechar de mí, oían decir que había sanaciones en mi parroquia y uno fue a ver que pasaba, puesto que cada semana pasaba una multitud de gente que venían de fuera con coches y autobuses para la oración, y se llenaba la iglesia. Un sacerdote vecino se coló entre la multitud para ver lo que pasaba y asistió a la asamblea, al final yo hice una oración por los enfermos y terminé orando y cantando en lenguas, cuando el sacerdote salió de allí, salió diciendo: “El padre Emiliano sanó de la tuberculosis de los pulmones, pero enfermó de la cabeza. Entonces me dí cuenta que a los sacerdotes no se les puede convencer discutiendo, lo que les convence son los testimonios de vida que cambia a las personas, son los frutos de la renovación.


TESTIMONIO DEL PADRE RAINIERO CANTALAMESSA.

Testimonio del Padre Raniero Cantalamessa sobre su bautismo en el Espíritu Santo. Predicador de la casa pontificia

Mi historia personal con el Señor empezó muy temprano. Fui bautizado a los pocos días después de mi nacimiento; pero esto no era todavía un encuentro personal. Mi primer encuentro personal fue a los trece años. Yo estaba en un Colegio de Capuchinos. No sabía todavía lo que iba a hacer en mi vida, cuando tuvimos un primer retiro y escuché por primera vez las grandes verdades de nuestra fe: el amor de Dios, la vida eterna, el infierno ... Recuerdo muy bien la impresión que me dio la meditación sobre el infierno; me hizo entender que la vida es algo muy serio, una aventura muy seria. Y escuchando estas verdades, exponiéndome por primera vez a la luz del Evangelio, percibí inmediatamente mi vocación, me sentí llamado por el Señor a hacerme sacerdote franciscano. El ser franciscano era secundario en aquel momento; lo que era primordial era que yo dedicaba mi vida al Señor Jesús.

Empecé mi formación que duró muchos años. Estudié, fui ordenado sacerdote en Loreto, que es un lugar donde hay un Santuario de la Virgen muy importante. Fue ordenado sacerdote en 1958, hace muchos años, algunos de vosotros todavía no habíais nacido. Después los superiores me enviaron a Suiza a estudiar Teología y me doctoré en Teología estudiando a los Padres de la Iglesia. Después me enviaron a la Universidad Católica de Milán para profundizar en el conocimiento de las lenguas clásicas, latín y griego, para estudiar mejor los Padres de la Iglesia y la Escritura.

Cuando terminé mis estudios de filología clásica, me invitaron a quedarme a la Universidad. El Rector de entonces que era un santo. Ahora está en proceso su beatificación. Él fue un precioso laico para la Iglesia de Italia. El me invitó a ser su ayudante y después de dos años se instituyó una cátedra para mí que era la cátedra de Historia de los Orígenes del Cristianismo. Se estudia en esta cátedra el Nuevo Testamento y los primeros siglos de la Iglesia, un precioso campo.

Llevaba allí enseñando varios años y predicaba los domingos algunas homilías, pero nada más. Mi papel era sobre todo la búsqueda científica. Estaba contento y mis superiores decían que estaban muy orgullosos de tener un miembro de su orden en la Universidad Católica. Es una importante Universidad que en aquel tiempo; tenía unos veintidós o veintitrés mil estudiantes.

En 1975, una señora a quien yo acompañaba en su camino espiritual, regresó de un Retiro de fin de semana en una casa de Milán y me dijo: “He encontrado un grupo de personas extrañas que oran de una manera nueva, que levantan las manos y se habla incluso de milagros que ocurren entre ellos”. Y yo como un buen director espiritual muy prudente le dije: “Tu no irás más a estos Retiros”. Eran los primeros grupos de oración de la Renovación Carismática que llegaban a Italia. Esta señora obedeció, pero me invitaba a acudir a algunos encuentros de la R.C. para ver ... Una vez me llevó a Roma a un Encuentro. Yo estaba allí como observador. Había cosas que no podía aceptar, por ejemplo: abrazarse, besarse ... Yo expongo mis dificultades porque sé que hay muchos que hoy encuentran las mismas dificultades, sobre todo entre el clero. Entonces me pidieron que confesase. Y escuchando estas confesiones fue mi primer impacto con la gracia. No simplemente las manifestaciones, sino la gracia interior de la Renovación Carismática. Porque había un arrepentimiento que yo raramente había encontrado y se trataba de laicos, de gente muy normal. Me parecía que los pecados caían como piedras de su alma. Había una liberación, una gracia, lágrimas... Yo estaba asustado y me decía a mi mismo: “ No puedes negar que aquí está la gracia de Dios. Éste es el Espíritu que obra, porque solamente Él puede dar una idea, un conocimiento tan claro del pecado, un arrepentimiento tan grande”. Pero todavía estaba en una posición de juez. Juzgaba lo que me parecía bueno, lo que no me parecía bueno. Y los animadores de entonces, los líderes, decían a los hermanos : no vayáis a ese sacerdote porque él es un enemigo de la Renovación Carismática.

Tengo que decir otra cosa. Para mucha gente el primer impacto con la R.C. se manifiesta en lágrimas, para mi fue en una sonrisa. Yo tuve mucha dificultad en reprimir mi risa, pero sentía que era un reír santo, diferente. Era como si Dios me sacudiera, para sacudir el hombre viejo y hacerme salir de mi seguridad, de mi orgullo. Y está fue la primera ofrenda de liberación que el Señor me daba.

Di un curso en la Universidad en aquel momento sobre los movimientos carismáticos proféticos de la primera Iglesia, para intentar comprender algo de esta nueva manifestación en la Iglesia. No me ayudó mucho esta búsqueda científica, pero me sirvió porque me mantuvo en contacto con la R.C.. Ellos me conocían, incluso me invitaban a dar algunas enseñanzas; y yo estaba ahí, atraído, fascinado por lo que veía. Yo me decía a mi mismo: “Esto es lo que pasaba en las primeras comunidades cristianas, tú lo sabes, tú estudias esto y sabes que esto es precisamente lo que pasaba en aquellas primeras comunidades: carismas, profecías, laicos tomando su papel en la vida de la Iglesia, no callando siempre, no sólo hablando el sacerdote...” Algunas objeciones, que yo ponía, fueron encontrando su respuesta. Por ejemplo, para mí era una dificultad ver que si aquello era del Espíritu de Dios, por que había algunas cosas que eran claramente carnales y humanas. El Señor me hizo comprender que el don de Dios está siempre mediado por los hombres, la debilidad humana. El carisma de la autoridad en la Iglesia a veces no está ejercitado de manera perfecta porque existe la ambición, el poder y a nadie se le ocurre abolir la autoridad. Lo mismo tenemos que decir de otros carismas : no están empleados de manera angélica pero es la manera de Dios de obrar con medios humildes, pobres y defectuosos.

En 1977 una mujer -notad que hay siempre una mujer como mediadora; y éste es un don de la mujer, ser una ayuda; el hombre debe ser una ayuda también- , una mujer ofreció cuatro boletos con todo incluido para ir a América a un Encuentro Carismático Ecuménico que tendría lugar en Kansas City en los Estados Unidos. Uno de estos boletos se le ofreció a un profesor de teología que después fue nombrado arzobispo de Turín y fue cardenal, ahora jubilado. Pero en el último momento su madre enfermó y no pudo ir. Este boleto llego a mí. Yo me decía: “Será una experiencia más”. Yo tenía que ir a los EE.UU. para aprender inglés y me decía: “En una semana todo habrá acabado y yo iré a mi comunidad capuchina”.

