La
apertura al Espíritu Santo es la docilidad a sus iluminaciones y mociones interiores
por las que nos guía hacia el corazón de Cristo para realizar en nosotros su
imagen y hacia el corazón del Padre. La apertura a sus dones y a su poder es otro
aspecto admirable de los frutos de la efusión
del Espíritu, la experiencia de los carismas.
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