COMUNIDAD DE BUENA NUEVA.RCCE

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miércoles, 25 de abril de 2012

"Caminar en el Espíritu"


                             CAMINAR EN EL ESPÍRITU

                                                                              Diego Jaramillo

... Yo no sé cuántos grupos realmente hay en Colombia, pero lo que sí sé es que cada vez que dos o más cristianos se juntan y están en el Espíritu, eso es un Grupo de Oración. Y lo que sí sé es que el hogar de cada uno de vosotros está llamado a ser un Grupo de Oración profundamente animado por la fuerza del Espíritu Santo, y por eso yo creo que diez mil o treinta y dos mil... son números que se nos quedan cortos o se nos deben quedar cortos, porque nosotros necesitamos en un país de treinta millones de habitantes, necesitamos siquiera un millón de grupos de oración, ojalá muchos más y eso va a depender de todos nosotros, de todos vosotros.

Y ¿qué es un Grupo de Oración? Yo quiero recordar brevemente algunas de las palabras que ya en 1973 el Papa Pablo VI decía respecto a grupos de oración a la Renovación Carismática. Él decía que en ellos se encontraba "el gusto por una oración profunda, personal y comunitaria, un retorno a la contemplación y un énfasis puesto en la alabanza de Dios". Y hablando el mismo Papa dos años después a los de la Renovación Carismática les decía que "en ellos veía una oración a menudo comunitaria, donde cada uno expresándose libremente ayuda, sostiene y fomenta la oración de los demás". Y les hablaba de la necesidad de alabar a Dios, de darle gracias, de celebrar las maravillas que obra por doquier en torno nuestro y en nosotros mismos. Y les decía: "Deben abrirse de nuevo los labios cerrados a la oración, abrirse al canto, a la alegría, al himno y al testimonio".

Cuando los grupos de oración comienzan así a abrirse al canto y a la alegría y a la oración, y empiezan a invocar la fuerza del Espíritu Santo, el Espíritu llega y los santifica y los hace por doquier manifestarse con una energía y una vitalidad que nosotros antes ni podíamos siquiera sospechar. Estos grupos en la Renovación Carismática han querido ser profundamente abiertos a la acción del Espíritu Santo, han querido desde el principio fomentar la experiencia del Espíritu Santo en la vida de todos nosotros y por eso por todas partes, en las manos levantadas de todos nosotros hay siempre una alusión constante a la fuerza, al poder, al vigor del Espíritu Santo en nosotros. Hay lo que decía el mismo Papa Pablo VI, hablando del Espíritu hablando de la Renovación Carismática, decía: "Nosotros lo invitamos, lo queremos, lo deseamos ante todo que el pueblo cristiano, el pueblo creyente tenga de esta presencia del Espíritu de Dios un presentimiento, un culto, una alegría superior".

Pues, mis hermanos, yo creo que si nosotros estamos llamando, invocando, pidiendo al Espíritu de Dios que baje sobre nosotros, Él responde, y responde de una manera tal que supera las expectativas y peticiones que brotan de todos los grupos. Ustedes recuerdan ese episodio que nos narra el libro del Éxodo, donde se dice, lo escuchaba yo no hace mucho en Roma explicado bellísimamente por un sacerdote francés, aquel episodio que narra que Moisés quería ver a Dios. Y Moisés le dijo a Dios: "Te ruego que yo pueda ver tu gloria". Y Dios respondió a Moisés: "¿Quieres ver mi gloria? Yo te voy a hacer ver mi amor, te voy a hacer ver mi bondad y te voy a revelar mi Nombre. Mi rostro no puedes verlo, porque un hombre no puede contemplar mi rostro sin morir, pero te voy a revelar mi amor, Yo te vaya revelar mi Nombre". Moisés había pedido ver la gloria y Dios le quiso revelar su bondad y le quiso revelar su Nombre. Entonces nos cuenta el libro del Éxodo que Moisés se tuvo que ocultar en el hueco de una peña mientras Dios pasó y le cubrió con su mano, y decía su Nombre mientras iba pasando. ¡Ah, pero aquí como que nosotros no solo hemos querido ver la gloria de Dios, sino que también Él ha querido ver nuestra gloria! Es como si Dios nos dijera: "Hijo de hombre, Yo quiero ver tu gloria". Y yo tuviera que decirle a Él: "Yo no tengo gloria, Señor, yo no tengo sino pecado, yo no tengo sino miseria, yo no tengo nada que mostrarte". Y Él dice: ¡Ah, yo quiero ver tu gloria y quiero ocultarme en una caverna, quiero ocultarme en una gruta, quiero ocultarme en tu propio corazón y ahí, desde tu propio corazón, Yo vaya hacer que tu pequeñez y que tu pecado y que tu maldad se transforme en gloria, Yo vaya estar en tI, Yo vaya morar en ti, Yo vaya ser tu huésped".

Y eso es lo que el Espíritu Santo está haciendo en nuestros Grupos y en muchas personas, eso es lo que el Espíritu Santo de Dios quiere hacer en cada uno de nosotros. Quiere Él venir a morar en nuestro propio corazón y allí transformarnos de tal manera que todo lo que nosotros seamos sea únicamente su gloria, su Palabra y su amor. Y Él viene, como dice la Escritura, como paloma, como una paloma desciende, así bajó sobre Jesucristo y permaneció sobre Él, así desciende sobre todos los que se parecen a Jesucristo y permanece sobre ellos. Viene como agua, que purifica y que sacia la sed. Viene como fuego, que quema, que alumbra, que ilumina. Viene como sello, que nos imprime la imagen de Jesús. Él viene como aceite, que nos penetra totalmente, que nos recorre todo el ser. Viene el Espíritu de Dios a cada uno de nosotros y cuando el Espíritu del Señor viene a cada uno de nosotros cambia nuestro ser, cambia totalmente nuestro ser y de ahí en adelante ya sí que tenemos que decir: "Yo oro en el Espíritu, yo canto en el Espíritu, yo trabajo en el Espíritu, yo amo en el Espíritu, yo sufro en el Espíritu, yo soy en el Espíritu; mi ser todo, no únicamente mi oración, no únicamente yo oro en el Espíritu, toda mi actividad, todo mi ser tiene que ser en el Espíritu de Dios, ese es el gran proyecto para cada uno de nosotros: SER en el Espíritu de Dios.

Y podemos nosotros preguntarnos esta mañana: ¿En qué medida yo me estoy dejando impregnar por el Espíritu Santo? ¿En qué medida Él está penetrándome a mí? ¿En qué medida mi oración es oración en el Espíritu? ¿En qué medida mi canto es canto en el Espíritu? ¿En qué medida mis viajes son viajes en el Espíritu? ¿Estaré yo dejándome conducir como Pablo, "no, no vayas a allá, vete más bien a Macedonia". ¿En qué medida mi alegría es una alegría en el Espíritu Santo de Dios? ¿y hasta donde y hasta cuando yo podré decir como Jesucristo (Luc. 10, 21) alegrándose profundamente Él en el Espíritu Santo de Dios, exultaba y decía: "Padre, Yo te bendigo, Señor del cielo y de la tierra porque has revelado estas cosas a los pequeños y las has ocultado a los poderosos y a los grandes!'. ¿En qué medida mi amor es un amor en el Espíritu de Dios? "El amor de Dios se ha manifestado en vosotros por el Espíritu de Dios que nos ha sido dado" (Rom. 5, 5). ¿En qué medida toda mi vida, todo mi trabajo, toda mi actividad, es un SER en el Espíritu Santo y no una vida en donde hay "pedacitos", "momentos", "fragmentos", "minutos" de Espíritu Santo y minutos de espíritu de hombre y minutos de carne y minutos de pecado.

Pero qué es lo que hace el Espíritu Santo de Dios cuando baja, cuando empapa, cuando impregna, cuando mora en el corazón de un hombre? Dice la Secuencia del día de Pentecostés y el Papa lo decía hace veinte días solamente, en una grabación desde su lecho de enfermo, decía que gritaba para que esa luz maravillosa del Espíritu viniera sobre todos nosotros y sobre la Iglesia. Cuando la luz del Espíritu aparece en oriente, es tal su brillo, es tal su esplendor, mayor que el del sol cuando está de veras en toda su magnificencia, que uno no puede mirarlo; los ojos del hombre no soportan el brillo de Dios, no lo puede mirar sin morir. Y entonces, cuando la luz del Espíritu de Dios aparece, ilumina, como que nosotros no podemos mirarlo, no podemos centrar nuestra mirada en Él y tenemos que volver nuestros ojos a otra parte, los volvemos hacia el Padre y lo volvemos hacia Jesús. ¡Ah! Una propiedad que tiene el Espíritu Santo es que es discreto, lo han llamado "la humildad de Dios" y por eso el Espíritu Santo cuando aparece nunca centra la atención en Sí mismo, sino siempre en el Padre, siempre en Jesús, por eso sabemos tan poco, por eso hablamos tan poco del Espíritu Santo de Dios.

