COMO CADA AÑO, EN EL MES DE JULIO Y AGOSTO, EL PADRE CARLOS SIERRA SIEMBRA LA SEMILLA DE LA PALABRA DE DIOS ENTRE NOSOTROS. GRACIAS PADRE POR SU SERVICIO A LA COMUNIDAD, A LA NUESTRA Y A LA DE OTRAS COMUNIDADES QUE SE BENEFICIAN DE SU LABOR CALLADA Y ENTREGADA
COMUNIDAD DE BUENA NUEVA.RCCE
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jueves, 30 de agosto de 2012
martes, 21 de agosto de 2012
COMO RECIBIR LA CORRECCIÓN FRATERNA
Juan Manuel MARTÍN-MORENO, S.J.
Pablo hizo una corrección
pública a Pedro, Jefe de la
Iglesia , que fue decisiva para la primera comunidad.
Para ratificar la valentía
de ese amor, a la Iglesia
le gusta presentarlos juntos. Son todo un ejemplo a la hora de hacer y recibir
la corrección fraterna.
Ante Pedro y Pablo hay que
quitarse el sombrero.
Hay sólo una cosa tan
difícil como el corregir, y es precisamente el ser corregido. A nadie le agrada
verse cogido en una falta o en un escorzo desfavorable. Nos gusta salir bien en
las fotografías, y si descubrimos una foto en la que hemos salido mal,
enseguida queremos destruirla. ¡Cuidamos tanto nuestra imagen!
Sin embargo, la palabra de
Dios nos estimula continuamente a desear que los hermanos nos corrijan. En los
libros sapienciales ésta es precisamente una de las señales más claras de la
sabiduría humana y la que distingue al sabio del necio. «El que ama la instrucción ama la ciencia, el que odia la reprensión
es un necio» (Prov. 12,1). «El que odia la
corrección perecerá» (Prov. 15,10). «Quien desatiende la corrección se
desprecia a sí mismo» (Prov. 15,32).
Todos comprendemos bien en
el ámbito racional la necesidad de ser corregidos. ¿A quién no le gustaría que
le avisasen si lleva desabrochado el pantalón, o si se ha puesto los calcetines
de distinto color? Sin embargo, esto que vemos tan claro en los demás se
oscurece cuando se meten por medio nuestras inseguridades, nuestros complejos y
sentimientos negativos.
Cualquier crítica, por
mínima que sea, la percibimos como un ataque, una condenación global de nuestra
persona. Sólo los hombres muy maduros saben enfrentarse a la crítica de una
manera objetiva, sin permitir que se mezclen los sentimientos de ese niño
herido e inseguro que llevamos dentro.
La sociedad consumista en
la que vivimos nos acostumbra a pensar que cualquier artículo deteriorado ya no
sirve para nada. El instinto consumista me hace temer que cualquier defecto que
encuentre en mí mismo me hace rechazable para los demás. Por eso no quiero
reconocer mis defectos.
La persona madura, en vez
de esta mirada consumista, tiene la mirada del arqueólogo. Cuando un arqueólogo
encuentra en sus excavaciones un ánfora griega, no le importa que esté
desportillado o que le falte el asa. Sabe apreciar plenamente su valor: los
defectos de la pieza hallada no le impiden reconocer su belleza. A la Venus de Milo le faltan nada
menos que los brazos y sigue siendo la escultura más preciada de todo el museo
del Louvre.
Si tuviésemos la mirada del
arqueólogo en lugar de la mirada consumista, estaríamos mejor dispuestos a
reconocer nuestros defectos. No consideraríamos una amenaza la crítica que nos
dirigen las personas que nos aman y nos valoran y además quieren ayudarnos.
Estaríamos más dispuestos a reconocer nuestras limitaciones si estuviésemos
seguros del amor de los demás, y de su aprecio fiel y permanente.
Aceptamos la crítica sólo
de aquellos por quienes nos sentimos muy amados. La mayoría de las personas
viven a la defensiva, embrollados en sus propios autoengaños, con una imagen
equivocada sobre el propio yo. Nos da miedo la verdad.
Derribar nuestras defensas,
abrirnos a la luz, descubrir la verdad sobre uno mismo es el camino de la
madurez y de la verdadera libertad. Sólo «es la verdad la que nos hace libres»
(Jn 8,32).
Un personaje
que aparece continuamente en la
Biblia es el «necio». Frente a la sabiduría se alza la
necedad de los hombres. Esta necedad se atribuye muchas veces a la arrogancia.
Para mí en el fondo de la arrogancia y de la vanidad no hay más que
inseguridad. Los que están seguros de sí mismos no tienen miedo de reconocer
sus defectos y evaluarse a sí mismos objetivamente. Son sólo los inseguros, los
que no conocen sus verdaderos valores, los que viven mentiras sistemáticas y
pretenden ser lo que no son. Quien conoce sus propios valores no necesita que
los demás se los reconozcan: no va por ahí mendigando elogios, ni le importan
las críticas. En el fondo de toda persona vanidosa hay un pobre niño inseguro
que suplica caricias, palabras de reconocimiento, masajes cardíacos.