Me fui a este Encuentro. Había 40.000 personas. La mitad católicos y la otra mitad de otras confesiones cristianas, muchos pentecostales, anglicanos y toda clase de confesión cristiana. Y allí yo seguía en esta posición de observador que está interesado con algunas manifestaciones, como la manera de proclamar la Palabra de Dios con tanta unción, pero rechazaba otras expresiones que no entraban en mi esquema mental. Por la mañana cada Iglesia se reunía por su cuenta y por la tarde nos reuníamos todos juntos en un estadio escuchando, cantando ... Hubo una escena que siempre me quedará grabada en la memoria. Una tarde, un líder de la R.C. muy conocido, tomó el micrófono y empezó a hablar de una manera nueva para mí. Él dijo: “Llorad y haced lamento porque el cuerpo de mi Hijo está destrozado. Vosotros, los obispos, llorad y haced lamento porque el cuerpo de mi Hijo está destrozado, vosotros los sacerdotes, los pastores, los laicos...” .

Mientras él hablaba yo empecé a ver la gente que caía a mi alrededor hasta que todo el estadio era una inmensa muchedumbre de gente llorando de arrepentimiento por la división, la discordia entre los cristianos. Y todo esto pasaba y había un gran letrero sobre el cielo, un letrero electrónico que decía: Jesus is Lord -Jesús es Señor-. Me pareció una profecía: La Iglesia, reunida en un lugar, formando un solo cuerpo, todos de rodillas lloramos, pidiendo perdón al Señor bajo el señorío de Cristo. Fue allí cuando concebí este libro, “La vida en el señorío de Cristo” que ahora se titula de forma más sencilla “La vida en Cristo”, porque era el descubrimiento del Señorío de Cristo, de Jesús, el Señor. Era muy extraño porque yo como profesor había estudiado este título: Kirios, Señor. Conocía su importancia; pero me parecía algo nuevo porque para mi el descubrimiento del señorío de Cristo es el alma de la R.C., su fruto más profundo. La experiencia del Espíritu viene sobre los que proclaman a Jesús Señor. Tengo que decirlo con gran vergüenza: no estaba todavía convencido. No era mala fe, sino que, como sacerdote, como hombre de estudio, me sentía obligado a discernir y ser prudente, tal vez demasiado prudente. Había un canto que se cantaba allí que era la historia de Jericó que cae al son de las trompetas. Esta canción cuenta la historia y había un estribillo que repetía: “Jericó debe caer”. Cuando se cantaba este estribillo, imaginad éramos 40.000 personas, mis compañeros italianos me daban codazos y me decían: escucha bien porque Jericó eres tú. Y Jericó cayó. No inmediatamente, no tan fácilmente.

Me invitaron a un Retiro en New Jersey y tengo que comentar la importancia de no criticar a los sacerdotes que tienen dificultades en aceptar la Renovación, sino amarles. Fue el amor que yo encontré en mis hermanos, sobre todo en un joven sacerdote irlandés que trabaja en América, su paciencia, sus cuidados y atenciones. Esto preparó el terreno para mi experiencia. Me fui a esta casa de Retiro, pensando en quedarme allí un día y después irme a mi comunidad capuchina en Washington. Me dijeron quédate aquí. Y empezó una lucha en mí. Yo me decía: “Esta no es una casa de perdición, es una casa de Retiro, si me quedo no me puede hacer mal.. Entonces, ¡me quedo Señor!; te doy esta última posibilidad de convencerme, de hablarme”.

Empecé aquella semana que concluía con el bautismo en el Espíritu. Insisto, compartir mis dificultades puede ayudar a otros. Había todavía en mí una resistencia. Yo me decía: “Soy ya bautizado, sacerdote, religioso. Yo soy hijo de San Francisco de Asís. Tengo a S. Francisco como mi padre. ¿Que más necesito?. ¿Que pueden darme estos hermanos laicos?”. Era una objeción de la carne, del hombre viejo, evidentemente. Y continuaba retumbando en mí esta frase: “Yo soy ya hijo de S. Francisco de Asís, tengo ya una hermosa espiritualidad”. Y mientras yo pensaba esto, una mujer -siempre una mujer- abrió la Biblia y, sin saber nada, empezó a leer. Era el pasaje donde Juan Bautista dice a los fariseos: “No digáis en vuestros corazones: tenemos a Abraham como nuestro padre”. Yo entendí que el Señor me hablaba a mi. Y ésta es la manera del Señor de hablar a través de la Escritura. Estaba claro que el Señor contestaba a mi objeción. Me levanté, no hablaba todavía inglés, hablaba en italiano, pero extrañamente todos parecían entenderme y dije: “Señor, no diré ya más que soy hijo de S. Francisco de Asís porque me doy cuenta de que no lo soy. Te pido a Ti que hagas de mí un hijo verdadero de S. Francisco de Asís y si para eso es necesario someterme al bautismo en el Espíritu, acepto”.

Empecé a prepararme para recibir el Bautismo en el Espíritu. Esta fue la ocasión para mí, como teólogo, de preguntarme qué es este signo del bautismo en el Espíritu de la R.C. . Y lo que percibí en un primer momento es lo siguiente: es una manera de decir a Dios este “si, acepto”, que otros dijeron por mí en mi bautismo. En mi bautismo, la iglesia peguntó: ¿crees en Dios?. Y otras personas -que fueron mis padres- contestaron: si, creo. ¿Aceptas a Jesús como Señor?. Y me di cuenta que ahora había llegado el momento de decir yo en primera persona a Jesús: sí, acepto a Jesús como Señor. También era la ocasión para renovar mi profesión religiosa, mi ordenación sacerdotal, renovar todo por el Espíritu Santo. Después tuve la ocasión de reflexionar sobre el Bautismo en el Espíritu, también he escrito algo en mis libros. Para mí es una gracia de renovación de todo el rito de la iniciación cristiana, el bautismo, la confirmación. Pero es también una gracia extraordinaria que no se puede explicar con las categorías que ya conocemos. Es una gracia, es una respuesta a la plegaria del Papa Juan XXIII que pidió a Dios un nuevo Pentecostés para la Iglesia Católica. El Señor ha contestado y esta gracia es una gracia especial de un Pentecostés renovado para la Iglesia del final del II Milenio y tal vez de todo el III Milenio. Es una gracia especial y esto explica por qué esta gracia del Bautismo en el Espíritu, de un nuevo Pentecostés, no es sólo conocida por nosotros los católicos; también los protestantes la conocieron antes que nosotros y para ellos también es una gracia especial.