Y lo primero que hace el Espíritu Santo es que nos lleva al Padre y por eso en la oración de una persona que esté en el Espíritu, una oración en el Espíritu, es una oración que necesariamente tiene como protagonista al Padre, el Padre Dios, Él es el centro de la oración cristiana cuando es el Espíritu Santo el que la dice, cuando es el Espíritu Santo el que nos impulsa a decirla o la dice en nosotros: el Padre el protagonista. El Espíritu Santo como que siempre a toda persona que VIVE y que ES bajo su impulso, la lleva necesariamente hacia el Padre. Ustedes recuerdan quizá a aquel mártir de Antioquia, al comenzar el siglo 11, el Patriarca San Ignacio, cuando iba camino del martirio y escribía a los romanos que "por favor les pedía que no hicieran nada para evitar su muerte porque Él quería ser molido por los dientes de las fieras, que tenía ansia de transformarse en trigo de Dios", y decía: "Es que yo siento dentro de mí un agua viva que me grita: ¡Ven hacia el Padre!". Un agua viva, un agua viva que me grita: ¡Ven hacia el Padre, ven hacia el Padre! Lo que hace el Espíritu Santo en el corazón de quien anima es que lo lleva hacia el Padre, lo mueve hacia el Padre, le hace suspirar por el Padre.

¡Ah! Cuando llega esa luz, lo primero que el hombre hace es verse él mismo, verse él mismo en su pequeñez, verse él mismo en su pecado, en su miseria, y entonces el hombre en el Antiguo Testamento el hombre decía cuando la luz de Dios le llegaba hasta el corazón, decía: "¡Ay de mí, voy a morir, porque he visto a Dios!"

Y cuando llega Jesucristo, el hombre dice: "Apártate de mí, Señor, soy un hombre pecador", pero cuando Jesús comienza a predicar el hombre dice: "Me levantaré e iré hacia mi Padre". El Espíritu Santo le muestra su pecado, le hace comprender que cuidando cerdos él no puede de ninguna manera vivir, porque no está hecho para comer algarrobas como por las que suspiraba el hijo pródigo para alimentarse, y dice: "Me levantaré e iré hacia mi Padre". Un agua viva que le impulsa hacia el Padre. "Me levantaré, iré hacia mi Padre y le diré..." Me levantaré porque estaba caído e iré hacia mi Padre, iré porque estaba lejano, y le diré porque se había cortado el diálogo, porque ya no podía hablar, pero él quiere (levantado y regresado) hablar al Padre.

Eso es lo primero que hace el Espíritu Santo, la primera oración en el Espíritu Santo, la primera plegaria que el Espíritu Santo hace destilar del corazón nuestro. Por eso, una auténtica plegaria en el Espíritu Santo antes que nada nos hace tomar conciencia de nuestro pecado, de nuestra indigencia y nos impulsa a salir de ella, "me levantaré e iré a mi Padre y le diré".

¡Ah! Pero el Espíritu Santo, apenas el hombre da los primeros pasos, comienza a cerrar, a entregar su negocio, a renunciar a su posición de porquerizo y comienza a caminar hacia la estancia del Padre, el Espíritu Santo le hace decir "¡cuántos jornaleros hay en la casa de mi Padre que tienen pan en abundancia!". ¡Ah, dame pan, dame que tengo hambre, dame que estoy desfallecido! El Espíritu Santo es el primero que, después de hacemos comprender la humildad y la indigencia de nuestra vida, nos va diciendo: "Tú puedes pedir, tú puedes considerarte como un niño, tú puedes considerarte indigente". Eso es plegaria en el Espíritu Santo y Él dice: "Si tú no sabes pedir lo que quieres, soy Yo el que voy a pedir por tí y lo voy a hacer con gemidos inefables que tú mismo ni conoces", porque si toda la creación gime por ser de nuevo redimida y si gimen también los hombres clamando por una redención, también el Espíritu gime en nosotros. Pide, pide a tu Padre.

Y el hombre comienza a caminar, después de haber reconocido su pecado va reconociendo también que él necesita de la mano de Dios, él necesita de la protección de Dios. Pero el Padre lo ve venir de lejos. Basta que el hombre dé el primer paso, Dios que lo ha estado viendo desde siempre, lo ve venir de lejos y corre hacia él y cuando él dice: "PADRE", porque esa es la plegaria que el Espíritu Santo pone en nuestro corazón, el Espíritu Santo de Dios nos hace gritar "ABBA, PADRE", Y en eso le decimos todo! y el Padre ya está apoyado sobre el hombro del hijo que regresa y lo está cubriendo con su manto y está diciendo: "Traigan el vestido más precioso y en la mano pónganle el anillo y en los pies las sandalias"... Ya es hijo, ya es hijo, ya hizo el camino de la esclavitud a la filiación, "pónganle las arras, pónganle el anillo del Espíritu y maten para él el cordero cebado", que es el Cuerpo de Jesucristo.

Y cuando ya el hombre, en la casa del Padre, con las arras del Espíritu, alimentado con el Cuerpo del Señor Jesús, puede mirar y puede darse cuenta donde está, ya él puede decir: "Padre", y comienza la fiesta y comienza la alegría, el regocijo, ¿qué hijo pródigo regresado a la casa del Padre va a quedarse con los brazos muy cruzados, con la cabeza muy agachada, en una adoración profunda o en un sueño más profundo todavía, cuando puede estar en el regocijo de la casa del Padre? El Espíritu Santo lo lleva al regocijo, el Espíritu Santo lo lleva a la alegría. Para él, el Espíritu Santo hace servir el vino nuevo, el que dá la Vid nueva que es Jesucristo de la cual somos todos sarmientos, el que se guarda en odres nuevos, el que produce una embriaguez nueva, una embriaguez distinta, de esa que dice Efesios: "Regocijaos pero no en el vino, llenaos de Espíritu Santo", en Ese, con Ese, comienza la fiesta en la casa del Padre.

Y entonces comienza también la alabanza, la alabanza que el Espíritu Santo hace brotar en el corazón de un hombre que se sienta lleno del Espíritu Santo de Dios. Y ¡qué puede decir un hombre al Padre que así lo está acogiendo! ¿Le dirá palabras, o le dirá cantos, o le dirá silencios, o le dirá gritos, o le dirá murmullos, o le dirá aclamaciones, o le dirá sonrisas, o le dirá sollozos, o le dirá aplausos, o le dirá embelesas y admiración, o le dirá quietud, o le dirá danza!, como que todo su cuerpo, como que toda su expresión, como que toda su palabra se queda pequeña para poder decir la maravilla del Padre que nos ama, y el Espíritu siempre trata como de impulsar la oración. Y la oración en el Espíritu es aquella oración del hombre que llega hasta el Padre y se maravilla y no puede decir sino "Padre, Padre, Abbá, Padre", Toda nuestra oración en el Espíritu Santo es una oración que desde lo profundo de nosotros mismos brote buscando a Dios. Oración en el Espíritu no es solamente cuando nosotros no sabemos qué decir y entonces oramos en lenguas. Oración en el Espíritu es toda la oración que el Espíritu Santo de Dios produce en nosotros mismos y que nos va llevando desde el país lejano donde el hijo pródigo cuidaba cerdos hasta el festín de alabanza en la casa del Padre.

Y entonces el hombre comprende que su palabra es completamente limitada, su palabra no alcanza a decir mayor cosa, porque cuando son sentimientos, cuando son emociones lo que uno tiene que decir, la palabra se queda completamente pequeña y pálida y opaca y limitada. Y entonces, el hombre dice como en los salmos: "El mundo todo, las montañas, los valles, los ríos, bendecid conmigo al Señor", o como dice el libro de Job: "¡Luceros del alba bendecid conmigo al Señor!" O como otro de los salmos: "¡Pueblos todos, naciones todas de la tierra, unid vuestras voces a la mía y bendigamos al Señor!". Y sus palabras como que se quedan pequeñas e invita a todos los hombres, a todos los instrumentos musicales, a los cantores todos, a las trompetas, instrumentos de viento, instrumentos de cuerda... ¿Recuerdan cuando cantamos el salmo 150, que es como una explosión de alegría? "Todos los pueblos, todas las voces, todos los murmullos de la Creación, ¡bendecid conmigo al Señor!. Y más. A pesar de invitar, de formar una gran orquesta con todos los instrumentos musicales, todas las gargantas, todos los seres vivos, todos los seres inanimados de la Creación invitados al gran concierto en honor del Padre, eso como que se queda pequeño, como que no alcanza, el Espíritu Santo pide más, el Espíritu Santo quiere más, el Espíritu Santo nos dice: ¡Ah, yo tengo un secreto, no hay sino un camino, no hay sino un puente, no hay sino un mediador merced al cual la voz de la Creación le puede llegar al Padre e invita a Jesucristo a que se una a la alabanza!

