"BIENAVENTURADOS LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA
PORQUE ELLOS SERÁN SACIADOS"
CARLOS BORDALLO, Pbro.
-
1 - El hambre y la sed no son buenas. De hecho, cuando las tenemos, buscamos
acabar con ellas comiendo y bebiendo. Esto es así porque no estamos hechos para
el hambre y la sed. Ambas son ajenas a nuestra constitución más profunda.
Dicho
esto las palabras de Jesús pueden parecer algo sorprendentes: utiliza la
palabra bienaventuranza asociándola al hambre y a la sed. Bienaventuranza
significa alegría o dicha, y ¿qué dicha puede haber en tener hambre o sed?
¿Desde cuándo el sufrimiento es una buena noticia?
Pero
las palabras de Jesús apuntan a algo más profundo. En primer lugar Jesús,
cuando considera la vida, la considera en su totalidad. Nosotros, cuando
hablamos de "vida", solemos referirnos sólo al período que va desde
el nacimiento hasta nuestra muerte física. Al hacerlo así nos salimos de la
realidad y nos incapacitamos para entender de verdad las cosas. Es como si al
hablar de hacer un edificio nos refiriésemos sólo al agujero que hay que hacer
en tierra para echar los cimientos y nunca mencionásemos el edificio que luego
habrá. Un agujero en tierra no sólo no es un edificio sino que además es más
feo que cuando no lo había. O si una pareja de novios renunciasen a hablar y
soñar con lo que será su vida una vez casados (el noviazgo no es mas que una
preparación para otra cosa, no es un fin en sí mismo). O como si uno se
decidiese a estudiar unas oposiciones, aceptando las durezas que conllevan, sin
pensar nunca en la vida que llevará luego y lo que podrá hacer el día que las
apruebe. O, por abundar en los ejemplos, como si uno se plantease trabajar
duramente en una empresa... sin recibir ningún tipo de sueldo ni gratificación
a cambio.
La
realidad es que el que inicia los trabajos de construcción y echa unos
cimientos lo hace porque sueña con la casa terminada; el novio acepta las
renuncias del noviazgo porque piensa que un día será marido; el estudiante que
oposita se impone una dura disciplina porque aspira a la vida que tendrá una
vez aprobados los exámenes, y el que trabaja lo hace por un sueldo; de otro
modo se quedaría en casa y al menos no se cansaría inútilmente. Curiosamente
(realmente resulta algo muy curioso, verdaderamente difícil de explicar) si
alguien cuestiona el sentido de aceptar las durezas de la vida si ésta no
continúa tras la muerte se le tacha de raro, aguafiestas y cosas parecidas. Se
le dice que en esas cosas no se piensa y hasta que es de mal gusto el
plantearlas en público. ¡Qué curioso! No conozco a una sola novia que no hable
cada día de cómo sueña vivir cuando esté casada, o un trabajador que no piense
en lo que va a hacer con el dinero que recibirá a final de mes. y sin embargo,
si uno habla de un Cielo tras la muerte que dé cumplimiento a nuestros más
íntimos anhelos se le dice que no, que en eso no se piensa...
2 A
Jesús no parecen impresionarle mucho las modas; El sí piensa que tras la vida
en este mundo continuaremos viviendo y habrá una justicia verdadera que repare
las muchas injusticias de este mundo. Porque es un hecho que en este mundo la
injusticia es mucho más normal que la justicia. Resulta doloroso y hasta
aburrido constatar cada día cómo a los poderosos se les juzga de una manera y a
los débiles de otra. Los jueces no son insensibles al brillo del oro de los
ricos; será porque el brillo ciega por lo que emiten sentencias que en nada
reflejan la verdad de los hechos. Pero si eres pobre puedes armarte de
paciencia y aún harás bien en no esperar mucha justicia: es muy probable que no
lo recibas. Y esto es así hasta la muerte. Y es muy doloroso.