La última impresión que recuerdo, en la vigilia de mi bautismo, es que paseaba por el parque y el Señor me habló con una imagen, como muy a menudo el Señor hace. Es una imagen que se forma en mi interior y que es una palabra. Imágenes que son palabras que se graban a fuego en el alma. Es una manera de Dios de comunicarse con sus criaturas. Yo me veía como un cochero que estaba sobre un coche y tenía las riendas del coche. Intenté guiar y decidir si ir rápido o despacio, a derecha o izquierda. Entonces me pareció que el Señor Jesús subía a mi lado y muy amablemente me decía: ¿Quieres darme las riendas de tu vida?. Hubo un momento de pánico porque me di cuenta que esto significaba que si yo daba las riendas de mi vida al Señor, a partir de ese momento yo ya no volvía a ser más el señor de mi vida, el dueño de mi vida. Él sería el Dueño de mi vida. Por gracia de Dios, en momentos como éste se descubre qué es la gracia de Dios. Se descubre lo que dice San Pablo que todo es gracia, que por la gracia somos salvados. Por la gracia de Dios encontré en mi corazón un sí, Señor, toma las riendas de mi vida porque yo me doy cuenta de que no puedo ni siquiera decidir sobre mi vida; mañana podría estar muerto; entonces ... toma Tú, Señor, las riendas de mi vida. Ahora tengo que hacer en voz baja una pequeña confesión pública : muy a menudo, de muchas maneras, he intentado retomar las riendas de mi vida y esto son las debilidades humanas; pero cada vez, el Señor me hace comprender que una vez que se le han dado las riendas no se pueden volver a tomar.

Llegó el momento de esta oración del Bautismo en el Espíritu y había muchas profecías y todas eran sobre un ministerio que era la proclamación del Evangelio. Un hermano -este sacerdote irlandés- decía: “Tu encontrarás un nuevo gozo en tu vida en proclamar MI Palabra”. Ya he dicho que hasta ese momento yo no era un predicador y no sabía qué significaba esta palabra. Se hablaba de Pablo que iba a Antioquia y anunciaba el Evangelio a todas las naciones. Hubo un momento en que me dijeron, ahora elige a Jesús como el Señor de toda tu vida. En ese momento levanté mis ojos y encontré el crucifijo que estaba por encima del altar y otra imagen, otra voz interior: “Yo soy el Señor que estás eligiendo. Yo, el Crucificado”. Esto me ayudó enormemente porque me hizo entender que la Renovación Carismática no es simplemente algo emocional, esa alegría, levantar los brazos... Sí, ésos son signos exteriores de una alegría nueva. Pero lo esencial es que, en la R.C., el Espíritu Santo te lleva al corazón del Evangelio que es la cruz de Jesús; de allí brota el Espíritu como la sangre y el agua.

No hubo emociones particulares durante mi Bautismo en el Espíritu; pero sí la certeza de que algo estaba sucediendo. El día después me fui al aeropuerto para irme a Washington y, en el coche, el sacerdote que me acompañaba me dijo: “ahora escucha bien porque yo pongo una cinta en el cassette y la primera canción es una profecía para ti”. Era un canto que decía: “Que bellos son los pies de los que anuncian el Evangelio”. Ahora, por donde voy en Italia, me cantan este canto porque saben que es mi canción.

Me fui en el avión y sentía que algo había pasado. Y abriendo el Breviario me parecía que los salmos eran nuevos, me hablaban, parecían escritos especialmente para mí ... Y me di cuenta que esto es uno de los primeros signos del obrar del Espíritu Santo: la Escritura se vuelve Palabra viva de Dios.

No podemos descuidar este don magnífico para la Iglesia. La Iglesia en el Concilio ha hablado de la importancia de la Escritura en la Constitución Dei Verbum. Pero la realidad es que los cristianos, los laicos que nunca habían tenido una Biblia, ahora no pueden separarse de su Biblia. Yo he conocido muchos casos conmovedores de la Biblia que habla directamente, ilumina, da fuerza a los cristianos más sencillos.

En una misión en Australia encontré un obrero, un emigrante italiano que estaba allí y que el último día de la misión vino y me dijo: Padre, yo tengo un gran problema en mi familia, tengo un muchacho de once años que no está todavía bautizado. El problema es que mi mujer se ha vuelto Testigo de Jehová y no quiere escuchar hablar del bautismo. Si lo bautizo, habrá una tragedia en mi familia; si no lo bautizo, no estoy tranquilo porque cuando nos casamos éramos los dos católicos. Yo le dije: déjame esta noche para reflexionar y mañana hablamos y vemos qué podemos hacer. A la mañana siguiente este hombre viene hacia mi muy contento y me dice: Padre, yo ya he hallado la respuesta. Me alegré mucho porque yo todavía no lo veía nada claro. Me dice: Ayer por la tarde, regresé a mi casa y me puse a orar y abrí la Biblia y me vino la página donde Abraham lleva a su hijo Isaac a la inmolación y leyendo me he dado cuenta que cuando Abraham llevó a su hijo Isaac a la inmolación no dijo nada a su mujer.

Era una respuesta incluso exegéticamente perfecta. Porque es verdad, los rabinos cuando comentan este pasaje hacen notar que Abraham se calló, no dijo nada temiendo que su mujer le impidiera obedecer a Dios y yo mismo bauticé a este muchacho y fue una gran fiesta para todos.

Conocí en Italia a una viuda que había perdido a su marido muy joven. Tenía tres hijos. Era un matrimonio muy unido y ésta era una prueba terrible. Lo que le ayudó e incluso hizo de esta mujer una evangelizadora, fue la Palabra de Dios, la Biblia. Ella tiene una sensibilidad, un sentido de la Escritura que a mí mismo me asombra. Las primeras semanas sin su marido ella decía que ponía la Biblia a su lado en la cama porque la Biblia se había vuelto su compañero vivo, Dios le hablaba.

Los tres meses que pasé en Washington después de mi bautismo fueron mi luna de miel con el Señor. También nosotros los sacerdotes tenemos nuestra luna de miel. Mi luna de miel duró tres meses. Pero yo siento que la luna de miel -de los casados- no suele durar mucho más. Regresé a Italia y la gente de la Renovación que me había conocido estaba maravillada. Una mujer decía: “Hemos enviado a América a Saulo y ellos nos han devuelto a Pablo”.

Empecé a participar en un grupo de oración en Milán y después de algunos meses ocurrió algo que cambió mi vida. Yo estaba en mi celda orando. No penséis que soy un gran hombre de oración. Deseo, deseo orar. Y a veces incluso me quejé un poco con el Señor diciéndole: “Señor, tu me envías por todo el mundo a hablar de la oración, incluso de la oración trinitaria, ¿por qué no me das una gracia de oración un poco más fuerte, porque mi oración es tan débil, Señor?. Me avergüenzo de hablar a los demás de oración. Y el Señor me contestó de esta manera tan simple: “Raniero, ¿cuáles son las cosas de las que se habla con más pasión y entusiasmo, las que se desean o las que se poseen?. Yo contesté: “Las que se desean, Señor”. “Bien -me contestó el Señor- sigue deseando y hablando de la oración”. Por eso, cuando hablo, siempre me siento discípulo y no maestro. Siempre recuerdo un dicho de los Padres del desierto que decía: “Si tienes que hablar a los demás de algo que tú no vives, algo que no has alcanzado todavía con tu vida, habla; pero haciéndote el más pequeño de todos tus oyentes; habla como discípulo, no como maestro”. Y yo trato de hacer mío este consejo.