¿Podré darle gracias por mi vida, por mi salud, por mis padres, por mis bienes materiales, porque me salen bien las cosas...? ¿Será eso lo grande que yo le puedo decir al Padre? o ¿querrá decirle que Él es bello, que es inmenso, que Él es maravilloso, que yo le bendigo, que yo le alabo, que yo querría hacerme perfume de alabanza para Él, como dicen los salmos? ¿Será eso lo hermoso que yo le puedo decir al Padre? Hay una palabra mayor, hay una palabra mayor todavía que es la única Palabra, que es la gran Palabra que intercambia Dios con el hombre, por la fuerza del Espíritu Santo. Cuando el Padre, por la fuerza de ese Viento inmenso y eterno que es el Espíritu Santo, quiso decir una Palabra, su Palabra, su eterno Verbo, lo dijo, por el Espíritu Santo y cuando quiso dialogar con el hombre y quiso decir: "JESUS", Jesús, la gran Palabra que el Padre nos dijo a nosotros, la dijo por la fuerza del Espíritu Santo.

El Padre no tiene mayor Palabra para decirnos a nosotros que la Palabra JESUCRISTO. Al decirnos "JESUCRISTO", el Padre nos está diciendo: "Este es mi amor para vosotros". Al decirnos JESUCRISTO, el Padre nos está diciendo: "Esa es mi bendición para vosotros, es mi paz para vosotros, es mi todo para vosotros". JESUCRISTO agota la Palabra del Padre, es la Palabra eterna, es la Palabra inmensa, al decirnos JESUCRISTO el Padre nos dijo todo lo que Él es y todo lo que nos ama y todo lo que nosotros somos. Y cuando nosotros queremos decirle algo extraordinario, pero espléndido, fantástico al Padre, lo único que podemos decirle es JESUCRISTO, JESUSCRISTO. Eso es lo más que podemos decirle, y decir Jesucristo y "Creer en Jesucristo, nos dice la carta de S. Juan en el capítulo cuarto, y confesarlo no se puede hacer sin la fuerza del Espíritu Santo". Y "decir Jesucristo es el Señor y creerlo con fe, eso no es posible si no es con la fuerza del Espíritu Santo".

¿Por qué es tan grande esta Palabra? Porque Jesucristo es el único puente, porque Jesucristo es el único pontífice, es el único sacerdote, porque Jesucristo es el único adorador, porque Jesucristo es el único conocedor, porque Jesucristo es el único revelador del misterio del Padre. Por eso, cuando nosotros le decimos al Padre "en el nombre de Jesucristo" nosotros le estamos diciendo al Padre todo, todo lo que nosotros somos y todo lo que Él es. ¡Qué bello decirle al Padre las alabanzas! ¡Qué maravilloso poderle decir al Padre que le alabamos!, pero la mayor alabanza que podemos decirle es "JESUS, JESUS". Por eso, Jesús es nuestro ¡Aleluya! y por eso Jesús es nuestro ¡hosanna! y por eso Jesús es nuestro AMEN. Cuando nosotros decimos "AMEN" recordamos la carta a los corintios que nos dice que "Él es el AMEN de Dios para nosotros". Y cuando nosotros decimos "HOSANA", HOSSANA es danos salvación, y la salvación para nosotros es JESUS, Jesús es el hosanna que Dios nos da a nosotros, Jesús es el ¡hosanna! que nosotros le cantamos al Padre. Y cuando nosotros decimos "ALELUYA", ALELUYA significa "Gloria a Dios", pero la gloria de Dios es Jesucristo para nosotros. Por eso, la gran alabanza que podemos tener los cristianos para el Padre es JESUS yeso no lo podemos hacer sin la fuerza del Espíritu Santo. Y la gran acción de gracias que tenemos nosotros, la gran Eucaristía, recuerden que la palabra EUCARISTIA significa ACCION DE GRACIAS, la gran acción de gracias es Jesús. Nosotros no podemos hacer Eucaristía si no es en la fuerza del Espíritu Santo. Por eso, las Eucaristías todas tienen que ser Eucaristías carismáticas, aunque no tengan el nombre, porque no existe ninguna Eucaristía que no sea carismática. Y hay sacerdotes que dicen que dicen que hay Eucaristías que "no son carismáticas" y todas son carismáticas, porque en todas está Jesús porque para poder traer a Jesús se requiere la fuerza operadora del Espíritu Santo y la Eucaristía es la alabanza, es la presencia de Jesús y esa todos los cristianos, vivan donde vivan, hagan lo que hagan, están carismáticamente ofreciéndole al Padre la gran Palabra que le pueden decir: JESUCRISTO, JESUCRISTO. No hay Palabra más bella, ni hay oración más bella, ni hay alabanza más linda que Jesucristo, es la voz que los oídos del Padre escuchan con amor. Y la gran petición de perdón ¿qué otra hay que JESUCRISTO, el que murió por nosotros, el que está siempre intercediendo por nosotros? No hay ninguna otra, no hay aunque nosotros nos demos golpes en el pecho y destrocemos nuestros cuerpos, no hay ninguna otra que Jesucristo, que nos cubre con su manto, con el manto de su Sangre.

Por eso, lo primero que el Espíritu Santo puede hacer en nosotros es llevamos al Padre por Jesucristo, en Jesucristo, con Jesucristo, esa es la gran oración en el Espíritu. Si nosotros estamos orando en lenguas o cantando en el entendimiento, si nosotros estamos agitando felices nuestros brazos o los tenemos caídos y recogidos, pero no pensamos en el Padre y no pensamos en Jesucristo, eso no es oración en el Espíritu, eso no es sino grito. Pero si el Espíritu Santo es el que nos mueve, ¡Ah, entonces cualquiera que sea la modalidad que tome nuestra plegaria nos llevará necesariamente a acoger a Jesucristo y, por medio de Jesucristo, llegar hasta el Padre.

Pero hay más todavía. La oración en el Espíritu hace algo más con cada uno de nosotros. La oración en el Espíritu no es únicamente la posibilidad de que yo, movido por el Espíritu Santo de Dios, cante alabanzas para Dios. No es únicamente la posibilidad de que yo pida perdón a Dios o pida favores de Dios, aunque sean espirituales, no es únicamente la oración en el Espíritu la posibilidad de que yo participe en una Eucaristía espléndida, llena de cantos e incienso y de mucho entusiasmo. ¡Ah, no, hay algo más profundo todavía! La oración en el Espíritu es si yo me vuelvo oración, si mi vida se vuelve oración.

¿Qué es lo grande que el Espíritu Santo puede hacer en el corazón de un hombre? Que yo diga "Dios", que diga "Padre" es muy bello, pero hay algo más grande todavía y es que Él me transforma a mí en una imagen viva del Señor Jesús, que Él me identifica a mí con el Señor Jesús, que Él me inserta a mí en el Cuerpo del Señor Jesús y que por eso yo ya puedo decir "No soy ya el que vivo, es Cristo el que vive en mí". Y dice S. Agustín: "Ya no soy yo el que ora, es Jesucristo el que ora en mí", es que yo ya soy imagen de Cristo, es que yo ya soy parte de Cristo, es que yo soy miembro de Jesucristo, es que yo en parte ya soy Cristo. Estoy tan unido a Él, me alimento de su Cuerpo, tengo su Espíritu, que ya es una prolongación.

Y dice la carta a los Corintios que así como Moisés cuando bajaba del monte tenía que cubrirse con un velo por el resplandor de su rostro al encontrarse con Dios, nosotros a cara descubierta, mirándolo a Él, día a día nos vamos transformando en su propia imagen por la fuerza del Espíritu Santo que nos ha sido dado. Yo me estoy transformando en Cristo, tú te debes estar transformando en Cristo, nosotros todos debemos estar transformándonos en Cristo. Cada uno de nosotros debe decir: "Yo ya estoy adquiriendo los rasgos espirituales del Señor Jesús, ya mi mansedumbre debe ser similar a la de Cristo, ya mi humildad -si Él me dijo: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón"- ha de ser como la de Cristo... La imagen de Jesús debe ir resplandeciendo en mi corazón porque todos nosotros que "aunque nuestro hombre exterior se deteriora día a día, el exterior -no obstante- se va renovando diariamente". Por eso, nosotros ya no vamos a decir solamente alabanzas, nosotros nos vamos a convertir en un hombre o en una mujer-alabanza, es decir, tu vida toda, tu trabajo todo, tus acciones todas, tu sueño... "sea que comas, sea que duermas, cualquiera otra cosa que hagas, todo para alabanza de la gloria de Dios".

