COMUNIDAD DE BUENA NUEVA.RCCE

COMUNIDAD DE BUENA NUEVA.RCCE

Generador LED para MySpace - Joombly

Vistas de página en total

martes, 24 de abril de 2012

"Sensibles a la acción del Espíritu"


SENSIBLES A LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU


Extraído del artículo “Sensibilidad del líder ante la acción del Espíritu” de Heribert Mühlen, Publicado en "Fuego", Junio 1982 y “Koinonía” nº 77 mayo – junio 1989.

La aridez espiritual.

La experiencia de fe, dada en la fase inicial de Pentecostés, pertenece a la naturaleza histórica de la Iglesia. También en la vida personal del cristiano auténtico se da una experiencia: un acontecimiento en el cual el hombre perceptiblemente afectado e influenciado en su corazón por el Espíritu de Dios encuentra a Cristo de modo personal. Como dice el documento de Malinas (1.74): "La experiencia espiritual que se vive hoy en el mundo entero es el resultado de la acción de Dios captada y vivida por el hombre a nivel personal". El corazón es tocado por el Espíritu Santo de modo sensible; todo el hombre es alcanzado por Dios: su mente, su voluntad, sus sentimientos. Es importante subrayar que el Espíritu Santo no se reduce a una manifestación emocional, sino que fortalece la verdad y da una nueva visión interior a la mente. Al afirmar que el Espíritu puede ser percibido por el hombre, queremos decir que éste, con su entendimiento, voluntad y sentimientos percibe la presencia de Dios. Esta experiencia, por lo tanto, no es irracional. Al experimentarla, aunque al principio no tengamos plena conciencia de ella, podemos interpretarla, y explicarla. Esta experiencia, que algunos llaman "Bautismo en el Espíritu Santo", "Liberación del Espíritu Santo" o "Efusión del Espíritu Santo" puede suceder en un momento cumbre o vivirse a lo largo de un período de crecimiento espiritual. En ambos casos, Dios mueve los corazones a fin de que capten los elementos racionales latentes en esa experiencia. Dios actúa en lo profundo del alma y el resultado es, que su acción es captada por los sentidos. San Juan de la Cruz explica que esas emociones y experiencias sensibles dadas por Dios, son buenas para los principiantes. Esto debemos tenerlo en cuenta, pues lo importante no es la mayor o menor intensidad de la experiencia sensible, sino el encuentro personal con Cristo. En este encuentro somos “tocados” por Dios en nuestros aspectos sensibles y en nuestras emociones y ello nos puede hacer más sensibles a la acción del Espíritu Santo, en nosotros, en los demás y en el plan de Dios para cada persona.

Tanto los servidores de la Renovación Carismática, como los grupos de oración desean que los demás tengan, cuanto antes, la experiencia del Espíritu, incluso presionando a la gente a veces. El, resultado es el conocido efecto de "la puerta giratoria", estudiada por Kevin Ranaghan en la revista "New Covenant", que indica cómo en el primer entusiasmo muchos acuden a la Renovación, pero al cabo de uno o dos años, se alejan de ella, porque no viven en profundidad. Todos lo hemos observado. Sin embargo las afirmaciones de San Juan de la Cruz nos pueden ayudar.

La noche del espíritu.

Dios, a veces, lleva a los hombres a superar la experiencia del Espíritu, para que vayan más lejos, hasta "el no conocer, el no querer y el no sentir". Este es un paso que puede llevar hasta las profundidades del mismo misterio de Dios. Según la primera carta a los Corintios las profundidades de Dios son oscuras para el hombre (1 Cor 2, 10). Es en la noche de los sentidos y la noche del Espíritu, donde se permanece "sin querer ver o sentir alguna cosa". Según el Nuevo Testamento la fe no es sólo una experiencia, es también "la certeza de las cosas que no vemos" (Hb 11, 1). Por tanto, al período de la primera experiencia gozosa de la unión con Dios, suele seguir una fase de aridez espiritual en la que Dios enseña al hombre que no ha de quedarse en las experiencias (“caramelos), ni recrearse en ellas, sino que debe confiar firmemente en la promesa de la permanente presencia de Dios. Solo entonces el hombre puede experimentar dicha presencia en la vida cotidiana. Es esencial que todo líder experimente y conozca por sí mismo esa ley básica de la vida espiritual. La sensibilidad a la acción del Espíritu Santo nos capacita para reconocer cuándo llega el momento de superar la primera experiencia. San Juan de la Cruz afirma que no debemos abandonar algo que nos fortalece, pero da criterios que guían el actuar cuando debamos dejarlo. Esos criterios son dos:

 Gozo y sufrimiento

A veces llega el tiempo en que la primera experiencia ya no produce gozo. O se vive una exultación espiritual que ya no hace progresar. En la Renovación Carismática muchos se empeñan en mantener viva la experiencia inicial y luchan por preservarla como si fuese un estilo de oración. San Juan de la Cruz nos dice que, cuanto más se aferra el hombre a la experiencia inicial de la proximidad de Dios, tanto menos capacitado está para penetrar en el abismo y en la oscuridad de la fe. Dice el Santo que, no podemos aspirar a vivir activamente lo que recibimos pasivamente de Dios. Quien de modo constante y consciente, se empeña en permanecer en la experiencia inicial, sucumbe con rapidez en la desilusión fatal, por buscar sus propios sentimientos y no la fe en Cristo crucificado y resucitado. Es como si la experiencia del Espíritu se convirtiese en una autoestima, que ciega al hombre, ante la dura realidad de la cruz, la cual deja de ser un acontecimiento entusiasta. Sólo la oscuridad de la fe sensibiliza al hombre ante las realidades de la Iglesia, del sufrimiento del hombre y la injusticia del mundo. Los primeros discípulos no se aferraron a la experiencia de Pentecostés. Pedro no predica acerca de sus sentimientos, sino acerca de Cristo muerto y resucitado. El entusiasmo exagerado y consciente deseado, nos vuelve incapaces, con el correr del tiempo, para prestar atención al trabajo del Espíritu. Cuantas más cosas aspire el hombre a realizar según su capricho, tantas menos podrá hacer el Espíritu Santo.

 Paz y Adoración

San Juan de la Cruz dice que cuando llega el tiempo de superar la experiencia inicial y crecer en el camino de la fe, el hombre recibe la gracia de permanecer en sosiego, paz y silenciosa adoración. Vivir en este ambiente, es signo de que Dios nos está ayudando a superar la experiencia inicial. Acentúa también el Santo que, al principio las acciones del Espíritu Santo son suaves, casi incomprensibles, por lo que el hombre no las percibe o no las comprende. Es como la presencia silenciosa de Dios en el Corazón que, sólo poco a poco, se va conociendo. Así se descubre nuestra condición de criaturas y se supera el peligro de aislarnos con Jesús, como el compañero que debe solucionamos todos nuestros problemas. Jesús no soluciona por completo nuestros problemas, sino que nos capacita para que vivamos con otras personas que tampoco tienen todas las soluciones. En la profundidad de la fe percibimos a la vez la cercanía de Dios y su distancia. Pidamos al Señor nos dé una sensibilidad profunda a la acción del Espíritu Santo, que nos capacite para discernir cuándo llega el tiempo de superar la experiencia inicial. Esto lo hará Dios oportunamente, no lo haremos nosotros con nuestros esfuerzos. Personalmente, opino que llegó la hora, Dios la mandó, en que la Renovación Carismática, viva una pausa. Al principio fue la experiencia inicial, ahora va a transformarse en profundidad, por su plena integración en la Iglesia Católica e igualmente, en las Iglesias Protestantes. Sensibilidad hacia la Iglesia Deseo, en esta segunda parte, ocuparme de la sensibilidad hacia la Iglesia, como manifestación del actuar del Espíritu Santo.

Tras la experiencia inicial compartida con otros, que también la han tenido, sigue un crecimiento en la fe que, bajo la acción del Espíritu, lleva a la maduración y comprensión de la necesidad de superar dicha experiencia y sentirse miembro de una Iglesia que, dirigida por el Espíritu, reúne a todos los salvados en un mismo Cuerpo. La experiencia inicial es, ante todo, un encuentro personal con Jesús. La pregunta acerca de si un grupo pertenece a la Iglesia, viene mucho tiempo después. En los seminarios de vida en el Espíritu se dice acertadamente que la persona debe relacionarse con quienes haya tenido la misma experiencia espiritual, pero la frase debería completarse, añadiendo: "Y que, bajo la dirección del Espíritu Santo, estén dispuestos a superar dicha experiencia.

Sentir con la Iglesia.

Tenemos que ser tan sensibles a lo que el Espíritu hace en cada persona, como a cuanto realiza en la Iglesia. Para que la Renovación sea útil a la misma, tiene que haber un desarrollo paralelo a dos niveles: Eclesial y Personal. Si no fuera así, los grupos acabarían separándose de la Iglesia afectivamente, paso previa a futuras divisiones dentro de la misma, como demuestra la historia eclesiástica. La experiencia del Espíritu no separa al individuo de los grupos que brotan en las Iglesias y que lo hacen miembro activo de una Iglesia o de una Comunidad. No se puede confesar a Jesús y luego cuestionar la Iglesia. La conversión a Jesús incluye la conversión a la Iglesia a que se pertenece. Además, como lo demuestra la historia, las nuevas Iglesias nacen sin que lo hayan deseado explícitamente sus fundadores.
 La experiencia del Espíritu y la Iglesia Como cualquier experiencia humana, la experiencia del Espíritu tiene dos aspectos: por una parte, la Realidad y la Dinámica del Espíritu Santo y, de otra, el elemento humano que vive esa realidad. Esto significa que la persona o los grupos viven esta experiencia según todo lo que ellos son. Por lo tanto, a pesar de la presencia de Cristo y del encuentro personal con El, las experiencias espirituales serán influenciadas por la esperanza, carácter, maneras de pensar y de sentir, estilo de vida y también por la tradición de la Iglesia de donde venimos. La experiencia del Espíritu se vive, por lo tanto, como una experiencia que se interpreta y que no se puede separar del modo de actuar del que la vive. Por eso, en las diferentes Iglesias se acentúa, diferente y necesariamente, el plano individual y el colectivo. El Espíritu Santo integrará, con su dinámica renovadora y unificadora, las diferentes tradiciones espirituales de la Iglesia y mostrará los errores en su desarrollo. Es importante que afirmemos y estemos convencidos, como católicos que, a pesar de todos sus pecados y limitaciones, la Iglesia es obra del Espíritu Santo. Esto significa que un grupo de oración no puede reducirse a ser una reunión de cristianos que tratan de regresar a los tiempos del Nuevo Testamento, resucitando el modelo de Iglesia que describe el mismo, prescindiendo de toda interpretación eclesial y estructura. Si ello fuese así, la experiencia de Pentecostés no llevaría a la unidad.