Pues lo que pasó en aquel momento de oración fue esto. Tuve de nuevo una imagen interior. Aparentemente nada extraordinario, pero interiormente muy extraordinario. Tan extraordinario que cambió mi vida. Era como si el Señor Jesús pasara delante de mí ... Y no sé por qué, pero reconocía que era Jesús como cuando regresaba del Jordán después de su bautismo y estaba a punto de empezar a proclamar el Reino de Dios; y pasando delante de mí, me decía: “si quieres ayudarme a proclamar el Reino de Dios, déjalo todo y sígueme”. Yo entendí inmediatamente que el Señor quería decir: “deja tu enseñanza, tu cátedra universitaria...”. Yo era incluso director de un departamento de esta Universidad, el departamento de Ciencias Religiosas. “Déjalo todo y vuélvete un simple predicador itinerante de la Palabra de Dios al estilo de tu padre Francisco de Asís”. Yo tuve miedo de no estar lo bastante decidido, porque el Señor invitaba pero parecía tener prisa. No se paraba, era como quien tiene mucho qué hacer. Y de nuevo esta experiencia de la gracia de Dios, al final de la oración encontré en mi corazón un “sí” lleno. “Señor, ¡lo dejo todo!”. La Universidad había instituido esta cátedra especialmente para mí y el Rector de la Universidad era mi maestro, mi amigo. En mi corazón había un “sí, Señor, aquí estoy”.

Me fui a mi superior a Roma pidiendo el permiso para cambiar mi vida. Dejar la Universidad y ser un predicador a tiempo completo. El Superior General era un hombre que murió el pasado mes de Febrero a la edad de 91 años, un santo, un hombre de oración. Tuve la gracia de orar con él las últimas horas de su vida. De San Francisco se decía que no era un hombre que oraba era un hombre hecho oración. Y así era también mi superior.

Este superior a quien yo ya había manifestado mi experiencia del Bautismo en el Espíritu, como buen superior prudente, me dijo: “Esperemos un año y después decidiremos”. Ésta fue la ocasión para mí de descubrir la gracia de la obediencia. Yo había tenido una inspiración clara del Señor que me pedía dedicarme a predicar. Pero ahora tenía que someter mi inspiración personal a la autoridad de mi superior, incluso cuando me decía “esperamos”. Aquí yo concebí un pequeño libro titulado “Obediencia”. Puede ser útil porque, a veces, la gente en la R.C. tiene una inspiración del Señor, se sienten llamados a hacer algo y piensan que esto es suficiente y sin pedir ningún permiso, ni al obispo, o al superior... se lanzan a llevarlo a cabo y nadie puede pararlos. Esto no es bueno, porque siempre la inspiración interior del Espíritu tiene que someterse al discernimiento objetivo de la Iglesia. El Espíritu que te habla personalmente te habla también a través de la obediencia a la autoridad que puede ser: el obispo, el superior, el párroco, el director espiritual... puede ser de diferentes clases. Éste es un criterio muy importante : no podemos actuar simplemente bajo la inspiración personal porque nunca sabremos si hemos acertado o nos hemos equivocado. Si yo hubiera dejado la Universidad simplemente bajo esta inspiración personal, nunca habría sabido si era verdaderamente la voluntad de Dios. La obediencia salvó mi vocación.

Después de un año, no estaba para mí tan claro. ¿Qué voy a hacer ahora?. Yo había pasado toda mi vida en el estudio, en la búsqueda. ¿Qué voy a hacer?. Había un cierto temor. Volví entonces al superior y él con mucha decisión me dijo: “Es la voluntad de Dios. Dirán que estamos locos los dos, tu y yo; pero después de diez años tal vez entenderán”.

El Señor me hizo un descuento. No esperó diez años, fueron menos. Me fui, hice un Retiro en una pequeña casa de capuchinos en Suiza para prepararme. Éste fue el momento en el que el Señor me habló, sobre todo a través de Pablo, en la carta a los Filipenses, cuando Pablo habla de lo que era antes : circuncidado, de la tribu de Benjamín, fariseo, irreprensible, un hombre perfecto, podía incluso ser canonizado... pero todo lo que yo consideraba una ganancia lo considero una pérdida a partir del momento cuando conocí a Jesús como Señor, y he dejado de lado todo para encontrar esta justicia que viene de la fe en Cristo y todo esto para conocerle a Él y el poder de su resurrección y la participación en sus sufrimientos.

Pero lo que me impresionó más fue precisamente la palabra más pequeña de esta frase Él. Porque cuando Pablo dice -a fin de conocerle a Él-. El pronombre personal en este momento me parecía contener más verdad sobre Jesús que todos los libros que yo había leído o escrito. Porque cuando Pablo dice Él, entiende el Jesús vivo, el Jesús en carne y hueso; no una teoría sobre Jesús o una idea abstracta. Ésta es la diferencia. Conocer a Jesús como Señor significa conocerlo como el Viviente, el que ha resucitado. No un personaje del pasado ... ¡ Él !, a fin de conocerle ¡a Él!.

Yo llevaba un mes en esta casa de retiro y me llegó una llamada de teléfono. Era mi superior general que me decía: “El Santo Padre te ha nombrado predicador de la Casa Pontificia; ¿tienes objeciones serias para renunciar?”. Yo intenté buscar objeciones serias. Pero, aparte del miedo, no encontré objeciones serias. Entonces le dije: “Padre, si esta es la voluntad de Dios, acepto ir”. Tuve que prepararme deprisa porque en un mes tenía que empezar a predicar mi primera Cuaresma al Papa. Y voy a decirles algo de este ministerio. No para hablar de mí mismo sino para hacerles conocer algo del Santo Padre. Algo que nos revela cosas muy edificantes del Papa.

Existe este ministerio que está otorgado a la orden capuchina que se llama el predicador de la Casa Pontificia y esto consiste en que cada viernes por la mañana, en Advierto y Cuaresma, un fraile tiene que dar una meditación al Papa, a sus secretarios, cardenales, obispos de la Curia Romana y los superiores generales de las órdenes religiosas. Son entre 60 y 100 personas. Yo empecé este ministerio y después de 23 años todavía continúo. ¡Veis la paciencia heroica del Papa!. El lleva escuchándome veintitrés años. Fue una gracia del Señor. Me di cuenta que era una providencia para hacer resonar en el corazón mismo de la Iglesia, en esos momentos de gran recogimiento, hacer resonar la gracia del Espíritu que circula en la base de la Iglesia. Y, precisamente, unas de las primeras meditaciones fue sobre el Bautismo en el Espíritu. Hablé con mucha fuerza de que ésta es una gracia para toda la Iglesia. De como es una manera de hacer del cristianismo algo vivo, de renovar la autoridad, la predicación, la liturgia, cada aspecto de la Iglesia. Y me di cuenta de que hablé de una manera muy atrevida. Incluso dije: “ No tenemos que decir de los laicos, ¿qué pueden darnos a nosotros los sacerdotes y a los obispos, estos laicos?. Nosotros hemos recibido la plenitud del Espíritu”. Así les hablé en aquel momento. Porque el Señor puede contestarnos: “Yo también recibí la plenitud del Espíritu en el momento de mi encarnación en María y a pesar de esto me fui al Jordán y pedí a Juan el Bautista, que era un simple laico, ser bautizado”.