Alguna vez les conté que, al comenzar este siglo, en una ciudad francesa vivía una religiosa carmelita, se llamaba Sor Isabel de la Stma. Trinidad. Y un día Sor Isabel estaba en el comedor (en el comedor de los conventos de clausura sobre todo, leen durante las comidas), entonces estaban leyendo ese día el comienzo de la carta de S. Pablo a los Efesios, en el capítulo primero, los versículos 6, 12 Y 14, en esos tres pasajes aparece una expresión que dice que "Nosotros hemos sido creados para ser alabanza de la gloria de Dios". Cuando Sor Isabel de la Trinidad oyó en el comedor leer eso, a ella la pareció tan bello, que apenas salió del comedor fue donde la hermana que había leído y le dijo: "Hermana, exactamente ¿en qué parte de la Escritura está eso que leíste?" Y le dieron la cita. Ella fue a leer a meditar ese pasaje y dicen sus escritos espirituales que desde ese momento ella siempre que firmaba sus cartas o cualquier cosa suya que tenía que firmar lo hacía así: Isabel de la Santísima Trinidad, alabanza de la gloria de Dios. Y decía que cuando muriera le iba a pedir a Dios que le cambiara el nombre, a pesar de que el nombre de Isabel es tan bello, significa "casa de Dios", sin embargo ella dice que le cambien el nombre en el cielo y la llamen allí "Sor alabanza de la gloria de Dios". Es decir, que ya ella no estaba hecha para decir alabanzas, para en un momento de la mañana decir: "¡Yo te alabo, gloria a Ti, Señor, bendito seas, Aleluya!, no para decir alabanzas, sino para SER ALABANZA DE LA GLORIA DE DIOS.

Decía un padre de la Iglesia, S. Ireneo, al principio del cristianismo, decía que "la gloria de Dios es el hombre vivo", el hombre que se realiza plenamente, el hombre que vive, el hombre que desarrolla todas sus cualidades, todos sus talentos, todas sus energías, el hombre que llega a ser más pleno, más hombre, ése es alabanza de la gloria de Dios. El hombre que no deja embotada toda la inteligencia y los dones que Dios le dio, alabanza de la gloria de Dios, alabanza de la gloria de Dios. Hay gente que teme, hay gente que tiene un pavor a decir al Espíritu Santo que venga a su vida y "haz de mí lo que quieras", y se preguntan ¿qué me irá a pasar? ¿Qué me irá a pasar? "De pronto Él se complace en humillarme, en abajarme... Como le dije que aquí estaba, de pronto me va a mandar tantos sufrimientos, tantos pesares, tantas pruebas..." El Espíritu Santo es el Espíritu Creador y el Espíritu Creador nunca destruye la obra que hizo, nunca destruye la obra que hizo, de manera que si tú eres hombre e invocas al Espíritu de Dios en tí, tú serás más hombre adulto y realizado y pleno; si tú eres mujer e invocas más al Espíritu Santo, cada día tú serás más una mujer lleno de inteligencia, de bondad, de Espíritu Santo; si tú le dejas, hará plenamente su obra en tí, y el que te dio dones a ti, los coronará y llegarás a ser alabanza de la gloria de Dios.

Pero también la gratitud para Dios, ¿cómo tú vas a poder darle gracias a Dios? Tú tienes que ser un hombre y una mujer-Eucaristía, es decir, tú tienes que estar siempre en tensión de acción de gracias a Dios, tu vida toda tiene que ser acción de gracias a Dios, tú no puedes ser Eucaristía si te contentas únicamente con una pequeña oración de cada día con decir "Gracias, Señor", o si vas a la Eucaristía y dices con el presbítero: "Realmente es justo, equitativo y necesario darte gracias en todo tiempo y lugar". Eres Eucaristía si tu vida toda es acción de gracias al Padre. Y eres OFRENDA si tú dejas que el Espíritu Santo te transforme a tí como a una ofrenda grata al Padre, como una ofrenda grata a Dios.

Cuando leemos en el Evangelio de Juan una frase muy bella, que es como el resumen de todo el Evangelio y que dice: "Tanto amó Dios al mundo que le dio a su único Hijo", yo creo que esa frase nosotros la podríamos repetir de varias maneras. Podríamos cambiarla así: "Tanto amó Dios al mundo que nos dio a nosotros, sus hijos, para que sirviéramos al mundo". Tanto debemos amar nosotros al mundo que debemos dar al mundo lo que nosotros somos y que le debemos dar al mundo al único Hijo que el Padre nos regaló, a Jesucristo, pero sobre todo creo que la podríamos transformar con la fuerza del Espíritu Santo, diciendo: "Tanto ... que le podemos dar lo que más bello tenemos que es Jesucristo", pero al darles a Jesucristo nos tenemos que dar nosotros, porque por la acción del Espíritu nosotros estamos plenamente unidos e identificados con el Señor Jesús.

martes, 24 de abril de 2012

"Adorar al Espíritu Santo"



Adorar al Espiritu Santo

                                                                                         Padre Carlo Garcia


Un gran amigo de Guadalajara, México, estando un día en oración sintió la necesidad de ADORAR al ESPIRITU SANTO con algún canto de alabanza, intentó recordar alguno y no pudo, Saben por que????, simplemente, no encontró en su cancionero carismático ninguna composición de "adoración" al Espíritu Santo!!!!.

Habían, muchos cantos pidiendo su venida, iluminación, unción o dones!!! Es triste reconocerlo, pero aún en la Renovación Carismática, que nos jactamos de "conocer" y hasta "poseer" al Espíritu Santo, solo lo invoquemos para hacerlo emerger y conseguir "algo" de Él. Detengámonos en algunas de estas canciones: "Ven, Espíritu de Dios, Ven envuélveme en tu amor, ven, Espíritu de Dios ven a mi, Úngeme, Cúbreme, Sáname, lléname. Apodérate de mí....etc." Ni siquiera le agradecemos lo que nos da y hace por nosotros, mucho menos le adoramos con ese tipo de canciones!!!

Visité recientemente una librería evangélica y escuché algunos casetes, y ¿adivinen qué?, este descuido musical abarca también a nuestros hermanos protestante. ¿Cómo la ven??.

Meditando sobre la importancia del Santo Espíritu de Dios y su lugar en la definición dogmática de la Trinidad en nuestra Iglesia Católica, constaté con sorpresa que al Padre y al Hijo se les adora como tales, dándoles el lugar preponderante que les corresponde, pero no así al Espíritu Santo que "parece" relegado y subordinado a los dos primeros.

En las Sagradas Escrituras el mismo Jesús dice con respecto al Espíritu Santo: "Pero el Espíritu Santo, el Defensor que el padre va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que les he dicho" (Jn 14,26)"Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oiga y le hará saber las cosas que van a suceder. Él me honrará a mí, porque recibirá de lo que es mío y se lo dará a conocer a ustedes. Todo lo que el Padre tiene es mío también; por eso dije que el Espíritu recibirá de lo que es mío y se los dará a conocer a ustedes" (Jn 16,13-15)

La Pneumatología, o teología del Espíritu Santo, nos dice, con respecto a estos textos, que el Espíritu es un don del Padre por petición del Hijo y enviado para glorificar al Hijo. Es en este aspecto donde podemos decir que el Espíritu Santo no ha venido para hablar de sí mismo, sino para guiarnos a la Verdad y Glorificar al Hijo. Pero esta afirmación puede atentar contra el Credo Niceno-Constantinopolitano que afirma:

"Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y el Hijo, que con el Padre y el Hijo RECIBE UNA MISMA ADORACION Y GLORIA y habló por los profetas..."

La presencia del Espíritu Santo es determinante para la vida de la Iglesia, hoy y en toda su historia. Fijémonos en lo siguiente:

Se perdonara al que peque contra El Padre, lo mismo al que lo haga contra el Hijo, pero no así al que peque contra el Espíritu Santo.

El Espíritu de Dios se movía al inicio en las aguas fecundándolas con toda clase de vida.

El Espíritu Santo habló a través de los profetas para enseñar y prevenir a los hombres de la ira del Señor.

Jamás ejecuto una sentencia de escarmiento contra alguien o alguna nación (siempre el encargado de estos menesteres fue el Ángel Exterminador).

Ungió a Nuestro Rey Jesucristo cuando descendió en forma de paloma cuando fue Bautizado por el Bautista.

