Cómo ser un líder virtuoso
Entrevista con Alexandre Havard
ROMA, lunes, 14 abril 2008 (ZENIT.org).- Los líderes no
nacen, se hacen. Y el liderazgo no es algo reservado a las élites sino una
vocación generalizada. Son ideas promovidas por el director del Centro Europeo
para el Desarrollo del Liderazgo (European Center for Leadership Development),
Alexandre Havard.
Este emprendedor cuenta a Zenit
que cuando más profundamente se viven las virtudes, más se puede cambiar la
cultura. Havard ha ideado el programa ejecutivo titulado «Liderazgo virtuoso»
que convierte las virtudes clásicas como base para la excelencia personal y
profesional.
Su experiencia está ahora
recogida en un libro en inglés, «El liderazgo virtuoso, una agenda para la
excelencia personal» («Virtuous Leadership: An Agenda for Personal Excellence»,
Scepter).
--Los líderes: ¿nacen o se forman?
--Havard: El liderazgo es
cuestión de carácter. El carácter es algo que podemos configurar, moldear y
fortalecer. Fortalecemos nuestro carácter a través de la práctica habitual de
hábitos morales sanos, llamados virtudes éticas o morales. Las virtudes son
cualidades de la mente, la voluntad y el corazón. Las adquirimos con nuestros
esfuerzos. El acto propio para adquirirlas es un acto de liderazgo.
El carácter no es el
temperamento. El temperamento es innato, es un producto de la naturaleza. Puede
ayudar en el desarrollo de algunas virtudes e impedir otras. Si soy apasionado
por naturaleza, puede parecerme relativamente fácil la práctica de la valentía,
pero si soy reticente, puede ser que el coraje se convierta para mí en un
auténtico reto. Sin embargo, precisamente mis defectos de temperamento me hacen
consciente de que debo luchar por superarlos. De este modo los defectos se
convierten en fuerza moral.
Las virtudes imprimen carácter en
nuestro temperamento de modo que éste ya no nos domina. Si me faltan virtudes,
seré un esclavo de mi temperamento. Las virtudes regulan el temperamento. Una
persona impulsiva, inspirada por la virtud de la prudencia, se convierte en más
reflexiva. La persona ansiosa y dudosa, inspirada por la misma virtud, se
siente impulsada a actuar y a no demorarse. Las virtudes estabilizan nuestra
personalidad y relegan las manifestaciones extremas.
El temperamento no tiene que ser
un obstáculo para el liderazgo. El obstáculo real es la falta de carácter, que
nos deja rápidamente secos, sin energía moral, y bastante incapaces para
ejercer el liderazgo.
Hay quien piensa que uno tiene
que haber nacido líder, que algunos tienen un don especial y otros no, que el
liderazgo es algo ligado al temperamento o a la experiencia. No todos pueden
ser Roosevelt o un De Gaulle o un Churchill, piensan. Nada más lejos de la
verdad. El liderazgo no está reservado a una élite. No es una vocación de unos
pocos. Jefes de estado, profesores, profesionales industriales, amas de casa,
responsables militares, agentes sanitarios..., todos ejercen el liderazgo.
La gente espera que hagan lo
justo, que sean hombres y mujeres de carácter y virtud, motivados por una
visión magnánima hacia las personas que tienen a su cargo. Y se sienten
defraudados si fallan. Los líderes tienen que ser virtuosos para ser
líderes reales y, ya que la virtud es un hábito que se adquiere con la práctica,
decimos que los líderes no nacen, se hacen.
--¿Qué significa que el carácter
es la virtud en acción?
--Havard: Que las virtudes son
más que simples valores. Las virtudes son fuerzas dinámicas. De hecho, su raíz
en latín, «virtus», viene de fuerza o poder. Cada una, si se practica
habitualmente, reafirma progresivamente la propia capacidad para actuar.
En mi libro me refiero a seis
virtudes. La magnanimidad, para luchar por cosas grandes y plantearse desafíos
a uno mismo y a los demás. La humildad, para superar el egoísmo y acostumbrarse
a servir a los otros. La prudencia, para tomar decisiones justas. La valentía,
para mantenerse y resistir a todo tipo de presiones. El autocontrol, para
subordinar las pasiones al espíritu y al cumplimiento de la misión y la
justicia, para dar a cada uno lo que merece.
Los líderes son magnánimos en sus
sueños, visiones y sentido de misión, en su capacidad para esperar, confianza y
osadía, en su entusiasmo por el esfuerzo que requiere el éxito en su trabajo.
También en su propensión para usar medios proporcionados a sus objetivos, en su
capacidad para lanzarse desafíos a sí mismos y a los que tienen alrededor. La
magnanimidad del líder está dirigida a servir a los otros, a su familia,
clientes, colegas, a su país y a toda la humanidad.
Esta noble ambición para servir
es uno de los frutos de la hermosa virtud de la humildad. Las virtudes no toman
el lugar de la competencia profesional, sino que son parte de ésta.
Puedo tener un diploma en
psicología y trabajar como consultor, pero si no tengo prudencia, me encontraré
con dificultades para dar consejo a mis clientes.
Puedo tener un MBA [máster en
administración de empresas] y ser un ejecutivo de una gran corporación, muy
bien, pero si no tengo valentía, mi capacidad para liderar ante la dificultad
queda en tela de juicio. La competencia profesional exige más que poseer
técnicas o conocimientos académicos, implica la capacidad para usar este
conocimiento para que dé frutos.
--¿Cualquier persona es capaz de adquirir y crecer en las
virtudes?
--Havard: No todo el mundo se
convierte en presidente o primer ministro, ni puede ganar el Premio Nobel de
Literatura o jugar en los New York Yankees. Pero todo el mundo puede crecer en
la virtud. El liderazgo no excluye a nadie. La virtud es un hábito, se adquiere
por repetición.
Si actuamos con valentía
repetidamente, al final lo haremos como una costumbre. Si repetidamente
actuamos con humildad, se convertirá en una acción habitual. La infancia y la
adolescencia desempeñan un papel muy importante en nuestras opciones futuras.
Nuestros padres nos influencian para discernir entre el bien y el mal. Pero el
crecimiento por sí solo, y la formación, no determinan el carácter. No es raro
que niños que hayan crecido en la misma familia usen la libertad de manea
distinta y se conviertan en personas muy distintas.
Como el temperamento, nuestro
entorno cultural nos puede ayudar a desarrollar ciertas virtudes. En una
sociedad marcada por la sensualidad, puede ser duro cultivar virtudes como el
autocontrol y la valentía.
Puede ser duro vivir
virtuosamente en el contexto cultural actual, pero no es imposible. La
capacidad de decir que no nos confiere un gran poder. Somos libres para decidir
hasta qué punto dejamos que la cultura actual nos afecte.
Hemos escogido libremente ser lo
que somos. ¿Vicio o virtud? Depende de nosotros. La virtud implica y depende de
la libertad. No se puede forzar, es algo que escogemos libremente. Si las
practicamos asiduamente, el camino al liderazgo está abierto. El liderazgo
empieza cuando usamos nuestra responsabilidad libremente.
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