Y
sin embargo, al que así es tratado, Jesús le llama bienaventurado. Es evidente
que el que padece injusticia tiene hambre y sed de justicia, como es igualmente
evidente que la mayor parte de los así tratados mueren sin haber visto reparada
la injusticia recibida. Y, aun cuando tal reparación llegase a darse, ¿quién
puede compensarles por los sufrimientos que en su momento les causaron?
Que
en este mundo no se da una justicia plena es una verdad al alcance de
cualquiera. Y sin justicia plena no puede haber bienaventuranza. Esto es
precisamente a lo que apuntan las últimas palabras de Jesús: "porque serán
saciados". ¿Y cuando serán saciados? Ya hemos visto que no en esta vida.
Sólo si pensamos en la vida que continúa tras la muerte puede ser verdad lo
dicho por Él.
Jesús
no promete una justicia para este mundo. Que "pobres siempre tendréis
entre vosotros" (Mt 26,11) significa que habrá injusticia hasta el final
de los tiempos, pues pobreza e injusticia van de la mano. Esta es la razón por
la que muchos consideran a Jesús y al cristianismo como algo inútil:
"¿para qué, si no traen la justicia a este mundo?" A lo que Jesús
simplemente contestará: "y dichoso aquel que no se escandalice de
mí".
3
Nosotros no solemos incluir la 'otra vida' a la hora de enjuiciar ésta. Esto
nos aleja del modo de pensar de Jesús. Además, lo que nosotros entendemos por
justicia casi siempre - por no decir siempre- va unido a la idea de venganza. Es
cierto que hay una forma de entender la venganza que es compatible con Dios
("Mía es la venganza - dice el Señor- yo daré a cada cual su
merecido", Heb 10,30), pero hay dos 'peros' que poner a esto que
normalmente se nos escapan: el primero, que cuando el Señor habla de justicia
jamás lo separa de la palabra misericordia. Y en eso de la misericordia
nosotros estamos muy, pero que muy verdes. A nosotros nos va más el ojo por ojo
y diente por diente, o sea, la venganza pura y dura. El modo de actuar de Dios
nos resulta extraño, no lo entendemos y hasta nos escandaliza. ¿Por qué, si
tiene tanto poder, no actúa como nosotros lo haríamos si fuésemos Dios? Y como
pensar en un Dios tonto y débil nos resulta inaceptable decidimos que no existe
y ya está...
La
otra razón es que no aceptamos no ser nosotros los que juzguemos. Eso de que
Dios se reserve el juicio definitivo de cada uno no nos va. Nosotros queremos
que se juzgue aquí y ahora, y que la sentencia sea ejemplar. Queremos el cielo
y el infierno ya aquí en este mundo y eso, claro, no es posible. La paciencia
de Dios nos resulta insufrible y preferimos hacer las cosas a nuestro modo...
Pero
las palabras de Jesús siguen golpeándonos, aturdiéndonos, iluminándonos. En vez
de callarlas con nuestros razonamientos son ellas las que acaban por
prevalecer: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de
justicia", que es tanto como decir que bienaventurados los que padecen
injusticia. Y, vistas las cosas desde el cielo, hay que darle la razón. Así que
al final, encima, tiene razón. Si realmente hay una justicia tras la muerte
entonces los sufrimientos temporales de este mundo deben ser poca cosa
comparados con lo que después espera (Rom 8,18). Sí, los que son dignos de
lástima no son tanto lo que padecen la injusticia como los que la practican.
Estos, los practicantes, del mal, no tienen hambre y sed de justicia y por lo
mismo no son bienaventurados. Si no cambian, cuando llegue el juicio verdadero
será para ellos el "gemir y el rechinar de dientes"; entonces
lamentarán, como el rico Epulón, no haber estado en la tierra del lado de los
maltratados.
4
Como el que construye una casa, o el que desea casarse, o sacar la oposición o
recibir el sueldo de fin de mes, nosotros, Señor Jesús, soñamos con el día en
que nuestros más profundos anhelos serán saciados. Llévanos en esta vida por
los caminos de la sed y del hambre, más que por los de la satisfacción, de modo
que merezcamos un día, en los cielos nuevos y la tierra nueva, ser saciados por
Aquél que, al hacer Justicia, hace también Misericordia.
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