Llenó con su poder a los Apóstoles en Pentecostés y gracias a su predicación y testimonio hoy conocemos a Jesús.

Iluminó a los evangelistas y autores sagrados.

En el Nombre de Jesús pero por su medio es que tenemos los Carismas que nos mantienen fieles.

Habita en nosotros y nos guía hacia la salvación.

Inspiró a los padres de la iglesia y Concilios contra las herejías.

Inspiró e inspira la Magisterio de la Iglesia.

Es quien convierte el pan y vino en Cuerpo y Sangre de Cristo.

Entra a morar en el cristiano por el Bautismo.

Marca con su sello en la Confirmación.

Unge a los diáconos, presbíteros y obispos en el Orden.

Lleva nuestras oraciones al Padre.

Hoy la Iglesia vive y se mueve por el Espíritu Santo. Él, no corrige, aconseja, no sentencia, intercede, no sabe sino hacer puros favores y regalos. Sabiendo todo esto, creo que es justo que comencemos, los laicos de nuestra Iglesia Católica a tomar la iniciativa y dejar de ir a la saga de los evangélicos; comenzar una etapa donde ADOREMOS a la Santísima Trinidad dentro de la Renovación Carismática Católica. Es hora que nuestros Ministerios de Música creen canciones y alabanzas de ADORACION al Espíritu. Es el momento para que en nuestras asambleas y grupos de oración equilibremos un poco nuestra Adoración!!!

Estoy convencido que así como al Padre no le molesta que "adoremos" a su Hijo a Jesús; de hecho nadie va al Padre sino a través del Hijo, pero tampoco nadie va al Hijo sino a través del Espíritu que convence de pecado (Jn 16,8-9); así también debemos "adorar" al Espíritu Santo. Quiero dejar en claro que no estoy restándole importancia a Jesús nuestro Señor, sino dándole al Espíritu Santo la adoración y gloria que le corresponde, como lo dice el Credo, junto al Padre y al Hijo.

Que en este, que es el Año del Espíritu Santo, los Católicos tomemos la iniciativa y la creatividad para darle al Espíritu Santo el lugar que le corresponde!!!

Padre Charly Garcia 
Este articulo fue escrito en colaboracion
con Ignacio Michel O. de Guadalajara, Mexico.

"Sensibles a la acción del Espíritu"


SENSIBLES A LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU


Extraído del artículo “Sensibilidad del líder ante la acción del Espíritu” de Heribert Mühlen, Publicado en "Fuego", Junio 1982 y “Koinonía” nº 77 mayo – junio 1989.

La aridez espiritual.

La experiencia de fe, dada en la fase inicial de Pentecostés, pertenece a la naturaleza histórica de la Iglesia. También en la vida personal del cristiano auténtico se da una experiencia: un acontecimiento en el cual el hombre perceptiblemente afectado e influenciado en su corazón por el Espíritu de Dios encuentra a Cristo de modo personal. Como dice el documento de Malinas (1.74): "La experiencia espiritual que se vive hoy en el mundo entero es el resultado de la acción de Dios captada y vivida por el hombre a nivel personal". El corazón es tocado por el Espíritu Santo de modo sensible; todo el hombre es alcanzado por Dios: su mente, su voluntad, sus sentimientos. Es importante subrayar que el Espíritu Santo no se reduce a una manifestación emocional, sino que fortalece la verdad y da una nueva visión interior a la mente. Al afirmar que el Espíritu puede ser percibido por el hombre, queremos decir que éste, con su entendimiento, voluntad y sentimientos percibe la presencia de Dios. Esta experiencia, por lo tanto, no es irracional. Al experimentarla, aunque al principio no tengamos plena conciencia de ella, podemos interpretarla, y explicarla. Esta experiencia, que algunos llaman "Bautismo en el Espíritu Santo", "Liberación del Espíritu Santo" o "Efusión del Espíritu Santo" puede suceder en un momento cumbre o vivirse a lo largo de un período de crecimiento espiritual. En ambos casos, Dios mueve los corazones a fin de que capten los elementos racionales latentes en esa experiencia. Dios actúa en lo profundo del alma y el resultado es, que su acción es captada por los sentidos. San Juan de la Cruz explica que esas emociones y experiencias sensibles dadas por Dios, son buenas para los principiantes. Esto debemos tenerlo en cuenta, pues lo importante no es la mayor o menor intensidad de la experiencia sensible, sino el encuentro personal con Cristo. En este encuentro somos “tocados” por Dios en nuestros aspectos sensibles y en nuestras emociones y ello nos puede hacer más sensibles a la acción del Espíritu Santo, en nosotros, en los demás y en el plan de Dios para cada persona.

Tanto los servidores de la Renovación Carismática, como los grupos de oración desean que los demás tengan, cuanto antes, la experiencia del Espíritu, incluso presionando a la gente a veces. El, resultado es el conocido efecto de "la puerta giratoria", estudiada por Kevin Ranaghan en la revista "New Covenant", que indica cómo en el primer entusiasmo muchos acuden a la Renovación, pero al cabo de uno o dos años, se alejan de ella, porque no viven en profundidad. Todos lo hemos observado. Sin embargo las afirmaciones de San Juan de la Cruz nos pueden ayudar.

La noche del espíritu.

Dios, a veces, lleva a los hombres a superar la experiencia del Espíritu, para que vayan más lejos, hasta "el no conocer, el no querer y el no sentir". Este es un paso que puede llevar hasta las profundidades del mismo misterio de Dios. Según la primera carta a los Corintios las profundidades de Dios son oscuras para el hombre (1 Cor 2, 10). Es en la noche de los sentidos y la noche del Espíritu, donde se permanece "sin querer ver o sentir alguna cosa". Según el Nuevo Testamento la fe no es sólo una experiencia, es también "la certeza de las cosas que no vemos" (Hb 11, 1). Por tanto, al período de la primera experiencia gozosa de la unión con Dios, suele seguir una fase de aridez espiritual en la que Dios enseña al hombre que no ha de quedarse en las experiencias (“caramelos), ni recrearse en ellas, sino que debe confiar firmemente en la promesa de la permanente presencia de Dios. Solo entonces el hombre puede experimentar dicha presencia en la vida cotidiana. Es esencial que todo líder experimente y conozca por sí mismo esa ley básica de la vida espiritual. La sensibilidad a la acción del Espíritu Santo nos capacita para reconocer cuándo llega el momento de superar la primera experiencia. San Juan de la Cruz afirma que no debemos abandonar algo que nos fortalece, pero da criterios que guían el actuar cuando debamos dejarlo. Esos criterios son dos:

 Gozo y sufrimiento

A veces llega el tiempo en que la primera experiencia ya no produce gozo. O se vive una exultación espiritual que ya no hace progresar. En la Renovación Carismática muchos se empeñan en mantener viva la experiencia inicial y luchan por preservarla como si fuese un estilo de oración. San Juan de la Cruz nos dice que, cuanto más se aferra el hombre a la experiencia inicial de la proximidad de Dios, tanto menos capacitado está para penetrar en el abismo y en la oscuridad de la fe. Dice el Santo que, no podemos aspirar a vivir activamente lo que recibimos pasivamente de Dios. Quien de modo constante y consciente, se empeña en permanecer en la experiencia inicial, sucumbe con rapidez en la desilusión fatal, por buscar sus propios sentimientos y no la fe en Cristo crucificado y resucitado. Es como si la experiencia del Espíritu se convirtiese en una autoestima, que ciega al hombre, ante la dura realidad de la cruz, la cual deja de ser un acontecimiento entusiasta. Sólo la oscuridad de la fe sensibiliza al hombre ante las realidades de la Iglesia, del sufrimiento del hombre y la injusticia del mundo. Los primeros discípulos no se aferraron a la experiencia de Pentecostés. Pedro no predica acerca de sus sentimientos, sino acerca de Cristo muerto y resucitado. El entusiasmo exagerado y consciente deseado, nos vuelve incapaces, con el correr del tiempo, para prestar atención al trabajo del Espíritu. Cuantas más cosas aspire el hombre a realizar según su capricho, tantas menos podrá hacer el Espíritu Santo.