Por eso les da miedo cuando
se les enfrenta con sus defectos. Piensan que es el comienzo del fin. Y sacan a
relucir todos sus mecanismos de defensa y su agresividad hacia afuera, que es
la violencia, y su agresividad hacia dentro, que es la depresión. El «necio» odia la reprensión, desatiende la instrucción.
«No reprendas al arrogante porque te aborrecerá. Reprende al sabio y te amará»
(Prov. 9,8).
En cambio, el sabio valora
la reprensión cuando se le hace con amor. «Anillo
de oro o collar de oro fino la reprensión sabia en un oído atento» (Prov.
25,12). Agradecemos profundamente la ayuda de las personas que nos
quieren ayudar a ser mejores.
Los textos del Nuevo
Testamento nos animan a valorar a los dirigentes que amonestan a la comunidad y
a valorar lo ingrato de su tarea. "Tened en consideración a los que
trabajan entre vosotros, os presiden en el Señor y os amonestan. Tenedles en la
mayor estima por su labor» (1 Tes 5, I). La carta a los Hebreos añade con una
cierta ironía: "Someteos a vuestros dirigentes para que lo hagan con
alegría y no lamentándose, cosa que no os traería ventaja alguna» (Heb 13,17).
Bastante le cuesta al otro pobre corregirte; no se lo pongas demasiado difícil.
Si una vez he llevado mal
la corrección, probablemente ya no se atreverán a corregirme más y me tratarán
siempre entre gasas y algodones. En realidad me debería preocupar cuando pasa
el tiempo y nadie me avisa de ningún defecto. Eso sí que es un mal síntoma que
debería alarmarme. <Pasan de mí», «no se interesa nadie por mi persona», «no
tienen confianza conmigo», "me creen demasiado sensible y tienen miedo de
herirme», "me ven incorregible»; estas y otras consideraciones parecidas
son las que deberían preocuparnos cuando en una comunidad cristiana nadie nos
ayuda a luchar contra nuestros defectos.
Viniendo ya al concreto de
cómo hemos de recibir la corrección fraterna, nos ayudarán estas pequeñas
recetas prácticas:
1. Escucha. Trata de
entender lo que te dicen. No te pongas a la defensiva. No prepares tu defensa
mientras el otro habla; escucha atentamente y trata de entender lo que te dice.
No le interrumpas y déjale hablar hasta el final. Pregúntale si tiene algo más
que decirte. "Sin haber escuchado no respondas, ni interrumpas en medio
del discurso» (Eclo 11,8). "Si uno responde antes de escuchar, eso es para
él necedad y confusión» (Prov. 18,13).
2. Agradece. Aun cuando no
estés de acuerdo con lo que te ha dicho, dale las gracias. Agradece que se haya
interesado por ti, que se haya tomado su tiempo para hablarte, que se haya
pasado el sofocón de decir algo desagradable, que haya tenido confianza
contigo, que te haya dicho las cosas a la cara en lugar de ir hablando a tus
espaldas, que te juzgue una persona madura, capaz de aceptar la corrección, de
cambiar y de enmendarse.
3. Pregunta. Si en un
principio no estás de acuerdo con los hechos que te atribuyen o con la
valoración que se hace de ellos, pregunta cuál es la evidencia sobre la que
basan sus críticas. Pero no exijas que te den el nombre de las personas que
hayan podido informar. El no debe decírtelo en ningún caso y tú no debes
sonsacarle. Lo importante son los hechos y no la fuente de información.
4. Duda. Quizás tu primera
reacción sea pensar que no tienen razón. El hombre humilde y prudente es
consciente de la posibilidad de equivocarse, de sus autoengaños y
racionalizaciones. El Apóstol nos anima a «considerar a los demás como
superiores» (Flp. 2,3). Por eso, valora el juicio del hermano más que el tuyo
propio y dale el beneficio de la duda.
Quizás tu primera reacción
sea defensiva. «Es humano defendernos. Todos defendemos nuestro yo en grados
diversos. Es casi tan automático como la acción refleja que cierra el párpado
cuando algún objeto extraño se introduce en el ojo. Así, cuando nuestro yo es
atacado por la crítica, nuestra reacción automática es buscar alguna manera de
proteger ese yo íntimo»
5. Analiza. Después de
dudar e intentar ver las razones del otro, quizás te siga pareciendo que el
reproche no está justificado, que el otro está mal informado o no ha hecho una
valoración correcta de los hechos o de tus intenciones.
No por eso debes reaccionar
con agresividad. Trata de preguntarte las razones que ha podido tener el que te
corrige.
Quizás te puede ayudar el
consultar a una tercera persona imparcial que conozca bien la situación. Pero
si estás verdaderamente tranquilo de que no has merecido ese reproche, quédate
tranquilo.
