Algunos carismas más habituales
Ceferino SANTOS, S.J.
"Los
carismas son dones gratuitos que la asamblea cristiana reconoce como recibidos
del Espíritu a través de uno a otro de sus miembros, con el propósito de
edificar la comunidad fraterna, célula del Cuerpo de Cristo. Como su raíz
griega indica (Jairo: alegrarse y Jaris: gracia), los carismas alegran a los
que ejercen y a los que los acogen. Cada asamblea recibe sus propios carismas,
pero muchos se encuentran habitualmente en la mayoría de los grupos
carismáticos.
Recordemos
algunos de estos carismas más comunes." (B.-V-Aufauvre: Qui fera taire le
vent? París, Desclée, 1988, p.8).
Algunos
hablan de carismas ordinarios (ningún carisma
del Espíritu es ordinario); tal vez sean menos llamativos que otros, pero hasta
los carismas más sencillos son don precioso de Dios para su Iglesia.
Otros
los llaman carismas naturales, porque en ellos
Dios utiliza la base de nuestra manera de ser y nuestras aptitudes para su
manifestación y para el provecho de otros, sin una intervención llamativa del
Espíritu. El Concilio Vaticano II los llamaba, en oposición a los carismas
extraordinarios, los carismas "más sencillos y comunes" (Lg 12).
CARISMA
DE ACOGIDA: No se trata sólo de un comportamiento social acogedor ni de
disposiciones naturales que hacen decir de una persona: es muy acogedora. No se
trata de una técnica psicológica. Este carisma manifiesta al acogido por medio
del Espíritu que es Cristo quien le acoge a través del otro. El que tiene este
carisma hace percibir por la acción del Espíritu, con un gesto, una palabra o
un comentario breve, la acogida misericordiosa de Cristo al que se presenta,
aunque sea como el leproso del evangelio o un publicano. El que tiene este
carisma de acogida hace perceptible la actitud misericordiosa y penetrante de
Cristo con relación a los más pequeños y humillados. Es un carisma necesario en
los pastores y en numerosos miembros de la asamblea, que hace sentirse bien a
los que llegan a una reunión y a gusto para ejercitar con libertad los carismas
que se reciban.
CARISMA
DE ALABANZA: Uno puede alabar a Dios en su grandeza, en su santidad, en su
esplendor y en sus obras magníficas en el secreto de su corazón. Cuando esta
alabanza interior del corazón se manifiesta externamente ante la asamblea por
moción del Espíritu Santo, puede convertirse en un carisma para el provecho y el
crecimiento espiritual de muchos. Todos estamos llamados a alabar al Señor, por
más que las nubes de la tribulación nos lo oculten. Cuando lo hacemos
públicamente en una asamblea con todo nuestro ser: con la inteligencia que
utiliza las expresiones de la
Escritura santa, con la voluntad que proclama las grandezas
del Señor, con la boca que proclama sus maravillas, y con los brazos que se
alzan en alto para anunciar la gloria de nuestro Dios, es que el Espíritu Santo
está alabando en nosotros carismáticamente. Sin este carisma de alabanza, la
gente no se lanza a proclamar espontáneamente las grandezas de Dios en público.
Y, cuando los atribulados alaban a Dios con fuerza, se convierten en un
testimonio edificante para los que los oyen.
CARISMA
DEL CANTO: No basta ser un músico competente y dominar la técnica
interpretativa de una partitura o de un instrumento musical para tener el
carisma del canto. El buen cantor o músico puede conseguir que le admiremos por
su ejecución. El que ejerce el carisma del canto permite al Espíritu que lo
utilice para que la asamblea sienta la manifestación de la presencia del Señor
en lo más profundo del corazón, mucho más allá de la sensibilidad estética. "El
amigo del esposo, escucha la voz del Esposo y se alegra al oírla" (Jn
3,29).
No
importa que el canto sea interpretado o de libre improvisación, más o menos
perfecto musicalmente. Lo que importa es que el Espíritu Santo lo utiliza para
manifestar la actuación de Dios con claridad de frutos espirituales. ¡Cuántas
veces hemos visto a un cantante utilizar el carisma del canto orando por los
otros, intercediendo ante Dios, cantando las alegrías de la salvación y de los
dones de Dios!
CARISMA
DE ENSEÑANZA: Es una manifestación del Espíritu por la que uno trasmite las
doctrinas de Jesús y nos recuerda lo que Él nos dijo (Jn 14,16) con una luz en
lo alto, que ilumina nuestros espíritus, nutre nuestras almas y toca nuestros
corazones con una fuerza, que no proviene del estudio teológico ni de la
claridad lógica ni de la perfección del lenguaje del que habla. Se trata de
enseñanzas que provienen más de la inspiración del Espíritu Santo que de
nuestro talento. "El que reciba el carisma de la enseñanza, ejercítelo
enseñando" (Rom 12,7).
