COMUNIDAD DE BUENA NUEVA.RCCE

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viernes, 5 de octubre de 2012

"TESTIMONIO DE LA XX ASAMBLEA REGIONAL DE CANARIAS, RCCE"


En los días previos a nuestro evento regional, una hermana muy querida para mi, me aconsejó que me tomara esta asamblea como si se tratase de un retiro espiritual. En un principio, me revelé ante la sola idea de aceptar este hecho pero con el paso de los días y fruto de la oración, acepté su consejo.

 A diferencia de años pasados, este año, por decisión propia, yo había renunciado a servir en el ministerio de orden, los motivos, sólo Dios lo sabe. No puedo negar, que esta circunstancia para mi fue dolorosa, los que me conocen bien, saben de mi gran entrega a un movimiento como el de la Renovación Carismática, movimiento al que amo profunda y apasionadamente, porque siempre, a través del servicio, en un ministerio como el de orden, he recibido gracias abundantes, entre ellas, el inmenso amor de mis hermanos y su profunda gratitud.

Si he de ser sincera y he pretendido serlo desde un principio, con cada una de mis palabras, esta asamblea me ha permitido desprenderme de vestiduras inútiles, para quedar desnuda ante los ojos de Dios, sin otra riqueza que mi pobreza. Así, despojada de la protectora coraza de mi apariencia, durante toda la tarde del sábado, permanecí ante su sagrario, orando en silencio, entregándole mi sufrimiento al Señor, porque no puedo negar que frente a mis hermanos, en esta asamblea, mi corazón ardía de amor  y volaba con ellos, más yo sólo podía orar y mirar a Dios, puesto que esta era una batalla que yo debía librar sola, sin la ayuda de nadie. Frente a mí, en mi combate, solo tenía un único enemigo, mi propio orgullo. Y Dios contestó a mi oración con esta Palabra: “Él le preguntó: ¿cuál es tu nombre? Jacob.-contestó éste-. Y Dios le dijo: no te llamarás ya en adelante Jacob sino Israel, pues has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Cf. génesis, 32, ver 27 al 29). Sentí en mi interior, durante unos instantes, como la gracia del Altísimo, sanaba todas y cada una de mis heridas. Y lloré.

Continué en mi silencio, pero esta vez, vencida en mi orgullo, con lagrimas en mis ojos, clamé al Señor, cómo si aquella primera respuesta no me hubiera bastado, poniendo en duda su Palabra, pero Él volvió ha hablarme del mismo modo que habló a Moisés en lo alto del Sinaí: “habla a los hijos de Israel y diles: cuando hubiereis entrado en la tierra que Yahvé os da, descansará la tierra; será un descanso en honor de Yahvé. Ni sembrarás en él tu campo, ni podarás tu viña, ni recogerás lo que de si dieren; ni el trigo que dé tu campo ni las uvas que de tu viña las vendimiarás; será para la tierra año de descanso. (Cf. Levítico 25, ver 1 al 6)

Con gran emoción devoré cada uno de los versículos de la Palabra que Dios me daba, hasta que mis ojos se posaron en la parte final del texto que decía: yo os mandaré mi bendición el año sexto, y producirá frutos para tres años. Sembrando el año octavo, y comeréis de la cosecha añeja; hasta la cosecha del año venidero comeréis frutos añejos. (Cf. Levítico 25, ver 21 al 22). En esos momentos, sentí como Dios derramaba sobre mí, como una lluvia abundante, la paz de su presencia. Yo, sólo pude decir: alabado y glorificado seas mi Señor.

Transcurrieron varias horas. Durante toda la tarde del sábado continúe con mi retiro espiritual, en soledad pues no busqué el calor de los hermanos, sino que mantuve esa línea de dialogo con Dios, guardando mi silencio interior, pero esta vez, en el interior del recinto. La asamblea continuaba. Y Dios volvió ha hablarme, pero esta vez no con su Palabra sino con el propio sacerdote que impartía este retiro: no pongas limites a las maravillas de Dios,¿no soy yo el Señor de tu vida? No temas, da testimonio de las maravillas de Pentecostés en tu vida, igual que hizo María que recibió al Espíritu Santo, comparte la gran noticia para que vivas la plenitud del Espíritu Santo, los siete dones como columnas que sostengan tu vida en Cristo. Porque este tiempo es tiempo de “kayros” (tiempo de gracia de Dios), de pedir cada día en tu vida la gracia del Espíritu para evangelizar, para no tener miedo, (Cf. padre Kelly, 1º enseñanza) tiempo para la misión, para revisar tu vida, para discernir si tu modelo de espiritualidad te conduce a la plenitud espiritual o en su contrario, impide que vivas tu encuentro con Cristo, conservando tu dignidad de hijo y tu libertad como hombre.

Este es un tiempo para ser fiel a su Palabra, para realizar tu servicio dando vida a una Renovación auténtica y misionera, evangelizada y evangelizadora, una Renovación que se alimente de la gracia del  Espíritu Santo, de su acción vivificante y vitalizante. Tiempo de Kayros, de gracia de Dios en tu vida. Porque tú has sido elegido por Dios, sin ti su proyecto de salvación estaría inconcluso pero contigo, Dios podrá terminar lo que se ha propuesto realizar. (Cf. Padre Kelly).

Durante un momento, mientras oía al padre Kelly recordé que hasta hacia pocos días yo me había sentido como José, esposo de María, con deseos de dejarlo todo, quizás porque esta Renovación no es la Renovación que yo conocí hace veinte años, que me ilusionó, que me enamoró, en la que me sentía libre. Y como José, el esposo de María, quise tirar la toalla, abandonarlo todo. Las tentaciones, las dificultades, el desierto, las persecuciones y las mentiras de aquellos a los que he amado profundamente, porque pensaba que no merecía la pena tanto sufrimiento;  hasta que unas palabras del padre Kelly encendieron nuevamente el fuego de mi corazón: “ tú has recibido el poder del Espíritu Santo, ponte las vestiduras blancas, (Cf. padre Kelly) no te canses de amar a tus hermanos, ama y déjate consumir por la gracia del amor que hoy te concedo, ama y purifica tu corazón, límpialo de toda impureza o deseo, para que yo pueda morar en él, porque este es para ti tu tiempo de kayros, ora como hizo José y confía en Dios. Así me habló el Señor.

No te lamentes por lo que no tienes, no te conformes con el pan duro que hoy tienes a la mesa, mantén tu esperanza en las promesas que hoy te hago, di como María: “he aquí la sierva del Señor: hágase en mi según tu palabra”. (Cf. Lucas 1, ver 38)

Genoveva, Comunidad de Buena Nueva.

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