6. Espera. Después de
recibir la crítica negativa o la corrección fraterna, tómate todo el tiempo que
necesites antes de decidir cuál va a ser tu reacción,
7. Ora. Pídele al Señor que
te ilumine, invoca al Espíritu Santo. Abre tu corazón a esa luz que disipe tus
tinieblas y te dé lucidez para conocer todos tus engaños y racionalizaciones.
Pídele fortaleza en caso de que tengas que contradecir a la persona que te ha
corregido mostrando que se equivoca. Pídele mansedumbre y humildad para evitar
cualquier tipo de resentimiento.
8. Sé amable. Evita
cualquier tipo de reacción airada de gestos o muecas de disgusto. No te salgas
por la tangente con argumentos «ad hominem» diciendo cosas como: "Pues tú
más» o "Si yo me pusiese a decirte a ti todo lo que haces mal... ». No
pases al contraataque.
Quizás tú también tengas
que ayudarle al otro a corregirse de sus defectos, pero ahora no es el momento.
No desvíes tampoco la conversación hacia terceras personas diciendo: "Eso
lo lacen todos, ¿por qué me lo dices sólo a mí?» 0 «Fulanito lo hace también y
a él nunca le dices nada». No estamos hablando ahora de Fulanito, sino de ti.
El mal de muchos es sólo consuelo de tontos. Es tu conducta la que tienes que
examinar ahora y no la de los demás.
Por otra parte, aun cuando
la corrección haya sido injusta, acógela con amabilidad. Si te molestas, la
otra persona cogerá miedo y quizás ya no te avisará en otras ocasiones en que
lo necesites de verdad. Si esta vez te han juzgado mal, vaya por todas las
veces en que has actuado mal y no te han dicho nada o no se han enterado. Lo
uno por lo otro.
Hay algunos también que se
ponen muy agresivos cuando les señalan defectos que ellos mismos reconocen.
Notaba ya san Gregorio cómo hay personas que confiesan sus faltas de buena
gana, pero cuando otro se las reprende, entonces se molestan, se defienden y se
excusan.
(Nuevo Pentecostés, n.
Resumido del libro: "Así como nosotros perdonamos" Ediciones
Paulinas)
viernes, 10 de agosto de 2012
"BIENAVENTURADOS LOS QUE ELIGEN SER POBRES"... (Mt.5.3)
"BIENAVENTURADOS LOS QUE ELIGEN SER POBRES"... (Mt.5.3)
EUSEBIO VILLANUEVA, O.C.D.
Recibimos
todo de Dios: la Vida,
el Pan y el ESPÍRITU. También cada uno se recibe a sí mismo de Dios. Por eso al
hablar ahora de esta bienaventuranza lo hago con "temor y temblor".
Su contenido es una vastedad amorosa...
Intento
evitar dos extravíos. Por un lado el fraude de las apariencias, tan de nuestra
sociedad. Lo que importa es aparentar; su fe es la apariencia, su religión es
la apariencia, su eslogan vital es la apariencia... y pasemos a otra cosa...
Por
otro lado evitar el "piadosismo", el fervor sentimental, el hacer
literatura edificante sobre la
Pobreza. Esto no interpelaría a nadie. No inquietaría nuestra
manera de vivir, ni cuestionaría nuestras estructuras sociales injustas.
Luchar
contra la
POBREZA-Miseria, profundizar en la Pobreza-Espiritual,
entrar libre y gozosamente en la Pobreza-Camino en el seguimiento de Jesús... He
aquí una aventura en la que sólo el Espíritu de Dios puede conducirnos
progresivamente... y en la medida en que nos abramos al Evangelio y a los
Pobres. Es en la "montaña de las Bienaventuranzas" donde se troquela
y se forja el cristiano. Y es ahí donde se nos dicen nuestras "señas de
identidad cristiana".
Los
estudios bíblicos y las realidades sociológicas de hoy mismo nos permiten
clarificar nuestro vocabulario. Bienaventurados los que se hacen
"pobres", no los que dicen o profesan. y no perderse en la confusión
de haber obrado, cuando sólo se ha hablado...
A)
Está la
POBREZA-MlSERIA
La pobreza económica y sociológica. Esta es un mal que degrada y
excomulga al hombre y ofende a Dios; le niega. Los
hijos de Dios sin medios suficientes para existir y realizarse. Los sin
recursos de bienes, de poder, de prestigio e inservibles, prescindidos...
Transeúntes y vagabundos a quienes la pobreza los borra
como personas en la sociedad... Los 60
millones de humanos que mueren de hambre anualmente en nuestro mundo, cuyo
corazón todavía llora cuando se enfrían sus ojos. Los muchos más que viven de mero
subsistir, sufriendo todas las crueldades de la vida. . . Los miles + miles de drogadictos que se destruyen en la
marginación... Los miles + miles que vemos perdidos en el SIDA, que se desviven
en desesperación... Los miles + miles de presos que se embrutecen y encanallan
en nuestras prisiones... La enorme y creciente leva de mayores en pobreza de
soledad que les acompaña en el misterioso camino de sus existencias... Los miles de millones de mendigos de pedir, - por-dioseros
(que nos piden "por Dios")- de sanidad, de cultura, de trabajo, de
pan y paz... Tantas cosas imprescindibles para el diario vivir del pobre...