Una
señora que no ha estudiado nunca teología, puede hablar de la mujer adúltera
del evangelio de forma que toque los corazones de los oyentes de modo que vean
con claridad que Dios les llama a una nueva conversión. " ¿Cómo puede
hablar con esa sabiduría, si no ha estudiado" (Jn 7,16). Un teólogo puede
hablar de la parábola del sembrador con ideas que jamás había encontrado en los
comentarios exegéticos, pero que tocan la realidad espiritual más profunda de
los que le escuchan: " ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en
el camino y nos explicaba las Escrituras?" (Lc 24,32). El carisma de la
enseñanza fomenta la unidad de fe y amor en las comunidades cristianas. No
proviene de la ciencia ni del estudio teológico; viene más de una inspiración
del Espíritu, que ilumina la mente del que habla y toca los corazones de los
que escuchan. El Espíritu Santo nos puede hablar de modos inesperados con el
carisma de enseñanza.
CARISMA
DE CONSUELO: No se trata de un alivio puramente humano y psicológico que un
buen comunicador transmite a una persona afligida, sino de una suave y
manifiesta actuación del Espíritu de Dios en alguien que sufre por mediación de
un hermano/a, que transmite por una palabra, un gesto, una sonrisa, una
oración, o una frase de la
Escritura una mejoría carismática al triste, que llora en su
corazón y en su vida A veces, basta pronunciar una frase de la Biblia: "Ten valor y
firme corazón. Espera en el Señor" (SI 27,14), y cesa el raudal de
lágrimas y de gemidos del atribulado. Otras veces, una breve oración por el que
sufre le proporciona un alivio inesperado. El Señor es nuestro consuelo
profundo y radical y sabe calmar al corazón afligido de múltiples maneras. Este
carisma aparece con frecuencia en la intercesión por los atribulados.
CARISMA
DE COMPASIÓN: Por este carisma, la compasión de Cristo se transmite al
desesperado y sin ánimos, de modo eficaz y carismático por palabras, por
lágrimas de compasión, por gestos de sintonía con el que sufre, que inspira el
Espíritu Santo y no la carne ni la sangre. Por el carisma de compasión, Cristo
hace nuestro corazón semejante al suyo para que transmita su ternura y su
misericordia, con las que llama a la conversión, construye y edifica a la
comunidad cristiana.
CARISMA
DE EXHORTACION: El que recibe el carisma de la exhortación, lo ejerce exhortando
(Rom 12,8). En las asambleas o retiros Dios pone, a veces, en boca de un
participante un don especial de exhortación inspirada para estimular a uno, a
varios o muchos de los asistentes que comienzan a cansarse en el camino. Es
verdad, que a veces la profecía adopta la forma de "estímulo"
(paráklesis), como recuerda San Pablo: "El que profetiza habla a los
hombres para su edificación, su estímulo y su consolación" (1 Cor 14,3).
Puede decir ocasionalmente un profeta una palabra de exhortación, sin que esto excluya
que alguien pueda tener un don especial para exhortar sin ejercer el don de
profecía ni en su forma ni en su tono.
CARISMA
DE MISERICORDIA: En mi opinión este carisma, es hermano gemelo del carisma de
compasión. Tal vez, la pequeña diferencia resida en que, según San Pablo, ha de
ejercitarse con gozo: "El que ejerce el carisma de la misericordia, hágalo
con jovialidad" (Rom 12,8d). En cambio, el carisma de la compasión puede
practicarse "llorando con los que lloran". Pero la misericordia, que
se viviese con tristeza, adustez y mal ceño, sin jovialidad y sin ternura
alegre, dejaría de ser carisma de misericordia y no manifestaría bien la
actuación bondadosa del Espíritu de Dios.
LOS
CARISMAS SENCILLOS: ASISTENCIA, COMUNICACIÓN DE BIENES, ETC.
Podría
alargarse la lista de los carismas sencillos y poco llamativos que construyen
en la caridad, en la oración y en la unidad. También podría reducirse su
número. Albert Vanhoye escribía que "el que consuela, el que reparte y el
que ejerce la misericordia (Rom 12,8) están en relación con el carisma de
asistencia (antilempseis)" en la primera carta a los Corintios;. Bajo el
nombre de carisma de ayuda podrían incluirse los carismas de consuelo,
compasión y misericordia. También podríamos diferenciarlos: "Luego el don
de asistencia y de gobierno" (1 Cor 12,28c) , escribe San Pablo. No se
trata nunca de carismas pequeños; merecen ser tratados aparte, pues tienen una
importancia grande para la construcción de la Iglesia. El don de
asistencia en una Madre Teresa de Calcuta ha tenido un impacto evangelizador de
alcance mundial. El carisma de ayuda se extiende a toda clase de socorro a los
necesitados: comida, bebida, vivienda, educación, sanidad, trabajo, vida
espiritual, etc.
Dentro
de este campo, San Pablo concreta el carisma de la comunicación de bienes:
"El que da (metadidous), con sencillez" (Rom 12,8). El Espíritu Santo
mueve a compartir con los demás todo tipo de bienes recibidos de Dios:
materiales, intelectuales, espirituales. Se trata de vivir aquellas palabras de
Cristo: "Mayor felicidad tiene el que da que el que recibe" (Hch
20,35). Cristo nos dio todo: su tiempo, su amor, su poder y su vida.
No
olvidemos que estos carismas que llamamos sencillos y pequeños tienen fuerza
para cambiar el mundo.
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