 Renovación y parroquia Podemos afirmar que forma parte del plan divino el que se hayan formado al principio, y sigan formándose, comunidades dentro de las estructuras existentes y, por lo tanto, también dentro de las actuales parroquias. La Renovación Carismática tiende a ser, cada vez más, una Renovación parroquial. Tenemos el ejemplo en varios países de América. No sabemos si la estructura parroquial como hoy se da, seguirá siendo la estructura que quiere el Espíritu Santo, pero la sensibilidad de los líderes Carismáticos hacia la Iglesia lleva hoy día, a que también en las parroquias existentes se integre la experiencia del Espíritu. En el Nuevo Testamento, el término "Ecclesia" alude a toda la Iglesia: local, diocesana, familiar. Toda esa realidad concreta debe integrarse con la sensibilidad y la habilidad profunda de la Renovación para integrarse en todos los aspectos de la Iglesia. En un documento preparado por los Obispos Alemanes, se dice: "La Renovación en el Espíritu Santo…, comenzó por pequeños grupos. Ciertas formas o expresiones, estilos de oración y gestos son fenómenos marginales y no pueden ser considerados como algo típico de la Renovación. La palabra "carismático" no está en oposición con "sobrio" ni denota una emoción, sino un ministerio en la Iglesia y en la sociedad, bajo la guía del Espíritu Santo". Esto nos lleva a comprender cómo las formas externas que asume la Renovación pueden insertarse en la vida parroquial y no deben provocar antagonismos ajenos a la experiencia del Espíritu. Los responsables de los grupos de oración deben prestar cuidadosa atención a cualquier peligro posible: exceso de interés por la experiencia, ansiedad misionera, autosuficiencia, peculiaridades Sensibles a la acción del Espíritu excesivas en la oración y los cantos que dificultan la inserción en la parroquia y el crecimiento comunitario.

 Dos criterios de crecimiento Para la mayoría, el camino de la Renovación empieza por una llamada personal de Dios. Quienes la reciben se unen, al comenzar, a las demás personas del grupo de oración parroquial. Así todas las gracias del Espíritu Santo son frutos para la parroquia y para la comunidad. Hay que evitar las exageraciones que brotan del deseo humano, porque la oposición a la Renovación, no es contra su mensaje sino contra dichos excesos. Dice San Pablo: "Todo me es lícito, pero no todo me conviene. Todo me es lícito pero no todo me edifica" (1 Cor 10, 23). El primer criterio es la construcción del reino de Cristo, que ninguno busque su propio bien sino el de los demás. Originalmente, en esto hay un proceso de pensamiento, a largo plazo. Los sacerdotes muchas veces frecuentan grupos y seminarios, esperando encontrar ideas nuevas para su labor pastoral, lo que lleva el peligro de considerar a la Renovación como un nuevo método de trabajo parroquial. Llegando algunos a introducir elementos de la Renovación en el servicio parroquial y en los grupos existentes. El Espíritu lleva a comprender que la Renovación no se basa en métodos, sino en la conversión personal del individuo y también del sacerdote. En caso contrario, la Renovación parecería sólo una empresa humana. Tras el fracaso del esfuerzo inicial, muchos descubren que se requiere una entrega más profunda al Señor, que termina en un proceso espiritual personal. Si éste se da subsiste la tentación de hablar de esta experiencia para convencer a los demás de que la aceptan cuanto antes, y el resultado es provocar una oposición, que no necesariamente es contra el Espíritu Santo, en párrocos que se sienten presionados o rechazados.

La habilidad de la renovación en el trabajo parroquial guiada por un pensamiento que planee a largo plazo, debe probarse según las leyes espirituales. El fruto de la paciencia no es el resultado del esfuerzo humano sino que es un don de Dios. Opongámonos a cualquier limitación que conduzca a excluir a otros, éste sería el segundo criterio, y pidamos a Dios comprensión de su plan para la Renovación Carismática y sensibilidad a El.

No hay comentarios:

Publicar un comentario