En
la mañana del domingo, nuestro obispo Don Bernardo, en una reflexión profunda,
animaba a todos los presentes en la XX Asamblea
Regional de la Renovación Carismática
Católica, a interiorizar y profundizar en las enseñanzas recibidas de la mano del
padre Kelly; asimismo, con pausa y detenimiento, volvía a recalcar que lo
importante sucede en nuestros grupos de la renovación, cada semana, cuando nos
reunimos en nuestras comunidades para orar y para reflexionar, cuando alabamos
juntos, cuando con nuestro testimonio animamos a otras personas a vivir una fe
viva, siempre eso si, preservando nuestra identidad como corriente de gracia,
porque este es el único modo que conocemos para revelar de una manera plena, qué es la R.C .C.
Así
lo vivimos y lo creemos en nuestra pequeña comunidad de Buena Nueva. Cómo
muchos grupos tenemos grandes necesidades pero como servidores de Cristo,
intentamos paliar estas necesidades con grandes dosis de confianza en el
Espíritu Santo, viviendo nuestro compromiso como servidores a favor del otro,
de nuestros hermanos, porque creemos que ellos son el auténtico don que Dios
nos ha dado. Trabajando siempre en equipo. No sabemos qué nos depara el futuro,
a veces nos sentimos cansados, desilusionados, perseguidos, pero una fuerza
sobrehumana nos anima a seguir en este camino. En ocasiones tenemos miedo o
incluso nos sentimos incapaces de sobrellevar una carga tan pesada, pero aquí
estamos. Sabemos que nos somos los mejores, que tenemos muchos defectos que el
Señor tendrá que cambiar, pero en todos y cada uno de esos momentos o
situaciones adversas, en nuestro corazón, sentimos que Dios está a nuestro
lado, y esta certeza nos conforta y nos alienta a seguir con la mirada puesta
en Cristo.
Como
comunidad de la
Renovación Carismática Católica, intentamos hacer realidad un
modelo de comunidad viva, en la que la gracia de los carismas este presente en
medio de nuestra oración personal y comunitaria. Creemos que este es el mejor
momento para arriesgarlo todo a favor del Espíritu, porque solo si estamos
dispuestos ha hacer realidad un modelo de espiritualidad tan exigente y a la
vez tan revelador, continuamente renovado por la gracia del Espíritu Santo,
conducido y liderado por el propio Espíritu que la concibió, seremos capaces de
vivir una fe limpia, sobre la que no tendrán ninguna autoridad las fuerzas del
mal que nos rodean y que a diario, sirviéndose de nuestras preocupaciones e
inseguridades, pretenden robarnos la vida nueva que Jesús ganó para cada uno de
nosotros.
Fe.
Eso es lo que necesitamos para actualizar cada día en nuestra vida la gracia
del bautismo, siendo generosos con el hermano, viviendo entregada y
comprometidamente el servicio de los demás, experimentando el poder liberador
de la oración. Un modelo de Renovación con visión de futuro, con capacidad para
discernir y para guiar, que no dependa de la improvisación de unos pocos o el
buen hacer de otros, en la que todos seamos testigos de un Cristo vivo y
resucitado, en la que se nos note la alegría de ser hijos de Dios, porque hoy,
como nos decía el padre Kelly tenemos que levantar la cabeza, porque oímos en
nuestro corazón el mandato de Dios.
-¡Somos
carismáticos!- Pues que se nos note, por
eso necesitamos experimentar en nuestra vida el liderazgo del Espíritu Santo,
su fuerza, su sabiduría, su conocimiento, necesitamos profetizar, orar por los
enfermos, recibir y actualizar nuestro bautismo de gloria, reinflamando la
llama del don recibido.(2ª Timoteo 1, ver 6) Debemos
vivir como auténticos carismáticos.
Porque
somos iglesia, porque formamos parte de ella, porque en Cristo yo tengo poder (CF Hec. 9, ver 31 al 43). Porque mi corazón reboza
al Espíritu Santo, porque mi corazón no desea
vivir según mis mandatos, porque no desea vivir según mis intereses,
sino que desea vivir según Dios me dice. Un corazón lleno del Espíritu Santo.
Porque
hemos recibido el Espíritu Santo al abrazar la fe (Hch
19,2).
Porque
la humanidad necesita hoy de los signos poderosos de Jesús, porque necesita ver
para creer, porque necesita tocar y sentir para creer que Cristo vive y está a
su lado. Y si es así, hermano, ¿qué
haces ahí parado?
Y
porque creo que cada uno es tierra reseca que el Señor ha de empapar de su
conocimiento, de su sabiduría, de su amor a través de los hermanos que cada año
predican la palabra de Dios en nuestras asambleas, porque creo que cada asamblea
debe cambiar nuestra vida como mínimo “hacerla girar unos grados” en sentido
contrario al que vamos, porque creo que la oración de tantos obra
misteriosamente sobre quienes nos imparten esas enseñanzas, de quienes nos
anuncian a Cristo, de quienes a través de la Palabra de Dios han de marcar nuestros pasos en
el camino futuro, consolidando en nuestro interior la vivencia de una fe
auténticamente carismática. Pero volviendo la vista atrás, al pasado más
inmediato, hacemos memoria de las palabras que hace tres años fray Nelson medina
nos comunicaba con la sana intención de discernir sobre nuestra realidad más
inmediata: decia fray Nelson, aludiendo a la vida de nuestros grupos, “nuestros
grupos están chuchumidos”, o como el año pasado, con Saulo Hidalgo, nos
sentíamos como barro en manos del alfarero, y este año, especialmente este año,
debemos apostar por Cristo y vivir como auténticos carismáticos en el ejercicio
de los carismas recibidos.
Ojala
hermano-na., en el año de la fe que comenzamos recientemente, el Señor te
conceda un corazón célibe para Dios, mantenga tu animo intacto y te conceda el
valor suficiente para arremeter contra cualquier tipo de injusticia o presencia
del mal, un corazón fiel para la misión a la que Dios te llama. Un corazón como
el de Francisco de Asís, desnudo de las realidades del mundo para vivir la
plenitud del amor de Dios.
Porque
hoy debemos abrir nuestros corazones cerrados para experimentar en nuestro
interior el poder de la oración de alabanza, sin temor, sin ataduras,
experimentando en nuestro yo la sanación de nuestras heridas. Descubriendo en
el cenáculo la alegría de llamarnos hermanos, experimentando la verdadera libertad,
testimoniando el poder de Cristo en nuestra vida. Descubrir el auténtico don,
la comunidad, y experimentar junto a ella el gozo de ser católicos, la paz y la
certeza de llevar a Cristo en nuestro interior, y también, como no, el “orgullo”
de considerarnos hijos suyos.
A
todos, que Dios os bendiga.
Genoveva. COMUNIDAD DE BUENA NUEVA.
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