 Paz y Adoración

San Juan de la Cruz dice que cuando llega el tiempo de superar la experiencia inicial y crecer en el camino de la fe, el hombre recibe la gracia de permanecer en sosiego, paz y silenciosa adoración. Vivir en este ambiente, es signo de que Dios nos está ayudando a superar la experiencia inicial. Acentúa también el Santo que, al principio las acciones del Espíritu Santo son suaves, casi incomprensibles, por lo que el hombre no las percibe o no las comprende. Es como la presencia silenciosa de Dios en el Corazón que, sólo poco a poco, se va conociendo. Así se descubre nuestra condición de criaturas y se supera el peligro de aislarnos con Jesús, como el compañero que debe solucionamos todos nuestros problemas. Jesús no soluciona por completo nuestros problemas, sino que nos capacita para que vivamos con otras personas que tampoco tienen todas las soluciones. En la profundidad de la fe percibimos a la vez la cercanía de Dios y su distancia. Pidamos al Señor nos dé una sensibilidad profunda a la acción del Espíritu Santo, que nos capacite para discernir cuándo llega el tiempo de superar la experiencia inicial. Esto lo hará Dios oportunamente, no lo haremos nosotros con nuestros esfuerzos. Personalmente, opino que llegó la hora, Dios la mandó, en que la Renovación Carismática, viva una pausa. Al principio fue la experiencia inicial, ahora va a transformarse en profundidad, por su plena integración en la Iglesia Católica e igualmente, en las Iglesias Protestantes. Sensibilidad hacia la Iglesia Deseo, en esta segunda parte, ocuparme de la sensibilidad hacia la Iglesia, como manifestación del actuar del Espíritu Santo.

Tras la experiencia inicial compartida con otros, que también la han tenido, sigue un crecimiento en la fe que, bajo la acción del Espíritu, lleva a la maduración y comprensión de la necesidad de superar dicha experiencia y sentirse miembro de una Iglesia que, dirigida por el Espíritu, reúne a todos los salvados en un mismo Cuerpo. La experiencia inicial es, ante todo, un encuentro personal con Jesús. La pregunta acerca de si un grupo pertenece a la Iglesia, viene mucho tiempo después. En los seminarios de vida en el Espíritu se dice acertadamente que la persona debe relacionarse con quienes haya tenido la misma experiencia espiritual, pero la frase debería completarse, añadiendo: "Y que, bajo la dirección del Espíritu Santo, estén dispuestos a superar dicha experiencia.

Sentir con la Iglesia.

Tenemos que ser tan sensibles a lo que el Espíritu hace en cada persona, como a cuanto realiza en la Iglesia. Para que la Renovación sea útil a la misma, tiene que haber un desarrollo paralelo a dos niveles: Eclesial y Personal. Si no fuera así, los grupos acabarían separándose de la Iglesia afectivamente, paso previa a futuras divisiones dentro de la misma, como demuestra la historia eclesiástica. La experiencia del Espíritu no separa al individuo de los grupos que brotan en las Iglesias y que lo hacen miembro activo de una Iglesia o de una Comunidad. No se puede confesar a Jesús y luego cuestionar la Iglesia. La conversión a Jesús incluye la conversión a la Iglesia a que se pertenece. Además, como lo demuestra la historia, las nuevas Iglesias nacen sin que lo hayan deseado explícitamente sus fundadores.
 La experiencia del Espíritu y la Iglesia Como cualquier experiencia humana, la experiencia del Espíritu tiene dos aspectos: por una parte, la Realidad y la Dinámica del Espíritu Santo y, de otra, el elemento humano que vive esa realidad. Esto significa que la persona o los grupos viven esta experiencia según todo lo que ellos son. Por lo tanto, a pesar de la presencia de Cristo y del encuentro personal con El, las experiencias espirituales serán influenciadas por la esperanza, carácter, maneras de pensar y de sentir, estilo de vida y también por la tradición de la Iglesia de donde venimos. La experiencia del Espíritu se vive, por lo tanto, como una experiencia que se interpreta y que no se puede separar del modo de actuar del que la vive. Por eso, en las diferentes Iglesias se acentúa, diferente y necesariamente, el plano individual y el colectivo. El Espíritu Santo integrará, con su dinámica renovadora y unificadora, las diferentes tradiciones espirituales de la Iglesia y mostrará los errores en su desarrollo. Es importante que afirmemos y estemos convencidos, como católicos que, a pesar de todos sus pecados y limitaciones, la Iglesia es obra del Espíritu Santo. Esto significa que un grupo de oración no puede reducirse a ser una reunión de cristianos que tratan de regresar a los tiempos del Nuevo Testamento, resucitando el modelo de Iglesia que describe el mismo, prescindiendo de toda interpretación eclesial y estructura. Si ello fuese así, la experiencia de Pentecostés no llevaría a la unidad.

 Renovación y parroquia Podemos afirmar que forma parte del plan divino el que se hayan formado al principio, y sigan formándose, comunidades dentro de las estructuras existentes y, por lo tanto, también dentro de las actuales parroquias. La Renovación Carismática tiende a ser, cada vez más, una Renovación parroquial. Tenemos el ejemplo en varios países de América. No sabemos si la estructura parroquial como hoy se da, seguirá siendo la estructura que quiere el Espíritu Santo, pero la sensibilidad de los líderes Carismáticos hacia la Iglesia lleva hoy día, a que también en las parroquias existentes se integre la experiencia del Espíritu. En el Nuevo Testamento, el término "Ecclesia" alude a toda la Iglesia: local, diocesana, familiar. Toda esa realidad concreta debe integrarse con la sensibilidad y la habilidad profunda de la Renovación para integrarse en todos los aspectos de la Iglesia. En un documento preparado por los Obispos Alemanes, se dice: "La Renovación en el Espíritu Santo…, comenzó por pequeños grupos. Ciertas formas o expresiones, estilos de oración y gestos son fenómenos marginales y no pueden ser considerados como algo típico de la Renovación. La palabra "carismático" no está en oposición con "sobrio" ni denota una emoción, sino un ministerio en la Iglesia y en la sociedad, bajo la guía del Espíritu Santo". Esto nos lleva a comprender cómo las formas externas que asume la Renovación pueden insertarse en la vida parroquial y no deben provocar antagonismos ajenos a la experiencia del Espíritu. Los responsables de los grupos de oración deben prestar cuidadosa atención a cualquier peligro posible: exceso de interés por la experiencia, ansiedad misionera, autosuficiencia, peculiaridades Sensibles a la acción del Espíritu excesivas en la oración y los cantos que dificultan la inserción en la parroquia y el crecimiento comunitario.

 Dos criterios de crecimiento Para la mayoría, el camino de la Renovación empieza por una llamada personal de Dios. Quienes la reciben se unen, al comenzar, a las demás personas del grupo de oración parroquial. Así todas las gracias del Espíritu Santo son frutos para la parroquia y para la comunidad. Hay que evitar las exageraciones que brotan del deseo humano, porque la oposición a la Renovación, no es contra su mensaje sino contra dichos excesos. Dice San Pablo: "Todo me es lícito, pero no todo me conviene. Todo me es lícito pero no todo me edifica" (1 Cor 10, 23). El primer criterio es la construcción del reino de Cristo, que ninguno busque su propio bien sino el de los demás. Originalmente, en esto hay un proceso de pensamiento, a largo plazo. Los sacerdotes muchas veces frecuentan grupos y seminarios, esperando encontrar ideas nuevas para su labor pastoral, lo que lleva el peligro de considerar a la Renovación como un nuevo método de trabajo parroquial. Llegando algunos a introducir elementos de la Renovación en el servicio parroquial y en los grupos existentes. El Espíritu lleva a comprender que la Renovación no se basa en métodos, sino en la conversión personal del individuo y también del sacerdote. En caso contrario, la Renovación parecería sólo una empresa humana. Tras el fracaso del esfuerzo inicial, muchos descubren que se requiere una entrega más profunda al Señor, que termina en un proceso espiritual personal. Si éste se da subsiste la tentación de hablar de esta experiencia para convencer a los demás de que la aceptan cuanto antes, y el resultado es provocar una oposición, que no necesariamente es contra el Espíritu Santo, en párrocos que se sienten presionados o rechazados.

La habilidad de la renovación en el trabajo parroquial guiada por un pensamiento que planee a largo plazo, debe probarse según las leyes espirituales. El fruto de la paciencia no es el resultado del esfuerzo humano sino que es un don de Dios. Opongámonos a cualquier limitación que conduzca a excluir a otros, éste sería el segundo criterio, y pidamos a Dios comprensión de su plan para la Renovación Carismática y sensibilidad a El.


EL SERVIDOR FRENTE AL DESALIENTO


                                                                                   Nikol Baldacchino

“Este es nuestro ministerio. Lo tenemos por pura misericordia de Dios y, por eso, no nos desanimamos”. (2ª Cor 4,1)

A)  EL DESALIENTO: NORMAL EN LA VIDA DE LOS SERVIDORES

Una tarde en Londres, dos hombres estaban pensando faltar a su Grupo de Oración, de los que ellos eran Servidores. Aquella tarde era fría y estaba lloviendo.

"No creo que merezca la pena ir esta tarde al Grupo. ¿Quién va a venir con este tiempo tan malo?".
"Tienes razón", respondió el otro, "pero siento que no debo faltar a mi responsabilidad. La reunión se dijo que se iba a tener y uno nunca sabe quién vendrá". Y mientras la lluvia caía torrencialmente, y la tormenta dejaba oír los truenos sin parar, comenzaron la Oración en el Grupo. Aquella tarde, únicamente apareció una persona. Fue un hombre que pasaba por la calle, vio la luz de la Capilla donde se reunían y entró... para refugiarse un rato de la lluvia.

Ahora la audiencia se había aumentado. Conforme el recién llegado, empapado se sentaba, el que estaba hablando, hacía hincapié en la necesidad de misioneros entre los indios Pieles Rojas en Norteamérica. Terminada la reunión, uno de los servidores le dijo al otro: "Hemos perdido el tiempo esta tarde". ¡Qué equivocados estaban!: aquel hombre que entró en la capilla, acogió la Palabra de Dios en su corazón y decidió cambiar su estilo de vida. Después de un mes, vendió su negocio y libre de cargas, se marchó de Misionero con los Pieles Rojas a la Colonia Británica, donde se quedó durante 35 años.

DESALIENTO, DESANIMO, CANSANCIO: éstos son los sentimientos que un servidor tiene que sufrir de tiempo en tiempo. Sólo Dios sabe las veces que nos encontramos a nosotros mismos diciéndonos: "Estoy cansado, aburrido, agotado; creo que no voy a continuar más como servidor". Y sólo Dios sabe, cuántos servidores capaces, regalados por Dios con Carismas del Espíritu Santo, cuando experimentaron que se quemaban, fueron incapaces de continuar y dejaron los puestos de Servidores. Esto no es algo raro. Echemos una mirada a lo que está escrito en la Palabra de Dios. Allí encontraremos personas excepcionales, incluso el mismo Jesús, que pasaron por duras crisis en su responsabilidad como Servidores.

B)   EJEMPLOS DE DESALIENTO ENCONTRADOS EN LA BIBLIA

Moisés comienza experimentando el peso enorme de ser "dirigente".
El tuvo éxito al liberar al pueblo Judío de la esclavitud de los egipcios. Pero al poco tiempo de comenzar su viaje por el Desierto hacia la tierra prometida, comenzaron a murmurar: unas veces por las dificultades que tenían que afrontar, en otra ocasión porque no tenían agua. Otras veces, porque no tenían cebollas ni ajos, con la abundancia que habían tenido ellos de estas cosas, en Egipto. Y Moisés empieza a descorazonarse: "No puedo cargar yo solo con todo este pueblo; es demasiado pesado para mí. Si me tratas así, prefiero que me mates, si es que realmente me quieres, antes que seguir viviendo en estos apuros" (Nm. 11,15).

Elías fracasa en convencer a la Reina Jezabel de que no adore a más dioses falsos. Elías teme por su vida y tiene que huir y esconderse. Se internó en el desierto. Después de un día de viaje, se sentó bajo un arbusto, deseando estar muerto y dijo: "Ya basta, Yahvé. Toma mi vida" (1ª Rey. 19,4). Job ante el peligro, la crueldad del sufrimiento y la enfermedad, maldice su suerte y grita: "¿Por qué no morí al salir del seno y no expiré cuando salía del vientre?" (Job 3,11). Jeremías se enfrenta con la persecución y tozudez de su pueblo. Se queja y le dice al Señor, "Soy hombre que trae líos y contiendas a todo el país.

Piensa que por tu causa soporto tantas humillaciones". (Jr. 15,10.15). Jesús frente a la falta de fe de sus discípulos. "¡Qué gente tan incrédula y extraviada! ¡Hasta cuándo estaré entre ustedes! ¡Hasta cuándo tendré que soportarlos!" (Mat 17,17). Jesús siente lástima de Jerusalén porque no aceptaron su mensaje. "¡Jerusalén, Jerusalén! ¡Tú matas a los profetas y apedreas a los que Dios te envía! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina recoge a sus pollitos bajo las alas, y tú no lo has querido!". (Mt. 23,27).

Si de vez en cuando experimentas que tienes deseos de rendirte y dejar de servir en tu ministerio, ¡no estás sola! El desaliento tiene muchas raíces. Puedes sentirte solo, abrumado; tus esfuerzos no son apreciados y no ves el fruto de esos esfuerzos. Puedo incluso, que seas injustamente criticado. Y te encuentras diciéndote a ti mismo, "¿para qué seguir con tantísimos problemas?".

C) PAUTAS PARA SUPERAR EL DESALIENTO

¿Cómo deberíamos reaccionar los Servidores ante el desaliento?
a) Mantén tus ojos fijos en la meta de la carrera: Durante la carrera, todos los que participan, experimentan un cierto cansancio y miedo de que él o ella, como Servidores, no tengan suficiente energía para llegar. Pero el objetivo final y la visión del mismo, les fortalecerá para continuar corriendo hasta la meta. El hecho de que Dios mismos nos haya prometido que lo que hagamos por El, va a dar su fruto, a su debido tiempo, nos llena de valor para continuar nuestro trabajo como Servidores de los hermanos.

b) Cree firmemente que Dios va a ser fiel contigo: El puede y está dispuesto a ayudarte. Después que Jeremías fue sincero y pronunció aquellas palabras duras que sentía, Dios le respondió así: "Tú serás para ese pueblo, fortaleza y muro de bronce y, uva en adelante; aunque falte el producto del olivo y se niegue la tierra a darnos pan; aunque no tenga ovejas el corral y se queden sin bueyes los establos; Yo seguiré alegrándome en Yahvé, lleno de gozo en Dios, mi Salvador, pues me apoyo en Yahvé, que es mi Señor". (Hab. 3, 17 -19)

c) En momentos difíciles, continúa obedeciendo a Dios: Permanece fiel en tus oraciones, en el estudio de la Sagrada Escritura, en tu amor hacia los otros miembros del Grupo, en tu devoción hacia los Sacramentos. Busca otro servidor o servidores y, comparte con ellos tus dificultades. Pídeles que oren contigo.

d) Lee la biografía de los santos y mártires cristianos: Desde ellos, podremos comprender que cada santo, cada persona que hizo algo especial por Dios, tuvo que arrastrar grandes dificultades, pero el poder de la Oración y su Fidelidad a Dios, hicieron que ellos continuaran en los caminos del Señor.

e) Mira cuáles son tus prioridades: Puede ser que estés descuidando tus deberes hacia tu familia y, por tanto, generando estrés. Puede ser también que tú estés aceptando cosas que te alejan del propósito que Dios tiene para ti.

f) Persevera: Los tiempos difíciles no significan que tú pierdas la batalla. Una vez había un muchacho, a quién le preguntaron cómo había conseguido ser tan bueno patinando. Su respuesta fue: "Poniéndome de pie, cada vez que me caía". Cristóbal Colón, en el viaje que terminó con el Descubrimiento del continente Americano, nunca aceptó escuchar las amenazas de su tripulación.

Cuando un día tras otro, la tierra no aparecía, su tripulación le amenazaba con amotinarse sí no volvían al puerto de donde habían partido. Colón nunca aceptó tales amenazas y, todos los días escribía en el Diario del Barco dos palabras: "CONTINUAMOS NAVEGANDO".

Nosotros también, frente a situaciones que nos arredran, podemos decir con S. Pablo: “Este es nuestro ministerio. Lo tenemos por pura misericordia de Dios y, por eso, no nos desanimamos”. (2ª Cor. 4,1)

"Algunos carismas más habituales"


                                                 Algunos carismas más habituales

                                                                                                                                     Ceferino SANTOS, S.J.

"Los carismas son dones gratuitos que la asamblea cristiana reconoce como recibidos del Espíritu a través de uno a otro de sus miembros, con el propósito de edificar la comunidad fraterna, célula del Cuerpo de Cristo. Como su raíz griega indica (Jairo: alegrarse y Jaris: gracia), los carismas alegran a los que ejercen y a los que los acogen. Cada asamblea recibe sus propios carismas, pero muchos se encuentran habitualmente en la mayoría de los grupos carismáticos.

Recordemos algunos de estos carismas más comunes." (B.-V-Aufauvre: Qui fera taire le vent? París, Desclée, 1988, p.8).

Algunos hablan de carismas ordinarios (ningún carisma del Espíritu es ordinario); tal vez sean menos llamativos que otros, pero hasta los carismas más sencillos son don precioso de Dios para su Iglesia.

Otros los llaman carismas naturales, porque en ellos Dios utiliza la base de nuestra manera de ser y nuestras aptitudes para su manifestación y para el provecho de otros, sin una intervención llamativa del Espíritu. El Concilio Vaticano II los llamaba, en oposición a los carismas extraordinarios, los carismas "más sencillos y comunes" (Lg 12).