Esta
Bienaventuranza nos pide, ya en este primer estadio, un compromiso cristiano
sin tregua de lucha para restaurar el rostro del hombre como rostro de Dios... La grandeza del hombre y de la Comunidad humana no es
el "poder adquisitivo", sino su capacidad de relación, de amar y ser
amado. El desarrollo de un Pueblo más fundamental no se debe calcular
por su producto nacional bruto, sino por su eficacia distributiva...
No
es cristiano renunciar a esta lucha distributiva fraterna con el pretexto de
que no se va a conseguir nada, de que la acaparación de los bienes de todos es
desbordante e incontrolable. No sirve la excusa de que las utopías sociales
duran menos que pájaro en árbol seco. Este razonamiento es falso. Todo bien es
agente de bien. Todo acto con amor, aunque no veamos sus resultados, está ya
haciendo el bien... "Será una gota en el Océano, pero si no lo hacemos, a
ese Océano le faltará una gota", nos anima Teresa de Calcuta...
B)
Están los "Pobres en el Espíritu"
Es
actitud fundamental del hombre abierto al proyecto de Dios. Dios es la
identidad más profunda del hombre. Y el hombre no existe más que en esa
relación amorosa... Por eso, ¡Bienaventurados los que eligen ser pobres! Los
que se hacen desposeídos - nadatenientes, nadaposeedores - y ponen su centro de
gravedad y su gozne, en Dios.
Hay
un elemento capital: la
ELECCION. Estos pobres, estos "pequeños"
sociológicamente, HAN DECIDIDO vivir en esta situación de pobreza, de
carencia... Han descubierto, en su sabiduría del corazón, que NADA llenará su
vacío interior, su vida. Que nada será capaz de acallar sus frustraciones del
ser y del tener...
Mateo
evangelista lo sabía en su propia carne de recaudador de impuestos: la riqueza
no llena definitivamente. Nada es cabal respuesta al "Hambre y Sed"
humanos... Nada sacia profundamente. EL hombre
siempre estará hambriento de todo lo que no harta. San Agustín nos lo recuerda desde su hambre dolorida:
"Nos hiciste, Señor, para Ti e inquieto andará nuestro corazón hasta que
descanse en Ti".
La
causa de esta elección de la pobreza es el descubrimiento de otra dimensión de
la existencia, y se despojan de la suficiencia de querer bastarse a sí
mismos... Como ningún OBJETO llena su "vacío", se abren a ALGUIEN que
les invada y anegue y sacie, paulatinamente: Dios, el Espíritu de Dios, su
Santo Espíritu. (Un aviso: si le pedimos a Dios que nos "vacíe", El
nos despojará segurísimo)... Y ese "vacío" atrae el
"relleno" de DIOS: su presencia permanente, su Dulce Huésped del
alma... Se establece una corriente de ocupación de toma de posesión por ese
Espíritu... Al quedarse sin "nada", Dios se le constituye en su TODO.
Y comienzan las "visitaciones" de Dios en experiencias profundas que
nos van haciendo disponibles. Pasando del "Señor, ¿qué quieres que haga?
al Señor, ¿qué quieres hacer a través de mí?" Dejando a Dios ser Dios como
Él quiere ser y estar en nuestras vidas...
Francisco de Asís al alba de su conversión, de su despojo, en la
plaza pública se queda desnudo, -pobre- ante su padre Bernardone. Pobre,
desnudo: de filiación, de apellido, de destino, de casa y de bienes, de sí
mismo y de sentido de vida... Libre, sólo entonces puede exclamar: "desde
ahora diré siempre Padre nuestro, que estás en los cielos". Esta pobreza
es oferta de Libertad... Sólo el que tiene un corazón de pobre puede abrirse a
la riqueza de Dios, a los DONES del Espíritu.
En
realidad Dios está siempre en el centro de nuestra vida. Es la raíz primera y
creadora de nuestro ser y de nuestra identidad. Y, cuando todos los
revestimientos caen, aparece Dios debajo, al desnudo. Al desprenderse de todo,
Dios aparece como el TODO BIEN, SUMO BIEN, como nos lo presentó Francisco de
Asís.
También
ocurre con nuestras pobres y frágiles seguridades. Al caerse los andamios y
reaseguros, Dios se constituye en soporte y piedra angular. Dios es nuestra
"roca" y seguridad. Por eso SOLO los Pobres POSEEN a Dios. Y "DE
ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS", nos asegura esta Bienaventuranza
Primera. En presente de indicativo, contrariamente a las otras
bienaventuranzas, que lo aseguran en un futuro.
Nuestros
caminos son cortos, desalentados, tristes. Porque andamos a medias con Dios.
Nos falta la generosidad del Espíritu. Y nuestras "conversiones" en
pobreza, recomienzan a impulsos desiguales.
El
"pobre en el "Espíritu" no se siente dueño de ningún don. Sólo
dispensador y manos distribuidoras del Padre para el compartir fraterno. Como
deudor de la Comunidad
Humana que es.
Los
bienes acaparados son la asfixia de la madurez cristiana y los otros dejan de
existir para él (Lc. 16,19-22). Cada uno venimos del Padre: El nos ha sacado de
su Corazón. Y el corazón es lo más central de la persona. El Dios que te DA y
el Dios que te pide...
C)
Está la POBREZA-CAMINO
de Seguimiento
Pobreza-Camino
como itinerario privilegiado para seguir a Jesús, el Cristo. Y seguir a Jesús
es CONFORMARSE con El, - no el mismo molde, sino el mismo seno creador del
Padre, y por ello entrar en el camino de "Encarnación" de
Belén-Galilea-Jerusalén y de la pobreza, del darse y repartirse.
Esta
bienaventuranza NACE del Cristo que, "despojándose de su grandeza de
Dios", se hace "Hijo del Hombre", de nuestras dependencias,
limitaciones y pobrezas naturales y adquiridas... (Cta. Filip. 2,6-8). Ésta
será una de las fuerzas claves de la vida y carisma de Francisco de Asís. Y de
ese lado del camino del Dios-Pobre le llegarán todas las
"visitaciones" de su Señor... Y Francisco siguiendo a Jesús se hace
"encarnación". Y Jesús, pobre y crucificado, será la Gran Palabra - que no
admite glosa- de toda la vida de Francisco, hasta el abrazo franciscano con
Cristo que todo lo hermana. Francisco se situará siempre en la zona de los
pobres, los leprosos, los pequeños Sociológicamente, los menores, los sin
poder, ni tener, ni saber. Francisco VE a Jesús en cada uno de ellos. Los otros
SON Jesús en persona... El que tiende la mano buscando calor de hermano y el
que arrastra los pies por los caminos peregrino de lo absoluto... Allí donde un
hermano respire mal, para Francisco, Dios se está ahogando. Identificación
afectiva y efectiva con Jesús-Pobre, es su camino de seguimiento. Francisco no
es un teórico, ni quiso serlo.
Nosotros, los de la fe clara, acostumbramos buscar a Dios
"dentro", en nosotros y en los "ritos" y en la Iglesia... Pero
Dios de entrada se hace "fuera", se hace ellos y nos llama a
"salir" para encontrarlo: tuve hambre. . . tuve sed. . . estaba
enfermo, preso... (Mt. 25,31 ss.). Francisco contempló toda su vida admirando
el rostro de Dios hecho Jesús y revelado en Él. Lo "vio" nacer bebé,
cría humana débil, pobre de nuestras pobrezas, perdido en el anonimato y
acontecimientos humanos de las familias desplazadas. Lo "vio " vivir
como pobre en el Nazaret y Galilea de todas las periferias; como peregrino de
nuestros caminos pobres. Lo "vio" comprometido, participativo,
entregado hasta una muerte de maldición política y religiosa. Entrando y
saliendo de este nuestro mundo como un marginal de todos los tiempos. Con su
Primera Noche en una cueva y su última Noche en una cárcel de guardia... Y en
medio, ¡tantas noches de Amor y de vela!
Este
Camino de Pobreza y Seguimiento de Jesús no es simplemente la decisión de
unirse, de "echar su suerte con los pobres de la tierra". Ni es
únicamente una "opción por los pobres". Ni crítica de ningún sistema
determinado de sociedad. Tampoco es una ascética monacal de purificación. Jesús
no propuso el camino de Juan Bautista. Para Jesús todo sale y regresa a Dios. Y
Dios es, Dios consiste, en AMOR. Y el Camino de Jesús es Amor que se da. No
tenemos otra manera de seguir a Jesús: "Como mi Padre me envió así os
envío YO" (Jn. 20;21).
Esta
Pobreza Evangélica es un DON del Espíritu: el don de Amor, que exige
CON-FORMARSE al Amado. Prescindiendo de todo lo que no es Él. Nace y vive del
Amor. Entra y se engloba en la "Vida Mística": Unión con Dios...
jueves, 9 de agosto de 2012
"BIENAVENTURAI)OS LOS MANSOS PORQUE ELLOS HEREDARAN LA TIERRA "... (Mt.5.5)
"BIENAVENTURAI)OS LOS MANSOS PORQUE ELLOS HEREDARAN LA TIERRA "... (Mt.5.5)
ALEJANDRO BALBÁS SINOBAS
I.
BIENAVENTURADOS LOS MANSOS. Es muy semejante a la primera bendición:
Bienaventurados los pobres, por derivarse de la misma palabra anawim en hebreo.
Sin embargo, en griego y bíblicamente, saltando la connotación social que
entrañaría la palabra pobre, resalta la disposición espiritual, el valor moral,
la mansedumbre.