Después de la charla yo siempre me encuentro con el Papa en una salita contigua. Y yendo a encontrar al Papa, un cardenal me dijo: “hoy en esta sala hemos escuchado al Espíritu Santo que nos ha hablado”. Y se fue.

El Papa no falta nunca, nunca. El me edifica a mí. Pensad : el maestro de toda la Iglesia que encuentra cada mañana, a las nueve, tiempo de escuchar la meditación de un sacerdote, el último sacerdote de la Iglesia Católica.

A veces, saliendo de la predicación encuentro Jefes de Estado que están esperando para ser recibidos por el Papa y él está allí escuchando a un pobre fraile. Un año -creo que era 1986- faltó dos viernes porque estaba de viaje en América Central y cuando vino, se dirigió derecho hacia mí, pidiendo perdón por haber faltado a dos charlas. A veces yo digo a mis hermanos los laicos: ¿habéis ido a pedir perdón alguna vez a vuestro párroco por haber faltado a la homilía del domingo?.

Recuerdo otra pequeña anécdota. Una vez al año, en viernes santo, la homilía se tiene en la Basílica de San Pedro. Es la única ocasión en la que el Papa preside la liturgia, pero no habla. Se sienta y el predicador de la Casa Pontificia tiene que subir al altar papal y dar su homilía. Y allí está toda la Iglesia, todos los cardenales... Es un momento de gran solemnidad. Me di cuenta inmediatamente que tenía que hablar muy despacio porque el sonido en la Basílica retumbaba. Pero hablando despacio tardé diez minutos más de lo previsto en el programa. Y el responsable del horario del Papa -entonces era un obispo, después fue cardenal; ahora ya ha muerto- estaba muy nervioso y a menudo miraba su reloj, porque el Papa después tenía que presidir un Vía Crucis en el Coliseo. Yo no lo veía. Pero este obispo contó a algunas hermanas al día siguiente que después de la liturgia el Papa lo llamó y le dijo: “Cuando un hombre nos habla en el nombre de Dios, no tenemos que mirar a nuestro reloj”.

Este ministerio de proclamar la Palabra de Dios, en la simplicidad de San Francisco y el poder del Espíritu Santo, me ha llevado por todo el mundo, por muchas naciones. Predicando retiros a los obispos. He predicado este año a todos los obispos de Irlanda. Tengo que predicar en Noviembre de este año 2002 a todos los obispos de Polonia. También en Italia daré un Retiro de sacerdotes. A menudo es la Renovación Carismática la que organiza mis viajes y ofrece la posibilidad de Retiros para el Clero y junto a esto hay un fin de semana para la Renovación.

Queridos hermanos, es un don que la R.C. hace a la Iglesia. Hubo un Retiro en 1995, con ocasión de los quinientos años de la evangelización de América Latina. Fue un largo Retiro en Monterrey (México). Había 1700 sacerdotes y 70 obispos de toda América Latina. Un obispo mexicano dijo: “Si la Renovación Carismática no hubiera hecho nada más que organizar estos Retiros para el Clero, habría ya sido suficiente para la Iglesia”. Muy a menudo, los sacerdotes son renovados en estos retiros. Hay una gracia especial; muchos sacerdotes que habían llegado al retiro invitados y a veces traídos por los laicos, antes de irse daban testimonio de que habían llegado decididos a abandonar el ministerio sacerdotal y ahora regresaban decididos a retomar con más entusiasmo. Era un momento de gran efusión del Espíritu. Yo estaba al lado del altar orando por los demás, y fue en esta ocasión cuando un joven sacerdote se acercó a mí, se arrodilló y muy decidido me dijo: bendígame padre, “quiero ser profeta de Dios”. Yo había hablado en la homilía precisamente de esto: que el Señor necesita profetas entre los sacerdotes. Especialmente en América Latina, necesita profetas, es decir, personas que permitan a Dios hablar. Este es el profeta. El profeta es uno que se calla. “El profeta verdadero cuando habla se calla”, decía el judío Filón. Porque en este momento no es más el que habla. Había hablado entonces de la necesidad de profetas, y vino este joven diciendo, visiblemente inspirado, “quiero ser profeta de Dios”. Percibí que hablaba en serio. Fue una gran emoción para mí. Y ahora sigo sirviendo al Señor en esta manera, proclamando la gracia del Señor, como ahora. Os voy a decir una última palabra.

Cuando mi superior me permitió cambiar mi vida y empezaba a ser predicador a tiempo completo, en la Liturgia de las Horas -era un 10 de octubre- había un pasaje de Ageo, el profeta Ageo. En el pasaje, cuando después de haber reprochado a su pueblo de cuidar de su casa y no reconstruir el Templo, el pueblo se convierte, empieza a reconstruir el Templo de Dios, y Dios envía de nuevo al profeta Ageo, esta vez con un mensaje de consuelo. Dice ahora: “¡Ánimo, Zorobabel, id al trabajo porque estoy yo con vosotros! –oráculo del Señor-”. “¡Al trabajo, Josué, al trabajo pueblo entero del país porque estoy yo con vosotros! –dice el Señor-”

Después de leer este pasaje en la Liturgia de las Horas, me fui a la plaza de San Pedro. Quería orar un poco a San Pedro para bendecir mi ministerio nuevo. En la plaza de San Pedro no había nadie; era un día de octubre muy lluvioso. Como si la palabra de Dios se volviera viva, mirando hacia la ventana del Papa, empecé a gritar: ¡Ánimo, Juan Pablo II, al trabajo porque estoy yo con vosotros! Era muy fácil porque no había nadie alrededor.

Y después de tres meses, me encontré que estaba frente al Papa, y le dije lo que había hecho bajo su ventana. Y de nuevo proclamé este pasaje de Ageo, pero no como una cita, sino como una palabra viva, en este momento, para el corazón de la Iglesia. Entonces, mirando al Papa, que estaba al lado mío, empecé a decir: ¡Ánimo, Juan Pablo II!, a pesar de que Juan Pablo II es el hombre que tiene más ánimo de toda la humanidad, pero en el Nombre del Señor, ¡ánimo Juan Pablo II, ánimo Cardenales y Obispos de la Iglesia Católica, y al trabajo porque estoy yo con vosotros.

Y siempre cuando el Señor me envía a alguna parte del mundo, repito este mensaje de nuevo como una palabra viva, no como un recuerdo de antaño. Entonces, ahora os digo a vosotros: ¡Ánimo, ánimo sacerdotes y laicos de la Renovación Carismática de España, de la Iglesia de España, y al trabajo porque estoy yo con vosotros! –dice el Señor-. ¡Amén!.

 Testimonio del Padre Darío. ¡Imperdible!


