COMUNIDAD DE BUENA NUEVA.RCCE

COMUNIDAD DE BUENA NUEVA.RCCE

Generador LED para MySpace - Joombly

Vistas de página en total

viernes, 15 de julio de 2011

"LA BUENA NUEVA DEL REINO DE DIOS"


Dichoso el que coma pan en el reino de Dios (LC 14, ver 15b).

Cuando el mundo se empeña en vivir cómo si Dios no existiera, otros, sin embargo, continuamos andando el camino de nuestra vida anunciando la buena noticia del reino de Dios, así, nuestra existencia, renovada por la gracia del Espíritu, es anuncio de la Buena Nueva que llevamos en el corazón.
Y guiados por este impulso, nuestra voz se eleva con esperanza en medio de una sociedad insensibilizada con el sufrimiento de sus semejantes, una sociedad que se ve incapaz de afrontar el futuro con esperanza. Una sociedad pesimista, aturdida, disminuida, incapaz de oír otra voz que la propia, ensordecida por tantos ruidos que le impiden escuchar el mensaje que le anunciamos.
                Con valentía deseamos compartir nuestro testimonio de fe, tal vez por ello, damos por bueno no sólo el esfuerzo que tantas veces nos supone anunciar esta buena noticia de la que somos portadores, además, toleramos con paciencia las burlas con las que en ocasiones son recibidas nuestras palabras pero aún, con todo lo dicho, no nos cansamos de anunciar en medio de tanta desesperanza que ¡Dios está vivo!; de la misma manera, nuestro esfuerzo es si cabe aún mayor, cuando anunciamos a Cristo y compartimos nuestra indigencia espiritual entre personas que ya le conocen, especialmente entre los religiosos.
En nuestro caso, no vamos a polemizar sobre esta cuestión que consideramos importante, preferimos dejar del lado de la conciencia de cada uno los reproches, ya que nuestro deseo más íntimo es ser sembradores de esperanza.
Cuando preparábamos este seminario de iniciación a la vida en el Espíritu, no sólo valoramos nuestras necesidades, también evaluamos las diferentes dificultades a las que estaba expuesto nuestro anuncio. Entre los riesgos más inmediatos, estaba el rechazo, pero aceptando todos y cada uno de los posibles impedimentos nos empleamos a fondo, y nada ni nadie ha impedido que nuestra voz se eleve para proclamar el anuncio del Kerigma: proclamación de la salvación en Jesús, a través de su muerte, resurrección y glorificación. Así lo hicimos; lamentablemente, esta realidad nos ha permitido descubrir, aún con cierto grado de sorpresa, que hay personas que han terminado por aceptar y limitar su experiencia de Dios al ámbito de lo privado, quedando la fe recluida en el perímetro de lo individual, sin compartirse, sin revelarse y lo más triste, sin  vivir el compromiso.
Entre otras eventualidades, tuvimos que hacer frente, “con gran dolor por nuestra parte”, con gran dosis de humildad a otro tipo de personas: gente que movida por la ira y la frustración, nos hablaba con gran virulencia de su agnosticismo, expresando su antirreligiosidad con palabras hirientes, de tal modo que nos sorprendía, cómo ni siquiera trataban de ocultar la gran dosis de ateismo espiritual y moral, que de manera tan explicita y como propia verdad compartían con nosotras. Sin darle más importancia que el que habla de cosas sin trascendencia, continuamos nuestro camino anunciando el seminario; interiormente sufríamos pero ni aún así, dejamos de proclamar: ¡Dios está vivo!
No renunciamos, preparamos este terreno estéril, removimos la tierra reseca, la abonamos con cariño, sembramos la semilla de la Palabra para regarla con el amor que Dios había puesto en nuestros corazones. De este modo, continuamos anunciando nuestro seminario de vida en el espíritu, igualmente, a pesar de las dificultades, nuestra entrega fue mayor pero no porque nos creímos superiores a nadie, o incluso en posesión de la verdad, sino porque movidos por el amor, nuestro primer impulso ha sido orar y entregar al Señor el sufrimiento y la desesperación de aquellos que inconscientemente nos habían herido. Oramos con fe para que el Señor pudiera cambiar esos corazones endurecidos por la vida y las dificultades, transformándolos de nuevo en corazones de carne; ¿qué hubiéramos ganado nosotros si nuestros primer impulso hubiera sido la descalificación? Nada.