Los
mansos en el Salmo 37
Los
exégetas parecen encontrar una referencia clara de esta Bienaventuranza con el
Salmo 37. A
lo largo de su lectura serían mansos los que no se acaloran y viven en calma
ante Yahveh, los que abandonan el enojo ante los malvados. Por otra parte, son llamados y tenidos por justos y son
pacientes, no ambiciosos, rectos en sus intenciones. Los justos -mansos- hablan con sabiduría porque la ley de su Dios está en su corazón y no vacilarán.
Estos serán los mansos que poseerán la tierra y gozarán de inmensa paz y
habitarán en ella para siempre.
Jesús
manso en San Mateo
San
Mateo aplica a Jesús la mansedumbre en su entrada mesiánica en Jerusalén en
cumplimiento de la profecía de Zacarías: justo y vencedor, manso y montado en
un asno (Cf.Za 9,9; Mt 21,4-5). Cristo es rey lleno de mansedumbre, muy
distinto a los reyes de la tierra llenos de poder y violencia.
Así
mismo, Mateo en 11, 28- 30 presenta a Cristo ofreciéndose como descanso, alivio
y fortaleza precisamente porque es "manso y humilde de corazón". Es
buena contraposición a los rabinos que imponían las cargas pesadas de las
obligaciones con gran severidad. "Venid a mí
todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre
vosotros mi yugo, y aprended de mí que, soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera".
Nos
encontramos ante un Cristo acogedor, manso, humilde de verdad, suave, dulce, en
quien se puede confiar. Es el verdadero maestro que no solamente enseña sino
que abre su intimidad a todo el que quiera ser su discípulo.
"Aprende
de mí".
Cristo
necesita discípulos, abriéndoles primero su corazón para que se identifiquen
íntimamente con él. "Lo que más me ha impresionado es que Cristo necesita
de mí", oía en un testimonio. El corazón especifica y refleja al verdadero
discípulo que ha de latir y mostrarse como su maestro. La mansedumbre en sus
facetas de humildad, de sencillez, de suavidad, de paciencia adentra al
discípulo en el verdadero espíritu evangélico de Jesucristo, haciéndole además
dichoso, feliz. ¿Quién, pues, no está llamado o no quiere ser feliz? A sus
discípulos mansos y humildes, Jesús les justificará, les comunicará su
sabiduría, les hará partícipes de sus poderes, les dará las palabras que en su
nombre deberán hablar.
Ahora
bien, ser mansos y humildes de corazón no quiere decir ser cobardes,
pusilánimes, sin carácter, resignados con actitud fatalista y de paganos, sin
entender el sentido cristiano de la vida y de la cruz de Cristo en
circunstancias difíciles.
Jesús, el manso y humilde de corazón, se mostró fuerte contra la
hipocresía de los escribas y fariseos: "¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos, hipócritas..." (Cf. Mt 23). Igualmente contra la profanación del
templo: "Entró Jesús en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y
compraban en el Templo... "(Mt 21, 12...), ante el Sanedrín: "Si he
hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me
pegas?" (Jn 18,23), e incluso para perdonar a sus enemigos: "Padre,
perdónales, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34).
En
otras ocasiones mansedumbre y fortaleza no se contraponen sino que se
necesitan. Precisamente para ser verdadero manso a veces se necesita la
fortaleza de saber soportar injusticias, calumnias, menosprecios, marginación,
risas socarronas. Para todo esto se necesita ser mansamente fuertes, estar muy
unidos á Cristo que supo vivir así y pudo decir: "el Reino de Dios sufre
violencia" (Mt 11,12). En este caso hemos de recordar al discípulo San
Pablo: "cuando estoy débil, entonces es cuando estoy fuerte" (2 Cor
12, 10). Es que habitaba en él la fuerza de Cristo.
La
mansedumbre como fruto del Espíritu.
"En
cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí" (Cal 5,22). Se deduce con
toda claridad que la mansedumbre se desprende de la acción del Espíritu Santo.
Qué bueno será preguntarse por el Espíritu Santo, cuando falta la mansedumbre.
Qué importante es ser bien "bautizado" en el Espíritu Santo y su
renovación permanente, ya que nada es mágico ni siempre instantáneo.
San
Pablo nos habla del fruto, no de los frutos. Lo cual está indicando el cortejo
de virtudes unidas en relación y complementariedad que alumbran el nuevo hombre
en Cristo por la efusión del Espíritu Santo con nuestro sí decidido y generoso.
2.
HEREDARÁN LA TIERRA.
Jesús promete a los mansos la dicha completa porque poseerán
la tierra. El salmo 37, comentado anteriormente, ya decía: "Los mansos
poseerán la tierra" (v.11). Aquí se refiere a la Tierra Prometida,
como se le prometió a Abrahán, y el pueblo de Israel caminó tras ella por el
desierto a la tierra de Canaán. Tampoco se trata de la conquista de la tierra
moral de la mansedumbre, de la dulzura, de la humildad, que sin duda alguna
traen felicidad y aun éxitos.
El
Reino de los Cielos.
Al
igual que en el resto de las Bienaventuranzas se trata del Reino de los Cielos.
Los mansos gozan ya del Reino de Dios, que hace presente Jesús, y en vigilante
espera del Reino definitivo de los Cielos con la vida eterna: "Venid,
benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino, preparado para vosotros
desde la creación del mundo" (Mt 25, 34). Es un Reino en herencia.
La
tierra de los hijos de Dios.
Heredar
es propio de los hijos. Llegar a tomar posesión de la herencia divina
corresponde a la condición de hijos de Dios. "En efecto, todos los que son
guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un
espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un
espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu
mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya
que sufrimos con él, para ser también con él glorificados" (Rom 8, 14-17).
Hay una relación muy estrecha entre filiación y herencia. Las promesas de Dios
recaen como herencia enriquecedora sobre sus hijos.
Los
hijos por su parte son quienes ponen toda su confianza en Dios Padre y son
precisamente los mansos los que se abandonan plenamente en Dios. Esta
Bienaventuranza confirma el Salmo 73 donde la insistencia en la confianza es
manifiesta. "Ten confianza en Yahveh y obra el bien" (v.3). "Pon
tu suerte en Yahveh, confía en él, que él obrará" (v.5). "Espera en
Yahveh y guarda su camino" (v.34).
Vivir
el cristiano esta confianza le da paz interior y le mantiene sereno en el saber
esperar porque Dios ayuda, libera y salva a los que a él se acogen. Es el
"yo os aliviaré" del manso y fuerte Jesús o el "todo lo puedo en
Aquel que me conforta" (Filp 4,13).
Peregrinos
del Reino de los Cielos.
Nos
encontramos también con el sentido escatológico de esta Bienaventuranza. Es lo
que dice San Pablo: "Pero nosotros somos ciudadanos del Cielo..."
(Filp 3,20). Y el autor de la carta a los Hebreos nos afirma que "no
tenemos aquí abajo ciudad permanente sino que buscamos la futura" (Heb
13,14) . Somos caminantes-peregrinos en esta vida. Mas, la esperanza cristiana
ha de ser activa, de lucha y de adquisiciones. "Queridos, os exhorto como
peregrinos y forasteros que os abstengáis de las apetencias carnales que
combaten contra el alma" (1 Pe 2, 11 ) . La mansedumbre y demás virtudes
afines son una vida nueva en germen o en desarrollo que va exigiendo cada vez
más perfección hasta alcanzar la plenitud de la fe en Cristo.
La
vida del peregrino consiste en saberse mantener en pie. Sin embargo, puede ser
fuerte la tentación de descansar demasiado e incluso de instalarse. El Espíritu Santo de Dios despierta, desinstala, al
mantenernos en constante caminar y zarandearnos con una transformación interior
y darnos fuerza para un compromiso exterior. El Espíritu Santo siempre está
empujando cual viento impetuoso o llameando como fuego ardiente. Lo que
necesitamos es que seamos dóciles a las inspiraciones del Espíritu. Que seamos
fuertes para ser mansos.
miércoles, 8 de agosto de 2012
viernes, 3 de agosto de 2012
miércoles, 1 de agosto de 2012
"BIENAVENTURADOS LOS QUE SUFREN y LLORAN" ... (Mt. 5.5)
"BIENAVENTURADOS LOS QUE SUFREN y LLORAN" ... (Mt. 5.5)
CHELO LOSADA
Voy
a deciros unas sencillas reflexiones desde la experiencia del dolor y del
sufrimiento propios, en mi cuerpo y en mi espíritu.
En
mi cuerpo soy casi una enferma crónica. El haber pasado diez veces por el
quirófano y el tener un tumor en la columna me da la experiencia de mi
incapacidad y mis limitaciones. Conozco también las incomprensiones, los
desprecios, las burlas, las mentiras y hasta las calumnias. Y por todo alabo al
Señor.
La Renovación Carismática,
que conocí hace dieciocho años, me ha dado -a través del ministerio de
intercesión- la gracia de conocer y experimentar en el corazón el dolor de los
demás.
Mi
primera reflexión es:
Aprended a ver todo lo que ocurre a vuestro alrededor, no sólo
lo malo, sino lo hermoso y lindo que existe en la vida.
Aprended
a oír y descubriréis, también, sonidos armónicos que se contraponen a los que
producen las guerras y odios.
Hablo
para los que tenéis fe, pero a lo mejor llega también a algunos que viven en "crisis", que no creen en nada y dudan de
todo.
Hay
algo que aterra casi siempre y es la muerte. He visto a toda una familia
hundida por la muerte de un ser querido: llanto sin cesar, angustias,
desesperación, y... hasta, a veces, el deseo de suicidio.
He
visto la muerte de un joven y toda su familia seguir viviendo y trabajando,
luchando, porque al que se fue le hubiera gustado verlos así. Un mismo hecho
produce situaciones contradictorias. Decidíos por ser valientes y animosos. No
deis nunca paso a la desesperación.
Una
segunda reflexión.