Este es un testimonio del Padre Darío Betancourt que realmente nos llena el corazón de gozo. Esperamos hermanos que a ustedes también los movilice. El Señor Jesús es capaz de hacer maravillas por cada uno de nosotros. Por eso, debemos orar para que todos los caminos se allanen y podamos asistir a recibir las bendiciones de Dios a través del Padre Darío.
         Fui invitado hace algunos años por un obispo en la república de Panamá, a predicar en su diócesi, me fui con mi hermana, y otra joven de la comunidad. Llegamos sobre las tres y media de la mañana, cogimos un automóvil hacia la ciudad de Santiago de Veraguas, y yo le pregunté a la señora que nos iba a llevar, "¿usted es capaz de manejar el automóvil a estas horas? ", ella me contestó,"¡Si padre!", "¿ no se dormirá?, ¡no,no!; le contesté ¡OKEY VAMOS!. En la carretera yo me quedé dormido en la parte de atrás, mi hermana que iba en la parte delante también se durmió, la otra joven de mi comunidad al lado izquierdo; y todo lo que yo recuerdo es que sentí algo así como cuando un automóvil, se sale de la carretera y va circulando sobre piedras y recuerdo que dije ¡gloria a Dios no me va a pasar nada!, y ahí se me apagaron las luces, no recuerdo nada más.
        De pronto me desperté, era de día estaba tirado en la carretera, y entonces creí que estaba soñando porque alcancé ver como un campo de trigo, y dije: "que raro, estoy soñando que estoy cogiendo trigo, me voy a voltear para el otro lado", y a penas me doy la vuelta y ¡HAY! ¡que dolor tan terrible!, entonces empecé a oír voces, oí a un hombre que decía: Ya montamos las mas graves adelante llevemos a este, si no está muerto; yo abrí los ojos y ellos se dieron cuenta de que estaba vivo, y entonces empecé a pensar en donde estaba y a donde iba, me acordé que iba hacia la ciudad Santiago de Veraguas y mi primer pensamiento fue: Yo no sé quienes serán los graves, yo soy dueño en cierta forma de mi hermana, si se muere es un muerto de la familia, pero Blanca aquella joven, empecé a mirar y la vi tirada en la carretera, con las manos estiradas muy seria, le dije:"Blanca ¿como se siente?,ella me contesta: "muy bien padre gloria a Dios". Cuando me contestan Gloria a Dios, veo sobre su cabeza como otra cabeza, del golpe, y un hueco por donde le salía sangre, y esta me decía "muy bien padre gloria a Dios". Nos montaron para ir a recibir los primeros auxilios en un pueblecito, yo perdía a veces el conocimiento, estaba a mi lado una persona que se movía coherentemente la miraba pero no la reconocía porque la cabeza era enorme, tenía el limpia parabrisas incrustado en el pómulo derecho de la cara, parecía un cuchillo clavado en su cara, el ojo le colgaba fuera, la parte de la cabeza la tenía desplazada y le salía algo parecido a hígado revuelto con sangre.

          Cuando la veía pensaba que estaría muerta, y le grité diciéndole:"Arrepiéntase de sus pecados que la voy a absolver, en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo amén. Se quedó mas tranquila, pero como veía que se movía pensaba yo quién sería el herido. Le miré con mas atención y me di cuenta por el vestido que era mi hermana, y me dije:" Hay se está muriendo mi hermana". y le volví a decir otra vez: "Nena, Nena, te voy a absolver ahora de nuevo, arrepiéntete otra vez", y le absolví mas consciente. Ella se movía, yo la miraba y rezaba. Vi que el reloj de oro que ella tenía se le estaba cayendo. Cuando mi madre murió, mi padre le dio a mi hermana el reloj de oro y el anillo de diamante y a mí la pulsera. Yo le vi el diamante y el reloj y dije"Dios mío, en este accidente en que estamos, se pueden llevar el reloj y el diamante". y dije a mi hermana. "Nena, préstame el reloj y el diamante que te lo pueden robar".
Que curioso es el ser humano, en un estado como este pensando en las joyas que se las podían robar. Con mucha dificultad me acerqué hasta ella y cogiéndole la mano le saqué el diamante y el reloj y echandómelos al bolsillo, pensé que no se perderían ni lo robarían. Cuando llegué al primer hospital, me encontré con blanca y la señora que conducía el coche que estaban gritando, " que gozo, gloria al Señor por el accidente, gloria aleluya, te alabaré señor", entonces me uní al coro con ellas, y empecé a alabar al Señor y a cantar, de pronto se acerca un médico diciendo " pero que enfermos mas alegres ", yo le pregunté porque decía eso, y el respondió, " ¿ cómo se les ocurre a ustedes cantar gloria al Señor, y gracias por el accidente?, aquí todo el mundo viene quejándose y diciendo no me toque, tenga cuidado doctor, y ustedes tan felices, yo no he conocido accidentados mas alegres que ustedes, le contesté: " es que el Señor está con nosotros, ¿ el que ?, el Señor está con nosotros, ¡ si ustedes lo dicen así será ¡.
Llevaba yo en un relicario el Santísimo sacramento, el Señor y pegándomelo al pecho le decía: " contigo no me va a pasar nada", se me acerca el médico y me dice " su hermana está muy grave padre ", le dije: " ¿ hasta donde llega la gravedad ?", el me dijo: " bueno sea consciente de que está grave pero con una operación y un poco mas, le dije de nuevo: " usted dígame la verdad y hasta donde llega la gravedad de mi hermana, porque no hay nadie junto con ella quien responda, ni aquí ni en el mundo, yo soy el dueño de ella, y yo tengo que autorizar el entierro, etc, etc. ". Y me dijo: "padre yo creo que no llegará a Panamá, ella morirá, Y le contesté. " aleluya, gloria a Dios. me dice el. ¿ está contento de que se muera?, le contesté: ¡ no, es que ella no se va a morir,mi hermana está ya san ¡. ¿ como que está sana?, se volvió loco dice otro médico. Después de recibir la primera ayuda, íbamos camino de Panamá, mi hermana se agravó, empezó a vomitar sangre por la boca por la nariz y oídos, y el médico le decía al conductor : " acelera chofer que se agravó la señorita, acelera, acelera."
Yo al oír eso, por dentro de mí hacía un acto de fe en que ya estaba sana, pero me venían las luchas, y comencé a hacer mías las promesas del Señor. (san Marcos 11, 24), " crean que ya tienen lo que están pidiendo en oración, y lo obtendrán ", yo decía: " Si Señor, creo que está sana, ya está sana y así será, como y cuando no lo sé, pero está sanando ", me venía también a la memoria ( San Juan 10,10 ), "he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia, (14,12), "el que crea en mí hará lo mismo que yo, y cosas mas grandes que las que he hecho yo. ¡ Señor yo creo que puedo hacer lo mismo y mas grandes ¡. Me venía también el recuerdo cuando murió Lázaro, y cogiendo al Señor le decía: "Lázaro fue mas desafortunado, porque tú no estabas, pero aquí si que estás", entonces con mi mano izquierda tocaba al Señor y con la derecha tocaba a mi hermana como podía, y orando decía al Señor: " Señor tú la estás sanando, yo creo que tu la estás sanando".
Nunca siento nada cuando oro por otros pero ese día la mano se calentó y me temblaba, y le seguía diciendo al Señor: " tu calor sanador divino, Divino Jesús, tu la estás sanando" por otro lado oía decir "corre que se muere la señorita", y me venía el diablo con la duda; el hombre que ore dudando, dice Santiago (1-7) no espere nada del Señor, y en Romanos (14- 23) dice el que ora dudando peca, por un lado decía Señor yo creo, y por el otro el demonio me ponía la duda, " se está muriendo". Nosotros tenemos una casita en Nueva York, y según la ley en este estado dice que un soltero que muera sin hacer testamento, queda la casa para el estado, y por dentro de mi me decía: " Con la dificultad que tuvimos para conseguir esta casita, se va a morir mi hermana y me voy a quedar sin casa "; porque no habíamos hecho el testamento, y entonces me venía esta lucha, hice un acto de fe y con los ojos cerrados grité en voz alta: " Diablo de duda te expulso ahora mismo de esta ambulancia, fuera de aquí, dudas fuera ". Cuando abrí los ojos los dos policías que estaban allí, los médicos y las enfermeras, estaban con la boca abierta. Cuando llegamos a Panamá a la ciudad de Puerto Ventura de Panamá, encontré lo mas hermoso que me podía pasar. Ya había corrido la noticia del accidente por toda la ciudad y mucha gente se había congregado a la puerta del hospital para esperarnos a los accidentados, y me encuentro la juventud de Panamá, los muchachos, las muchachas con guitarras cantando y alabando al señor dándole gloria, unos de rodillas otros de pie, otros con panderetas en una alabanza unánime, a mi dio una alegría inmensa de saber que había un pueblo que creía en el poder de la oración, y un pueblo que en vez de pedir daban gracias al Señor porque estábamos sanos.
Ahora os resumiré como quedamos después del accidente. El automobil se estrelló contra la entrada de un puente, no se porque fue, parece ser que el chofer se durmió y dio varias vueltas quedando al otro lado del puente boca arriba, o sea al revés con las ruedas hacia arriba, yo parece ser que con las vueltas que dio el automobil, quedé incrustado entre la puerta y el marco, me cogió por la mitad me rompió varias costillas, me rajó la oreja y me golpeé en la cabeza. Mi hermana el limpiaparabrisas del automobil le entró por la cara y le atravesó hasta el otro extremo del cráneo, le dañó la mitad de la masa encefálica, le dañó el nervio óptico del ojo derecho, y la rueda delantera del automobil al estrellarse vino hasta el asiento en que ella estaba y le machacó el tobillo del pie derecho, como si le hubieran golpeado con un hacha.
A ella la entraron a operar primero y el médico hizo lo mejor que pudo, el médico de huesos dijo que había que sacarle un hueso de la cadera e injertarlo en el pie para así salvárselo. Pero estaba tan grave que decidieron que no valía la pena operarla para arreglarle el píe, puesto que pensaban que iba a morir, lo único que hicieron desinfectarle la herida y ponerle un vendaje, que mas tarde se le volvió a infectar. El otro médico el neurólogo, le sacó la mitad de la masa encefálica, le volvió a colocar el ojo, porque aunque se le salió fuera, externamente quedó bueno, pero dañado por dentro, y quedó en coma. Vinieron después de la operación y me dijeron:" padre, ore porque es muy difícil que su hermana pueda vivir". Yo otra vez les respondí: "mi hermana está sana, crean que está sana", yo le decía al Señor " yo te entregué mi padre, te entregué mi madre, (esta murió de cáncer estando yo en la Renovación, lloramos mucho y no se sanó, se sanó con la muerte que es la sanación perfecta, pero no físicamente), pero mi hermana no te la entrego porque mi hermana es para tu gloria, y ahora quiero hacer una pequeña enseñanza, la oración que se hace porque a mí me provee, o me da un beneficio, esa oración es poco oída por Dios, lo digo en mi experiencia, no es palabra de Dios te alabamos Señor, pero la oración que se hace generosa en la que se dice, Señor bendice a este hermano o a esta persona con la bendición que tu quieres, con la que tu sabes que necesita.