CARISMA DE ACOGIDA: No se trata sólo de un comportamiento social acogedor ni de disposiciones naturales que hacen decir de una persona: es muy acogedora. No se trata de una técnica psicológica. Este carisma manifiesta al acogido por medio del Espíritu que es Cristo quien le acoge a través del otro. El que tiene este carisma hace percibir por la acción del Espíritu, con un gesto, una palabra o un comentario breve, la acogida misericordiosa de Cristo al que se presenta, aunque sea como el leproso del evangelio o un publicano. El que tiene este carisma de acogida hace perceptible la actitud misericordiosa y penetrante de Cristo con relación a los más pequeños y humillados. Es un carisma necesario en los pastores y en numerosos miembros de la asamblea, que hace sentirse bien a los que llegan a una reunión y a gusto para ejercitar con libertad los carismas que se reciban.

CARISMA DE ALABANZA: Uno puede alabar a Dios en su grandeza, en su santidad, en su esplendor y en sus obras magníficas en el secreto de su corazón. Cuando esta alabanza interior del corazón se manifiesta externamente ante la asamblea por moción del Espíritu Santo, puede convertirse en un carisma para el provecho y el crecimiento espiritual de muchos. Todos estamos llamados a alabar al Señor, por más que las nubes de la tribulación nos lo oculten. Cuando lo hacemos públicamente en una asamblea con todo nuestro ser: con la inteligencia que utiliza las expresiones de la Escritura santa, con la voluntad que proclama las grandezas del Señor, con la boca que proclama sus maravillas, y con los brazos que se alzan en alto para anunciar la gloria de nuestro Dios, es que el Espíritu Santo está alabando en nosotros carismáticamente. Sin este carisma de alabanza, la gente no se lanza a proclamar espontáneamente las grandezas de Dios en público. Y, cuando los atribulados alaban a Dios con fuerza, se convierten en un testimonio edificante para los que los oyen.

CARISMA DEL CANTO: No basta ser un músico competente y dominar la técnica interpretativa de una partitura o de un instrumento musical para tener el carisma del canto. El buen cantor o músico puede conseguir que le admiremos por su ejecución. El que ejerce el carisma del canto permite al Espíritu que lo utilice para que la asamblea sienta la manifestación de la presencia del Señor en lo más profundo del corazón, mucho más allá de la sensibilidad estética. "El amigo del esposo, escucha la voz del Esposo y se alegra al oírla" (Jn 3,29).

No importa que el canto sea interpretado o de libre improvisación, más o menos perfecto musicalmente. Lo que importa es que el Espíritu Santo lo utiliza para manifestar la actuación de Dios con claridad de frutos espirituales. ¡Cuántas veces hemos visto a un cantante utilizar el carisma del canto orando por los otros, intercediendo ante Dios, cantando las alegrías de la salvación y de los dones de Dios!

CARISMA DE ENSEÑANZA: Es una manifestación del Espíritu por la que uno trasmite las doctrinas de Jesús y nos recuerda lo que Él nos dijo (Jn 14,16) con una luz en lo alto, que ilumina nuestros espíritus, nutre nuestras almas y toca nuestros corazones con una fuerza, que no proviene del estudio teológico ni de la claridad lógica ni de la perfección del lenguaje del que habla. Se trata de enseñanzas que provienen más de la inspiración del Espíritu Santo que de nuestro talento. "El que reciba el carisma de la enseñanza, ejercítelo enseñando" (Rom 12,7).

Una señora que no ha estudiado nunca teología, puede hablar de la mujer adúltera del evangelio de forma que toque los corazones de los oyentes de modo que vean con claridad que Dios les llama a una nueva conversión. " ¿Cómo puede hablar con esa sabiduría, si no ha estudiado" (Jn 7,16). Un teólogo puede hablar de la parábola del sembrador con ideas que jamás había encontrado en los comentarios exegéticos, pero que tocan la realidad espiritual más profunda de los que le escuchan: " ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?" (Lc 24,32). El carisma de la enseñanza fomenta la unidad de fe y amor en las comunidades cristianas. No proviene de la ciencia ni del estudio teológico; viene más de una inspiración del Espíritu, que ilumina la mente del que habla y toca los corazones de los que escuchan. El Espíritu Santo nos puede hablar de modos inesperados con el carisma de enseñanza.

CARISMA DE CONSUELO: No se trata de un alivio puramente humano y psicológico que un buen comunicador transmite a una persona afligida, sino de una suave y manifiesta actuación del Espíritu de Dios en alguien que sufre por mediación de un hermano/a, que transmite por una palabra, un gesto, una sonrisa, una oración, o una frase de la Escritura una mejoría carismática al triste, que llora en su corazón y en su vida A veces, basta pronunciar una frase de la Biblia: "Ten valor y firme corazón. Espera en el Señor" (SI 27,14), y cesa el raudal de lágrimas y de gemidos del atribulado. Otras veces, una breve oración por el que sufre le proporciona un alivio inesperado. El Señor es nuestro consuelo profundo y radical y sabe calmar al corazón afligido de múltiples maneras. Este carisma aparece con frecuencia en la intercesión por los atribulados.

CARISMA DE COMPASIÓN: Por este carisma, la compasión de Cristo se transmite al desesperado y sin ánimos, de modo eficaz y carismático por palabras, por lágrimas de compasión, por gestos de sintonía con el que sufre, que inspira el Espíritu Santo y no la carne ni la sangre. Por el carisma de compasión, Cristo hace nuestro corazón semejante al suyo para que transmita su ternura y su misericordia, con las que llama a la conversión, construye y edifica a la comunidad cristiana.

CARISMA DE EXHORTACION: El que recibe el carisma de la exhortación, lo ejerce exhortando (Rom 12,8). En las asambleas o retiros Dios pone, a veces, en boca de un participante un don especial de exhortación inspirada para estimular a uno, a varios o muchos de los asistentes que comienzan a cansarse en el camino. Es verdad, que a veces la profecía adopta la forma de "estímulo" (paráklesis), como recuerda San Pablo: "El que profetiza habla a los hombres para su edificación, su estímulo y su consolación" (1 Cor 14,3). Puede decir ocasionalmente un profeta una palabra de exhortación, sin que esto excluya que alguien pueda tener un don especial para exhortar sin ejercer el don de profecía ni en su forma ni en su tono.

CARISMA DE MISERICORDIA: En mi opinión este carisma, es hermano gemelo del carisma de compasión. Tal vez, la pequeña diferencia resida en que, según San Pablo, ha de ejercitarse con gozo: "El que ejerce el carisma de la misericordia, hágalo con jovialidad" (Rom 12,8d). En cambio, el carisma de la compasión puede practicarse "llorando con los que lloran". Pero la misericordia, que se viviese con tristeza, adustez y mal ceño, sin jovialidad y sin ternura alegre, dejaría de ser carisma de misericordia y no manifestaría bien la actuación bondadosa del Espíritu de Dios.

LOS CARISMAS SENCILLOS: ASISTENCIA, COMUNICACIÓN DE BIENES, ETC.

Podría alargarse la lista de los carismas sencillos y poco llamativos que construyen en la caridad, en la oración y en la unidad. También podría reducirse su número. Albert Vanhoye escribía que "el que consuela, el que reparte y el que ejerce la misericordia (Rom 12,8) están en relación con el carisma de asistencia (antilempseis)" en la primera carta a los Corintios;. Bajo el nombre de carisma de ayuda podrían incluirse los carismas de consuelo, compasión y misericordia. También podríamos diferenciarlos: "Luego el don de asistencia y de gobierno" (1 Cor 12,28c) , escribe San Pablo. No se trata nunca de carismas pequeños; merecen ser tratados aparte, pues tienen una importancia grande para la construcción de la Iglesia. El don de asistencia en una Madre Teresa de Calcuta ha tenido un impacto evangelizador de alcance mundial. El carisma de ayuda se extiende a toda clase de socorro a los necesitados: comida, bebida, vivienda, educación, sanidad, trabajo, vida espiritual, etc.

Dentro de este campo, San Pablo concreta el carisma de la comunicación de bienes: "El que da (metadidous), con sencillez" (Rom 12,8). El Espíritu Santo mueve a compartir con los demás todo tipo de bienes recibidos de Dios: materiales, intelectuales, espirituales. Se trata de vivir aquellas palabras de Cristo: "Mayor felicidad tiene el que da que el que recibe" (Hch 20,35). Cristo nos dio todo: su tiempo, su amor, su poder y su vida.

No olvidemos que estos carismas que llamamos sencillos y pequeños tienen fuerza para cambiar el mundo.