No llores ni te aflijas por penas que pasan. Todo en esta vida
pasa. Nuestra vida tiene un fin. Acabamos aquí para empezar allá, en el lugar
de la justicia, de la paz y de la eterna felicidad. No temas las injusticias de
los hombres, las guerras, las desgracias... TODO PASA. Si esperas el BIEN TOTAL
sufrirás aquí de otro modo.
Mi
tercera reflexión seria:
No le eches la culpa de tus males a Dios, ni siquiera al
"destino" (?) que lo dispone así. Casi todos los males vienen por el
pecado del hombre: el mal uso de la salud, la droga, el sexo... ¡vive tu vida
en orden! Que tu mente y tu voluntad dominen tus instintos y serás mucho más
feliz. Así evitarás grandes e irreparables sufrimientos.
Te
preguntarás. ¿Y los males que produce la naturaleza: terremotos, tifones,
inundaciones...? En todo esto sobre todo para los que no tienen fe existe un
misterio. Hay una "economía de Dios" que no coincide con la nuestra
en el gobierno del mundo. Lo que para nosotros aparece como un desastre y
desorden, no lo es en el PLAN DE DIOS, porque a través de éstas realidades
"negativas", persiste siempre el AMOR DE DIOS que sabe conducirnos
hacia Él, incluso a través del dolor.
Para
JESÚS no hay contradicción entre sufrimiento y felicidad. Por eso dice:
"Dichosos los que ahora lloráis porque reiréis" (Lc. G;21).
Los
criterios del mundo no son éstos, pero sufrimiento y felicidad no son
incompatibles, ni se excluyen entre sí. He conocido un inválido total que
siempre estaba rodeado de jóvenes que acudían a él. Siempre tenía una sonrisa y
un sabio consejo para "los problemones" de chicos y chicas que sólo
veían sufrimientos y penas. Él era feliz e irradiaba paz y felicidad. Teresa de
Lisieux decía: "Amar, sufrir; siempre sonreír",
El
amar y ser amado es la explicación de que el sufrimiento pueda no sólo ser
aceptado, sino incluso deseado. El amor "hermosea" todo dolor y
sufrimiento. Es verdad que el amor en este mundo, lleva con frecuencia una
carga de dolor, pero aún así, es manantial de felicidad.
La Cruz
es hermosa porque es el signo y la prueba del Amor que Dios nos tiene.
"Porque tanto amo Dios al mundo que dio a su HIJO único para que todo el
que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn. 3, 16) y
también "Un hombre no puede dar mayor prueba de amor que entregar su vida
por sus amigos" (Jn. 10,13).
En
este mundo siempre el dolor está encadenado con el amor.
En
el infierno sólo hay sufrimiento y no hay amor.
En
el cielo sólo hay amor sin sufrimiento alguno.
Tampoco
la "alabanza" se opone a la experiencia del dolor. Alaba a Dios en
todo momento. "Bendice alma mía al Señor y no olvides sus muchos
beneficios" (Sal. 103, 1-2), porque también el sufrimiento puede ser la
expresión del amor de Dios, un beneficio suyo que nos hace superar el propio
dolor.
Decálogo
del sufrimiento.
1.-
Con sufrimiento aceptado hay progreso y perfección. Quien aprende a sufrir
aprende muchas cosas.
2.-
Con sufrimiento aceptado se pueden comprender muchas cosas. Se dilatan los
corazones nobles y se encogen los corazones egoístas.
3.-
Con sufrimiento esforzado se forjan voluntades de temple recio, capaces de
todo. Con él se han formado los grandes hombres y los santos.
4.-
Padres y educadores no evitéis el sufrimiento en todo a vuestros hijos y
jóvenes. Enseñadles a que aprendan a superarlo.
5.-
El sufrimiento nos hace más comprensivos y más aptos para la convivencia y la
solidaridad.
6.-
El sufrimiento es el mejor maestro para quien anda en la escuela del dolor.
7.-
El sufrimiento nos concentra e interioriza.
8.-
El sufrimiento nos da la visión verdadera del mundo, de las personas y de las
cosas.
9.-
El sufrimiento nos da "autoridad morar' para saber imponernos en las cosas
más difíciles. Ante la autoridad del que sabe sufrir y callar por amor todos se
rinden.
10.-
El sufrimiento nos hace buscar lo trascendente, nos hace buscar a Dios. Alguien
decía "sea mil veces bendito el sufrimiento que me ha acercado a
Dios".
Jesús
proclamó las bienaventuranzas no como mandamientos, sino como normas de vida
que conducen a la felicidad.
La
vía de las bienaventuranzas coincide con la línea recta que señala los
mandamientos de su ley.
LAS
BIENAVENTURANZAS SON LOS MODOS DE ALCANZAR LA FELICIDAD. VIVE SU
ESPÍRITU Y SERÁS FELIZ.
Mi
experiencia es que sufrir, cuando se lucha contra el mundo, merece la pena. Soy
feliz y deseo que tú también lo seas. Díselo - mejor aún: muéstraselo- a los
que te rodean.
("Nuevo Pentecostés" nº 42)
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