Esa oración es muy oída, porque yo no le digo señor, ni sánalo ni no lo sanes, o llévatelo, si no dale la bendición que tu quieres y el Señor se la da. Yo creo que es esta la oración que debemos empujar y enseñar, una oración que sea lo que el Señor quiera para el, no lo que yo quiera,y yo renuncio a esa oración de pedir lo que yo quiera. Yo por mi hermana decía: " señor es tu gloria, no porque sea mi hermana para que quede conmigo, eres Tú aquí bendiciendo a este pueblo, y viéndola veo tu gloria en ella. A mi se me fracturó el pubis la pelvis, todos los huesos de las costillas se partieron se incrustaron contra la vejiga, y le hicieron fístulas, (agujeros). Estando todo listo para operarme, el médico decidió hacer otras nuevas radiografías, para saber con exactitud donde tenía que operar, eran las terceras radiografías, pero en estas aparecieron los huesos separándose de la vejiga donde estaban incrustados, quedando mas tarde separados por completo y la vejiga completamente sana, sin ningún tipo de fístula. Entonces lo que ellos hicieron es que me colocaron unos pesos en las piernas y me tuvieron colgado durante cuarenta y tres días sin poder moverme. durante ese tiempo me aprendí de memoria todo lo que había por el techo, con el mas mínimo detalle.
En esta situación yo me dije: "lo que es el retiro lo predico aquí en el hospital, si el Señor no me dejó ir allá, me trajo aquí para algo". Entonces un amigo mío sacerdote, me traía la mesita por la mañana y en pijama celebraba la misa todos los días, aún con la fiebre que tenía también predicaba todos los días, venían los enfermos del hospital y yo les decía: "arrepiéntanse de sus pecados vuélvanse a Dios, Dios les ama, Dios los quiere, es el amor, es el Señor, Gloria a Ti" alababa al Señor. Un día una monjita que me cuidaba me dice: "Padre se está muriendo el doctor Shmits y no le han puesto la Unción de los enfermos". y yo le decía: "que puedo hacer yo aquí colgado", era medianoche y no encontraban al capellán, ella me dice : "que tal si yo le llevo en esta cama hasta allá", yo le contesté: "como podrá sacar esta cama por la puerta" y ella dijo: "como entró tiene que salir".