Alentados por el Espíritu Santo, creímos que era necesario anunciar a Jesucristo a todos, sin hacer diferencias entre laicos y religiosos, ya que asumimos que este anuncio no era para unos pocos, sino para todos, especialmente, para todo aquel que estuviera en disposición de acoger nuestras palabras. De este modo, salimos a la calle, anunciamos a Cristo en las puertas de las iglesias y en las sacristías, entre nuestros conocidos, amigos y también a nuestras familias, visitamos casas, invitamos a sacerdotes, catequistas y monjas, estuvimos en hospitales, con todos compartimos el mensaje que el Señor como lema, nos daba para este retiro: para que todos los israelitas sepan lo bueno que es servir fielmente al Señor. (Eclesiástico 46, ver 10)
Sinceramente, de ello, cada uno de nosotros puede dar auténtico testimonio.
Verdaderamente, por nuestra parte, hubiera sido mucho más fácil quedarnos en casa, con los brazos cruzados, haciendo caso omiso a lo que el Espíritu nos comunicaba a través de la Palabra. Pero, ¿cómo renunciar ha hablar de Dios a otros?, ¿cómo permanecer callados ignorando que el mundo necesita que le hablen de Dios? ¿Cómo negar al Espíritu Santo si Él era quién nos enviaba con un renovado empuje apostólico y misionero.
Dimos por hecho que anunciar a Jesucristo no seria tarea fácil, pero con la ayuda de Dios, como testigos de su obrar en nuestro acontecer diario, por medio de la fe, encontramos “modos adecuados” para empezar nuestro anuncio, aunque eso si, siempre guiados por el Espíritu Santo. Porque como discípulos de Cristo, vivimos de modo muy personal la fe pero también, es nuestro deber, comunicar lo que hemos recibido como “verdad de Dios” que debe guardarse en el corazón. Así nos lo hace ver Pablo en su primera carta a los Corintios15, ver 3: transmití….lo que recibí; igualmente hemos hecho nosotros, transmitir gratuitamente lo que hemos recibido.
En verdad que no ha sido fácil anunciar este seminario de iniciación a la vida en el Espíritu, un seminario que comenzamos el pasado siete de julio del presente año, pero en todo momento, para que nuestro anuncio fuese creíble, para que estuviese al alcance de todos, lo acompañamos de nuestro propio testimonio, de otro modo, como hacer frente a lo diverso de las situaciones vividas, situaciones que afrontamos con mucha humildad.
Sin impacientarnos, sin tener prisas pues nuestra iniciativa había sido propiciada por el Espíritu Santo,  salimos del entorno de la comunidad, muy en el fondo sabíamos que  la respuesta, definitivamente, debía darla cada uno de los invitados al banquete…
Una de las mayores preocupaciones a la que deben hacer frente aquellos que se dedican a la evangelización, ya sean catequistas o predicadores es la del acompañamiento personal a cada bautizado.
Ayudar a otros, niños y no tan niños a descubrir la novedad del Evangelio, servir de alimento para despertar en cada uno el deseo de Dios, en definitiva: acompañar y animar al otro para que este pueda encontrar su lugar en medio de la comunidad, eso hemos intentado nosotros como comunidad de la Renovación Carismática.
Estamos convencidos de que nuestro compromiso ha sido sincero, de que nuestra entrega ha sido total. En este empeño hemos puesto todas nuestras fuerzas, nuestro animo y también, nuestra fe. Hemos recorrido un largo camino, nos hemos fatigado y desgastado,  algunas veces hemos regresado a casa decepcionados ante la mala acogida de nuestro mensaje, pero en nuestra oración diaria, al finalizar nuestra jornada, hemos puesto como ofrenda a los pies de Cristo, todo nuestro sufrimiento y nuestro pesar, pues únicamente Él, nuestro Señor, tiene poder para liberarnos de la pesada carga contraída en el servicio, como así lo ha hecho.
Olvidamos los rechazos, ignoramos las palabras malsonantes, la desidia de otros, las prisas y la frialdad de aquellos, que como tarea primordial tienen en sus manos la gran labor de guiarnos como pueblo de Dios. Todo se lo ofrecimos al Señor para que Él obrara.
Muchos fueron los invitados al banquete. Nuestro amo nos envió  y en su nombre invitamos a muchos, entre ellos, los parientes más cercanos del novio. Todos comenzaron a excusarse. El trabajo, el horario, la familia, la casa,…tantas cosas y situaciones que nos alejan de lo verdaderamente importante, DIOS.
De nuevo nuestro amo nos envió a las plazas y las calles, a convidar a los pobres,  a los tullidos,  a los ciegos y sordos y habiéndolos invitado a todos, aún quedaba lugar para más gente…
Y aconteció que Dios bendijo con su presencia el inicio de este seminario, derramando sobre todo los presentes su inmensurable amor.
¡Gracias Señor! A Ti la gloria y la honra y la alabanza, por toda la eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario