Ser carismático, es
vivir en la verdad, en humildad, es caminar en humildad como hizo María. Es
haber recibido el espíritu, que trae consigo el redescubrimiento de la persona,
que se reconoce en pobreza, lo que no impide juzgarse a si mismo con propósito
de enmienda. No seremos auténticamente carismáticos si hacemos una cosa y
decimos otra, la experiencia carismática no puede quedar únicamente en gozo y
algarabía, en levantar las manos, en cantar. La experiencia carismática nos
conduce a modificar nuestra forma de pensar y actuar, viviendo a Cristo en
plenitud. Somos carismáticos porque el Espíritu Santo es el que impulsa nuestra
vida.
En su primera carta a los Corintios, Pablo dice que
sin amor, todo su trabajo no tendría ningún valor. De manera que podemos estar
trabajando y sirviendo al Señor, pero si no nos amamos unos a otros, no tenemos
absolutamente nada, porque nos falta lo más importante, que es Dios mismo. Así
pues, tenemos que amarnos para poder servir al Señor con eficacia.
El termino carisma aparece sólo 17 veces en el nuevo testamento, de las
cuales 16 las cita Pablo y una vez Pedro (1 Pedro 4, 10). Pablo lo utiliza para
expresar las manifestaciones del Espíritu Santo en la Iglesia. Porque podemos decir
que en la vida cristiana todo es don, todo es gracia, todo es carisma. Hoy
queremos invitaros a tener un compromiso de amor. Si tenemos este compromiso
podemos vencer toda clase de problemas porque como pueblo de Dios, hemos
emprendido un camino que nos ha de conducir, irremediablemente, al encuentro de
la verdad. La verdad como fruto de conversión que tú o yo, como hijos de Dios
experimentamos en nuestro interior. Conocimiento profundo y revelador del amor
de Dios, que me sirve a su vez para mostrar a otros la verdad de la que yo he
sido testigo, en un primer momento, igual que le sucedió a Pablo, en su camino
a Damasco, y que yo puedo ahora mostrar a otros. Porque el amor que nos une es
paciente, humilde y servicial.
Ojala hoy, el Señor satisfaga vuestras
necesidades, calme vuestra sed para que cada uno, cuando salga de aquí, pueda
ser portador del agua de la vida y apague a su vez, la sed de tantas personas
que están esperando que le salgamos al encuentro, al camino de sus vidas para
darles de beber, igual que hizo la samaritana con Jesús, que sin hacer
distinciones, sin mirar el pecado de la viuda le dice: dame de beber. (Juan 4,
7). “Si tú conocieras el don de Dios, si tú supieras quien es el que te pide de
beber, tú misma me pedirías a mi y yo te daría, agua viva.
Digámosle hoy
al señor: señor, dame de esa agua, para que no sufra más sed.
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