La monjita arrastró la cama y si que salió por la puerta, me llevó por todo el corredor del hospital con pesas y todo, cogimos el ascensor y llegamos donde el doctor, este se estaba muriendo y toda la gente lloraba; como pude le puse la Unción de los enfermos, allí había un grupo de carismáticos y juntos oramos por el en lenguas. Al salir me dice una señora" que es eso que usted estaba diciendo, pss.pss.pss." y le dije :" si usted quiere aprender venga mañana, que comenzaremos un seminario de vida en el Espíritu". Al día siguiente comenzamos el seminario durante siete días de diez a doce, misa, predicación, confesión y con bautismo del Espíritu el octavo día. Era sobre la una de la mañana, la monjita que me cuidaba no hacia otra cosa que dar vueltas alrededor de mi cama, yo me hacía el dormido, cada vez que se me acercaba y me miraba yo cerraba los ojos, cuando se alejaba los abría, hasta que le dije: "oye hermanita, ¿ que pasa ?, y ella me dice: "es que el doctor Shmit despertó", ¿cómo?, el despertó diciendo ¡tengo hambre!, y le llevaron comida y el preguntó ¿que hacen ustedes aquí?, ¡ustedes pensaban que me estaba muriendo y estaba descansando en el Espíritu!. Pues este doctor salió a las dos semanas del hospital curado que yo sepa hasta ahora. En este mismo hospital un joven me contó un caso, estando yo en la sala de urgencias, de lo que el me contó yo no me acuerdo de nada en absoluto puesto que ese día yo estaba inconsciente debido al fuerte golpe de la cabeza y de los medicamentos.
El me contó lo siguiente; el se acercó estando yo en urgencias y yo le hice señas de que entrara y el entró encogiéndose, le pregunté que le pasaba el me dijo: "tengo un tumor en la vejiga y otro en la columna, aparte no puedo orinar, y me van a operar". Yo le hice oración en lenguas, el se fue y se dio cuenta de que caminaba derecho, el mismo se decía: "que raro que camino sin dolor y derecho" se fue al médico y le dijo: " ¡oiga doctor a mi no me duele nada! me contestó que me había pasado, yo le contesté: " fui donde el padre y me entró ganas de orinar porque el me decía ps.ps.ps.". ( era la oración en lenguas). Eso pasó en viernes el médico le dijo de retrasarle la operación porque los tumores no estaban. A los quince días vino a verme a preguntarme quién era Jesús, saben este muchacho era un budista, en Panamá hay una colonia de ellos, el creció budista pero el vino a preguntarme de Jesús, el feliz de la vida y yo encantado, le hable de Jesús de Nazaret, lo lindo de Jesús de Nazaret, le dejé una Biblia y se fue. Al día siguiente viene y empezó a contarme una cantidad de cosas de los Evangelios, que me quedé admirado, se había estado el resto del día y la noche leyendo la Biblia y se la había aprendido casi de memoria, el me decía: " Aquí dice que hay que ser bautizado y el que se bautice y crea se salvará, y el que no crea se condenará, ¡yo quiero salvarme! ¿ que he de hacer?. le contesté: ¿crees en el Señor Jesús?, me dijo que sí, ¿le pides perdón de tus pecados? , me dijo sí, le dije: " ¡acérquese ¡, me acerqué como pude al lavabo, abrí el grifo y empecé a echarle agua a la cabeza diciendo: " yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo del espíritu Santo " , y lo bauticé,Le llegó la noticia al general Torrijos de lo que pasaba en el Hospital, el era presidente de Panamá, su hermana estaba coja, y vino una noche a que orara por ella, yo les dije a los carismáticos que siempre se mantenían a mi lado: " oremos por ella", le impusimos las manos y ella que tenía las piernas tiesas, se le fueron aflojando, deshinchando, viendo que la faja le estorbaba le dije que fuera al baño y se la quitara y que probara de caminar, ella se la quitó y salió del baño caminando muy derecha, ¡ Hay padre bendito sea Dios, gloria a Dios ¡. Por la noche a la una de la mañana viene el general Torrijos vestido de paisano y me dice: ¿ que está pasando aquí ?, le dije simplemente: " el Espíritu Santo se está apoderando de Panamá, cuidado que no le tumbe a usted ?, y empecé a hablarle del Señor. El decía: ¡ que atmósfera se respira de paz, que bien se está aquí !. Yo le dije: " ¿quiere que oremos por usted?, el dijo: "bueno", y le impusimos las manos. Los guardias que lo custodiaban empezaban a mirar por las ventanas, y yo les dije: " ¡Vengan ustedes también, que a ustedes también le sirve, vengan". Al día siguiente me mandó un cheque de 3000 dólares para ayudar a pagar las cuentas del hospital. Hermanos no acabaría de contarles, por la cantidad de cosas maravillosas que nos aconteció. ahora estoy escribiendo un libro titulado " he venido por los enfermos", de trozos de alabanzas. A mí me dijeron que quedaría en silla de ruedas, porqué me afectó a la columna, pero yo tenía la seguridad de que iba a caminar, el médico me preguntaba porqué, y yo le dije: " todavía me quedan muchos países por recorrer, y entre ellos España".



Cuando me quitaron las pesas me pusieron en una silla de ruedas, yo sentía deseos de caminar, el médico me decía que tratara de hacerlo pero no podía, porque hacía 43 días que estaba en la cama, entonces poquito a poquito fui caminando con la ayuda de las muletas, después dejé las muletas y cogí un bastón y en menos de dos meses que ocurrió el accidente estaba caminando perfectamente, y no me quedó ni el más mínimo problema de columna, habiéndola tenido fracturada en tres pedazos, y que lo digan los médicos si esto no es un milagro, porque una columna dañada no se arregla tan fácil. Entonces en la situación que estaba me fui a ver a mi hermana, esta estaba durmiendo, al llegar a ella se despertó diciendo: " ¡donde estamos, que pasa!, coordinaba perfectamente ella tenía la cabeza y los ojos tapados, tubo un momento de desespero por quitarse los vendajes, pero yo no le dejé. El médico vino le quitó parte de los vendajes del ojo y ella empezó a llorar diciendo: " veo dos, veo dos " el médico admirado le preguntó: ! ¿ pero usted ve ? ella le contestó de nuevo que sí pero que veía dos, entonces se formó una pelotera se llamó a todo el mundo, enfermeros, médicos, porque veía con el ojo dañado. Después de tanto movimiento que duró casi tres horas, nos quedamos solos los carismáticos y le decíamos al señor: " Señor tu no haces nada a medias vamos a continuar orando", le imponíamos las manos y nos decíamos: " Ya se están juntando", y orábamos de nuevo, después le quitábamos las manos y nos decíamos " Ya están más cerquita ", y volvíamos a orar; hasta seis horas estuvimos orando y al cabo de este tiempo ella veía las imágenes perfectamente bien, y ahora mi hermana con el ojo malo que lo tenía miope antes, ve bien, y el otro ojo que quedó bueno después del accidente que era también malo sigue estando malo.
Mi hermana piensa, razona, y habla como otra persona normal. Después de esto los médicos decidieron salvarle la pierna que le quedó destrozada por la rueda que se escapó del coche en el accidente quedando todos los huesos del tobillo machucados. Le quitaron la escayola para operarla y le encuentran la pierna perfectamente , en las radiografías se veían todos los huesecitos reconstruidos milagrosamente , anteriormente el médico le había dicho que no andaría bien. Este sorprendido le cogió el pie le movió de un lado a otro viendo que estaba bien le preguntó. ¿puede usted caminar?. ella contestó: " ¡si ustedes me dejan!, y ella empezó a caminar y no sintió ningún dolor después de tanto tiempo sin caminar, y hay gente que puede dar testimonio, como el padre Lucas que la conoce muy bien, el padre Diego, etc. Mi hermana está normal y no hay razones médicas ni científicas de porqué ve, y como con un cerebro dañado mi hermana no tiene ni la mas mínima huella o traza de un accidente de semejante magnitud. Dios nos ama, y EL nos ama porque es amor y si lo hizo allá, lo puede hacer aquí, la oración que se hace para otra persona es una oración que Dios oye, y Dios se derrama hace derroche de su amor, y yo estoy seguro de que aquí va hacer maravillas en las almas y en los cuerpos, porque tu y yo vinimos con Hambre de llenarnos de Jesús de Nazaret, sea glorificado por encima de todos los seres y las cosas, y el Padre sea el Padre Dios, de nuestro Señor Jesucristo tuyo y mío y reine en España en cada uno de nosotros y en todo el mundo, hemos sido trasladados a su reino y ahora con nuestro corazón y nuestra boca vamos a dar gracias a Jesús, que así se ha manifestado en nosotros en muchos aspectos de nuestra vida. Amén.